MARTA CORRAL | Ferrol | Sábado 25 febrero 2017 | 12:38
La actriz Cris Blanco y su pieza El agitador vórtex pasaron como un ciclón este viernes por el teatro Jofre de Ferrol dentro del ciclo de artes escénicas contemporáneas Rómpete el Alma, que promueve la Concellería de Cultura. A su paso dejaron a un centenar de espectadores con agujetas en la barriga de tanto reír y con ganas de más propuestas de este tipo, que no solían ser habituales por nuestros escenarios.
El conflicto de una directora de cine indecisa -que no sabe si hacer una película sobre el amor, los ninjas o el apocalispsis zombie-, desata una sucesión de acontecimientos que lleva al público a ser testigo de caídas desde rascacielos, persecuciones, duelos a florete y visitas al despacho oval.
Todo, desde dos puntos de vista. El de la propia escena, con una Cris Blanco deslizándose sobre el escenario cámara doméstica en mano inmersa en un mundo de recortables, decorados caseros y dinosaurios de goma, y el del plano proyectado en directo en la gran pantalla, donde esas pequeñas cosas se hacen grandes y, más o menos, reales.
En directo, la actriz muestra, con grandes dosis de humor, algunos trucos cinematográficos, rompiendo constántemente la cuarta pared al tirar del público para que le preste su ayuda y poner así en marcha su maquinaria ilusionista, retándose incluso a duelo con uno de ellos, ataviada con una saia de súper heroína que ha creado tendencia.
Un trabajo medido al detalle que no se encasilla en el teatro de objetos, sino que incorpora el formato musical -para el recuerdo el tema triunfal cuando la protagonista decide abandonar a Charlie, su productor-, o la performance. Aunque, sin duda, uno de los momentos que será más difícil de olvidar para los presentes será la visita de Blanco a la Casa Blanca.
Allí le esperaba Kate Winslet, acompañada de Rocío Jurado y Montserrat Caballé, para hacernos cantar a todos el tema principal de la película Titanic. Un momento delirante y divertido a partes iguales que, primero con vergüenza y después sin disimulo, logró que el teatro acabase entonando.
Porque sí, el teatro está precisamente para estas cosas. Para llenar el escenario de objetos cotidianos y darles usos que nunca habíamos pensado o para que nos persiga un zombie hasta el patio de butacas. Para que nos engañen y no sepamos dónde comienza y donde acaba la interpretación, para que nos hagan reír mucho sin tener que buscar significados profundos y metafísicos, y para que nos hagan cantar My Heart Will Go On a pleno pulmón.
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