MARTA CORRAL | ‘O Falar non ten cancelas’ | Martes 15 octubre 2013 | 23:46
No voy a ejercer de ferrolana pejiguera y aprovechar este espacio para poner ‘al pairo’ todo lo que se hace aquí.
Me encanta que se sigan programando cosas, que haya quien aún se niegue a tirar la toalla e irse con la música a otra parte. Me parece bárbaro que se pongan alfombras rosas, se beba cola light en plena calle Real, se tomen canapés en los comercios y se le saque brillo a la sonrisa; que ya llevaba un tiempo cogiendo polvo en el desván.
Todo sea por animar el cotarro y que el pulmón del comercio trinque una bocanada de aire que le permita aguantar hasta Navidad, que será cuando vuelvan los figurantes a rodar la película, con pasta larga para gastar.
Lo que ni me parece bárbaro, ni me encanta y con lo que ejerceré de ferrolana pejiguera, es con la promoción del concurso de la reina de la Fashion Night. Mimadriñaquerida.
Por si alguno de vosotros no tuvo la oportunidad de profundizar en el tema, os lo resumo; para que podáis sumaros -o no-, a mi rajada semanal.
La organización de la Fashion Night, que se aglutina en la plataforma Vive Ferrol, convocó un concurso de Reina de la Noche al más puro estilo Tino Casal con reminiscencias de Cenicienta: cadillac y 500 euracos para gastar antes de medianoche.
Y digo yo… ¿por qué no puede haber un Rey de la Noche? ¿Acaso a los de Vive Ferrol no les gusta Kiss o qué? Desde la organización -supongo que después del chaparrón de críticas que les cayó en las redes sociales-, han manifestado su voluntad de ampliar el certamen y permitir que los chicos reinen en futuras ediciones.
Al sexismo inicial de la convocatoria -llamadme exagerada si queréis-, sumadle una publicidad muy poco afortunada: «Qué mujer no ha deseado vivir en sus carnes la mítica escena de la famosa película “Pretty Woman” y ser recogida en una limousina con un cheque en blanco para ir de compras por las mejores tiendas de la ciudad». Es textual.
Estoy teletransportándome a primero de carrera, con Alejandro Vázquez al frente de la asignatura de Publicidad: ¿Por dónde empezar?
Empezaré por reconocer que me encanta Pretty Woman y que este domingo -mira tú que casualidad-, me la he vuelto a tragar entera, mantita y sofá mediante.
Si aún conservaba cierto halo de cultureta, se está esfumando en este instante. Vale, no es una peli de culto; pero me sé los diálogos. Todos tenemos derecho a nuestras cosas, ¿no?
Una vez aclarado que no hay ningún tipo de animadversión por mi parte hacia el film; prosigamos.
Vivian Ward, la protagonista, era puta. Y no penséis que esto va a ser una crítica a las mujeres que venden su cuerpo voluntariamente, ni de lejos. No nos confundamos. Simplemente, no creo que todas las mujeres del mundo sueñen con ejercer la prostitución en Los Ángeles.
Vale, la publicidad habla de una escena. Supongo que será la escena en la que Vivian recorre Rodeo Drive cargada de bolsas, después de una dura mañana de shopping, fundiendo la Visa Oro de Edward Lewis.
Y eso mola más, que haya un hombre que lo pague todo, para estar monas y que nos hagan mucho la pelota.
Supongo que para algunas mujeres será el pan de cada día; pero insisto, no para la mayoría y mucho menos para las mujeres independientes. Libres.
Y no, aquí nadie habla de feminismo radical, no seáis obtusos. Hablo de poder. Hablo de no deberle nada a nadie, de no aguantar a alguien por el simple hecho de pagar las facturas. Hablo del germen de los problemas de muchas mujeres, de todos los rincones del planeta.
De esa herencia injusta y complaciente, de ese rol secundario que sigue latente, de las muñecas bonitas que van del ganchete y no complican la vida.
Señores, no creo que el sueño de toda mujer sea ese, sino todo lo contrario.
Y seguro que como me he puesto un poco profunda, algunos de los que estáis leyendo esto me tacharéis de trágica. De que se me va la olla, que no es para tanto, que no querían herir sensibilidades y todo ese rollo; pero es que ya está bien de usarnos y de hacernos creer que lo bueno es sólo estar buenas. Me niego.
Lo bueno es quererse, ya lo dijo El Cordobés. Amarse tanto, que nadie que no te ame, pueda tocarte. De ese modo, seguro que todas relativizamos el cheque en blanco y la limusina. Seremos complicadas, quizás estemos solteras; pero felices y completas.
Permitidme antes de irnos que volvamos a Rodeo Drive. A esa primera incursión de Vivian en la milla de oro de Beverly Hills.
Apuesto que aunque no seáis unos tarados como yo, recordáis esa escena. La que no es tan mítica para los de Vive Ferrol. La del rechazo.
La protagonista entra en un comercio, se pone a mirar vestidos, las empleadas la observan de reojo -aún llevaba su vestido de puta-, y le dicen que todo es carísimo y que no tienen nada que le valga. Vamos, que ‘le invitan a irse’.
De toda la película, es la única escena que me recuerda al comercio ferrolano.
No meteré a todos en el mismo saco, sería injusto. Ni tan siquiera a la mayoría; pero todos los que habéis llegado al final de la columna, sabéis de lo que hablo y juraría que estáis pensando en un par de tiendas.
Lo he hablado muchas veces con personas diferentes. Gente de aquí y de fuera, turistas y familia, ¿por qué en algunas tiendas de Ferrol parece que te hacen un favor cuando te venden algo? ¿No deberían darnos las gracias por seguir gastando en el pequeño comercio y no irnos al Odeón o lo que es peor, a Coruña?
Es entrar en algún comercio y saber que vas a ser sometida a la radiografía ferrolana: barrido pipeador para fichar el modelito que llevas y saludo en falsete.
Si la persona que está detrás del mostrador considera que tienes dinero para llevarte algo de la tienda, te dice que si te puede ayudar en algo; como le hayas parecido una pailana, olvídate. Te irás con una talla equivocada de un abrigo que no te pega ni con cola.
El triste Ferrol. No se dan cuenta de que ellos son su peor enemigo. Que A Magdalena no es el centro del universo y que pintan bastos. Que aquí, o jugamos todos o se pincha la pelota.
He decidido que para la próxima, me presento a reina. Me como mis palabras, oigan. Tan sólo por el placer que sentiría, al entrar en una de esas tiendas esa noche, con mis 500 pavos y el cadillac en la puerta. Cruzar el umbral y soltarle a la nacha:
«-Hola, se acuerda de mí?
-No, lo siento.
-Estuve ayer aquí y usted no quiso atenderme. Trabaja a comisión, ¿verdad?
-Sí.
-¡Pues metió la pata! ¡Y cómo! ¡Hasta el cuello! Adiós, me voy de compras.»
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