RA?L SALGADO | @raulsalgado | Ferrol | Lunes 27 enero 2014 | 10:25
Aqu? naci?, de aqu? se fue y aqu? regres?. A Serantes, m?stil en el que colocar la bandera de un Ferrol distinto y parecido al actual en tantas cosas. Gonzalo Torrente Ballester, tres lustros desde el 27 de enero de 1999.
El d?a en que su memoria qued? en la nuestra, en que pas? a la historia el autor que se llev? al papel la iron?a camuflada entre letras de g?neros que no entienden de etiquetas. Encontr? tranquilidad en el recoleto pero siempre cercano camposanto de su parroquia de origen.
Las escaleras y los pasillos de la casa consistorial de la plaza de Armas lucieron como pocas veces, con miles de curiosos interesados en despedir a aquel ferrolano que tanto bebi? de lo for?neo sin olvidar lo propio.
Una multitudinaria capilla ardiente y un multitudinario entierro, con los acordes de Negra sombra a cargo del mism?simo Carlos N??ez entre muestras de dolor de familiares y allegados, como el premio Nobel Jos? Saramago.
Adolescentes que empezaban a conocerlo con un libro entre manos en el instituto, profesores que admiraban su escritura ca?tica en el orden que ?l dominaba y an?nimos que paladearon los gozos y las sombras. Porque tambi?n en su vida hubo de todo.
La vida a la que sonri? por primera vez un 13 de junio de 1910 en un edificio que sigue oliendo a ?l, aunque albergue usos bien diferentes a los que algunos visitantes podr?an tener en su mente.
Las primeras historias resonaban en el ambiente familiar, las archivar?a para siempre en el lugar id?neo. En su juventud, Santiago de Compostela, sus primeros contactos con el mundo literario en la tranquila pero inquieta Oviedo, su primer apego a Lorca o Joyce. Dos entre tantos tan dispares. Vigo, Madrid y sus estudios vendr?an luego. Conoci? a Valle-Incl?n y se sumergi? sin temor en las tertulias de Ortega y Gasset.
No hay que rebuscar para saberlo, pero a alguno se le olvida que fue maestro en la extinta Rapariz, academia por la que pasaron no pocos ferrolanos en un sistema de ense?anza muy distinto al vigente. En la entonces ciudad departamental se asent? junto a su primera mujer, Josefina Malvido.
La historia detalla que en la Guerra Civil, cuyo estallido le pill? en Par?s, opt? por unirse a Falange. Alentado por un sacerdote, quer?a acallar rumores y proteger a los suyos. Sus comienzos fueron muy discretos, con un pu?ado de textos teatrales que no llamaron la atenci?n.
La firma de don Gonzalo, en todo caso, comenz? a convertirse en parte del paisaje en los medios de la ?poca. Atado a una maleta, se ir?a y regresar?a de manera constante. De 1943 es su primera novela, Javier Mari?o, secuestrada por la censura y que reflejaba parte de su propia experiencia en la contienda del 36.
Dem?crata en a?os de utop?a, tir? de ingenio para sortear obst?culos. Su v?nculo con el partido ?nico no bastaba para encorsetar su trayectoria, porque su mentalidad evolucion? y se posicion? ante ciertas injusticias de la dictadura franquista. Supo dejarse llevar por los nuevos tiempos, ver cambios con antelaci?n. Mereci? castigo por semejante atrevimiento, perdiendo su puesto de profesor.
Bien avanzados los a?os cincuenta, destapa con El se?or llega la trilog?a de Los gozos y las sombras. Era 1957. Al a?o siguiente morir?a su esposa. Donde da la vuelta al aire, en la que tanto pensamos sus paisanos cuando las adversidades azotan, fue la segunda parte de la saga, dedicada a glosar los cambios que el siglo XX no dej? necesariamente en el rural gallego previo a 1936.
La tercera, La Pascua triste, pasar?a sin pena ni gloria por sus cr?ticas -y las de otros intelectuales- a la respuesta del r?gimen ante los paros en la miner?a asturiana. No era un enemigo, acaso alguien inc?modo dotado de la suficiente inteligencia.
Dio el salto a Estados Unidos para encontrar ox?geno. Profesor en Albany, all? se gestaron Off-side (1969) y La saga/fuga de J.B. (1972). La segunda, sin duda, marca su destino, trazando el contorno de una tierra ind?mita, pero con un punto de vista in?ditamente sabroso y fant?stico. Ocurre algo esperado, pero temido: la desaparici?n de una reliquia, que pone a todo un pueblo en jaque.
El f?rreo control dictatorial quiso dejar su huella, llegando a afirmar el censor de turno que su acci?n imaginaria, sus referencias a un cuerpo santo aparecido en las aguas y ciertos detalles sexuales situaban al autor al borde del disparate. Ni denegaci?n ni aprobaci?n: silencio administrativo fue el veredicto.
Regresa a Galicia y se dedica a abrir una vida diferente. Un camino tortuoso hacia el ?xito jalonado de piedras y miradas por encima del hombro. Pero la recompensa tuvo nombres: Cervantes, Pr?ncipe de Asturias o Azor?n. Los galardones acabar?an llegando.
El principio de un descenso vital que le amarr? a Salamanca y que no borr? sus ganas de aportar hitos memorables en a?os de cambio: Dafne y ensue?os o la versi?n televisiva de Los gozos y las sombras.
La televisi?n de los primeros 80, que nos parece tan inocente frente a la de ahora, lo situ? en primera plana. El poder de la imagen ante las masas pese a que fuese ya figura consolidada.
Coquete? con el gallego, consolidada la democracia, siendo ejemplo de esa incursi?n la originalmente bautizada como La isla de los jacintos cortados. Y fulgurante fue el tr?nsito de las letras a la pantalla de Cr?nica del rey pasmado (1989).
En tiempo r?cord la adaptar?a Imanol Uribe manteniendo la picard?a y el humor de su historia ambientada en la corte del XVII.
La boda de Chon Recalde, salida de la imprenta mediados los noventa, fue al instante obra recomendada en centros educativos, s?ntoma de ?xito y garant?a de calidad. Es, sin duda, su libro m?s ferrolano, en el que dej? entrever peque?os grandes secretos que otros no soltaban.
Puso por escrito las historias que las escaleras de A Magdalena guardaban con celo. La intrahistoria del Ferrol de clases que le toc? vivir, los residuos que a?n parecen impregnar nuestra cotidianidad.
Se cumpli? lo que ?l hab?a pedido tras su fallecimiento. La Fundaci?n que lleva su nombre se cre? dos a?os despu?s, en 2001, no sin cierta pol?mica por su ubicaci?n: Santiago de Compostela. La fuerza desde Ferrol no fue suficiente.
Pero Torrente no se fue. Ferrol celebr? el centenario de su alumbramiento, en 2010. El profesor Jos? Antonio Ponte Far, de los que m?s saben sobre ?l y de los que m?s lo trataron, coordin? un amplio ciclo de actividades.
Sin embargo, y era de justicia, Salamanca ara?? parte de su recuerdo. Algunos de sus mejores a?os dejaron poso en la capital charra. Y en su propio coraz?n. El de un ferrolano de toda la vida que jug? con la ambig?edad bien estudiada, con los tesoros entre l?neas. Hasta el ?ltimo d?a.
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