MARTA CORRAL | Ferrol | Jueves 24 octubre 2013 | 14:48
Subestimamos el otoño. Tendemos a negativizar este camino que nos lleva de la luz y el calor, a la oscuridad y al frío. Pasamos por alto sus matices necesarios, sus pausas, sus colores, sus frutos.
Olvidamos que es un tiempo propicio para inventariar. Para abrir esa cajita de hojalata que escondemos en algún rincón, repasar su contenido y meter algo nuevo. Esas pequeñas cosas que hay que guardar cerca, para tener a mano cuando nos invadan los fantasmas y siempre sea de noche, y siempre haga frío.
Hay personas que nos facilitan la tarea de encontrar esos retazos. Que tienen la capacidad de anticiparse, que ven la belleza donde nunca la veríamos y nos la prestan. Carolina Martínez es una de ellas.
FERROL360 cazó a esta fotógrafa naronesa -una apasionada «cazadora de momentos»-, mientras soplaba las velas de su tarta el pasado viernes; para que nos hablara de su Outono Fotográfico, sus proyectos y sus pasiones. Para darnos muchos motivos por los que amar esta estación de tránsito.
FERROL360 – Outono Fotográfico es el festival gallego de la fotografía, el decano en España con 31 ediciones a sus espaldas, ¿cómo nació?
Carolina Martínez – Nació en Ourense de mano de Benito Losada, como una dinamización de la Casa da Xuventude. Benito murió hace tres años y tomamos el relevo Vítor Nieves -que es el director actual-, Xosé Lois Vázquez ‘Che’ y yo.
Aunque hay colaboraciones puntuales de colectivos de toda Galicia; yo soy la única que está trabajando exclusivamente en Ferrolterra, mientras que Che y Vítor lo hacen en el resto de Galicia.
360 – ¿Por qué Outono?
CM – Siempre fue Outono y no quisimos renunciar al nombre ni a la época en la que se celebra -octubre, noviembre y diciembre-. Quisimos darle una continuidad, cambiando cosas y mejorándolo; pero no romper con todo lo que había hecho Benito, porque fue la obra de su vida.
360 – ¿Qué mueve al Festival?
CM – El objetivo principal es tener un festival de referencia en Galicia, igual que el PA-TA-TA en Granada, el Getxophoto…; tener aquí un punto de referencia a nivel nacional e internacional. Una sección oficial potente, programar unos contenidos, llenar salas; un poco hacer que la fotografía tenga una presencia real y fuerte en Galicia.
Queremos que sea un festival serio. Apostamos mucho editando el libro, se lleva el 90 % del esfuerzo humano y económico del festival; pero no queremos renunciar a ello, porque es el testigo que siempre queda: un libro de calidad, que sirve de catálogo, pero también de estadística, de cómo está la fotografía cada año, de cómo va evolucionando.
360 – ¿Cómo aterriza Carolina Martínez en el Outono Fotográfico?
CM – Empecé en el 2011, como comisaria de una exposición; pero me involucré más desde el año pasado, que ya llevé toda la zona de Ferrolterra.
Cada año es un poco más fácil, adquieres más experiencia, ya has contactado con las salas y eso te facilita ir llegando a otras. Con el tiempo me he extendido un poco más, este año tengo también alguna sala en A Coruña.
360 – Esa primera vez del 2011 fue en el Torrente Ballester con Habitacións reflexas, ¿cómo afrontaste el proyecto?
CM – El comisariado para mí era algo nuevo, algo que me interesa mucho y abre muchos caminos. Tú partes de una idea, que como artista crees que hay que explorar y que es importante; y a partir de un texto curatorial, que yo elaboro y entrego a los artistas, ellos me entregan una obra.
Es algo muy gratificante a nivel personal, porque salen cosas muy diferentes, interpretaciones muy variadas.
360 – ¿Cuál era la idea de Habitacións reflexas?
CM – Esta era una obra muy intimista, que reflexionaba en torno a las capas de identidad que tenemos, al concepto de La Ventana de Johari en psicología, y fue muy gratificante ver cuántas lecturas puede tener una sola idea.
Creo que fue una exposición que quedó muy bonita, fue un éxito la inauguración -con casi 300 personas- y fue un trabajo muy duro; pero al final salió bien y lo compensa todo.
360 – Ya en 2012 inaugurásteis en Exponav Fomos ficando sós, por el 30 aniversario del Outono.
CM – Fomos ficando sós, fue un comisariado conjunto con Vítor Nieves. Fue la gran exposición del año pasado aquí en Ferrol; porque la sala se prestaba y porque lo que nos ofrecieron los artistas fue muy bueno.
360 – También el año pasado llevaste a cabo Ferrol Cara B en el Torrente Ballester, una exposición en formato de proyección que tuvo tintes reivindicativos a través de las imágenes de los autores.
CM – Fue una apuesta mía, me apetecía que la primera vez que proyectáramos en el Torrente fuera algo sobre Ferrol y fue un trabajo muy bonito. Muy local y con muchos puntos de vista.
Fue lo que el artista ofreció, era lo que Ferrol pedía en ese momento. No lo hice con la idea de que fuera totalmente reivindicativo. Es más, mi texto tenía una mirada más melancólica que de batalla; pero supongo que la gente es lo que quería y al final no se puede callar lo que la gente piensa.
Fue muy emotivo porque se llenó la capilla del Torrente y eso, a nivel personal, siempre es un éxito.
360 – Este Outono has apostado por el Ateneo Ferrolán y por tres proyectos fotográficos distintos que se pueden ver durante todo este mes, ¿qué se va a encontrar la gente que pase por la sala?
CM – Tenemos una exposición de Fran Nieto, Augas de Galicia, que es puramente paisajística; una visión de la fotografía muy amable, que la gente consume bastante.
Las otras exposiciones fueron dos apuestas personales mías, de una gente que conocí este año en Granada y me fascinó su trabajo. Australiam Dream, de David Simon Martret, es un recorrido visual, objetual y de retrato sobre una idea preconcebida que todos tenemos, lo que él llama ‘el sueño australiano’. Todo es perfecto allí, no hay paro… pero a través de objetos cotidianos y lugares comunes, vemos que retrata una sociedad que no es lo que pensamos y que te hace reflexionar. Son visiones muy poéticas.
La otra exposición va un poco por la misma línea, es un proyecto conjunto de Blanca Galindo y David Simon, que forman el colectivo Leafhopper y es fruto de una estadía artística que tuvieron en Malasia. Este trabajo es sobre la segregación racial en las escuelas de Malasia; donde en teoría, la enseñanza es pública, pero luego no es así. Somos nosotros los que nos segregamos, invita a la reflexión. Son retratos muy bonitos, una cosa diferente.
360 – ¿Elaboras tú también las guías de sala?
CM – Sí. En el Outono tenemos presupuesto cero, yo gano cero euros. Hago la sección cultural, el comisariado, labores de prensa y de community manager; bueno, y también clavo los cuadros y hago los agujeros en la pared (risas).
Me gusta el diálogo que se establece entre el texto y la imagen. Creo que a veces las imágenes no necesitan texto, cada trabajo pide una cosa. El último poemario que he hecho es sólo fotografía, el otro fue texto y fotografía.
360 – Tu primer trabajo como fotógrafa se llama MOTION-E-MOTION y está hecho en el 2000 cuando vino al Jofre el Ballet de la Ópera de Kiev.
CM – Es un trabajo que hice hace bastante tiempo, sobre la armonía, el cuerpo, la levedad de la danza. Es un trabajo muy experimental que me enseñó mucho, sobre todo a trabajar con la imagen. Fue el primer acercamiento a lo que es una poesía más onírica. Es el primer trabajo que considero que puede ser el germen de lo que vendría después.
360 – Y el después, se llamó Ítaca.
CM – Ítaca lo empiezo a hacer cuando muere mi abuela. Es una reflexión en torno a los lugares comunes, al sentimiento de permanencia y de pertenencia; que son dos sentimientos sobre los que quiero seguir trabajando. Cómo nos afectan a nivel del individuo, a nivel de identidad. Es también experimental, juega con los colores; porque cuando recordamos o soñamos, nunca lo hacemos en el mismo color. Quería trabajar por ahí, dándole una imagen onírica. Es un trabajo bastante visceral.
360 – AB IMO PECTORE también es un trabajo visceral.
CM – Surge a raíz de una ruptura sentimental, en una época en la que siempre estaba de un lado para otro y era bastante curioso cómo las estancias, las calles, las ciudades… pueden llegar a ser la misma o muy diferentes, depende del ánimo con que las visualices.
Como al final, las experiencias transforman totalmente espacios que en sí mismos podrían no decirte nada y cómo nos afecta todo eso. Cómo las evoluciones emocionales que vivimos, transforman totalmente las vivencias que tenemos de una ciudad, de un lugar.
360 – Evolución, momentos, tiempos, emociones…
CM – Son cosas que nunca cierro, siempre vuelvo a lo mismo; de hecho, el trabajo que tengo en ciernes, que se llama Last day in paradise, vuelve a lo mismo. Sobre los tiempos en los que somos felices.
Cómo hay momentos en la vida que nos parece que los recordaremos como los mejores años de nuestra vida y cómo idealizamos ciertas cosas. Al final uno siempre vuelve sobre lo mismo, porque tiene las mismas preocupaciones. Me interesa también mucho el tema de los no lugares, cómo zonas periurbanas cobran vida de alguna manera, cómo nos afectan como individuos.
360 – Tu trabajo más reciente es iPhonesía, fotografías con el móvil.
CM – Trata de ser un cómputo visual de un día a día, un poemario visual. Sin mucha más ínfula. Por eso no quise apoyarlo en ningún texto, quiero que la imagen sirva como poema.
Surgió a raíz de un curso que hice con Óscar Molina. Él siempre dice que las imágenes son como pequeños haikus, cada imagen es una poesía.
360 – Formas parte del colectivo Fotoforum Lumen y una de vuestras iniciativas fue que 24 fotógrafos retratasen su día a día.
CM – Si, el día 24 de mayo, 24 fotógrafos documentaban las 24 horas del día.
El colectivo Lumen, somos un grupo de amiguetes que fuimos los que hicimos Producción Efímera y ahora ya estamos tramando algo nuevo. Lo hacemos como divertimento, aunque luego se nos queda la piel.
360 – Producción Efímera fue un éxito; pero me imagino que os supuso un gran trabajo.
CM – Fue un currazo tremendo. La verdad es que se nos fue de las manos, se nos llegó a hacer mucho. Fue un exitazo y fue precioso. Quedó una galería muy bonita, se vendieron más de la mitad de las fotos pero quedamos agotados.
360 – ¿Tenéis algún tipo de financiación para vuestros proyectos en Lumen?
CM – No tenemos ninguna financiación. No hemos ido nunca a pedir ayuda. Con Outono Fotográfico sí he ido a pedir financiación al Concello y no nos dan ni un céntimo, sólo nos ceden la sala.
La única vez que fuimos a pedir algo para Lumen, fue un permiso para cuando hicimos El muro de la felicidad y lo único que encontramos fueron problemas. Al final lo hicimos igual sin permiso.
Por ahora haremos cosas así, de guerrilla, que no requieran mucho dinero, y seguiremos funcionando.
360 – El muro de la felicidad fue vuestra primera iniciativa como colectivo.
CM – No vino mucha gente pero fue algo bonito y fue muy divertido entrevistar a la gente por la calle. Fue la primera intervención que hicimos y sirvió para romper y salir a la calle a hacer cosas.
360 – Le preguntábais a la gente de Ferrol qué significaba la felicidad para ellos; pero vosotros no os mojásteis, ¿qué es la felicidad para Carolina Martínez?
CM – Es muy complicado. Es un sentimiento de calma, que tienes cuando no necesitas más. Cuando estas satisfecho, tranquilo, que no necesitas nada y esa calma se llena con muy poquitas cosas; pero, a veces, esas cosas no están en nuestra mano.
360 – No vives de la fotografía, tienes otro trabajo; pero ¿cuándo te diste cuenta de que para ti la foto era algo más que una entretenimiento?
CM – Desde siempre. Yo a los trece años hice mi primer curso de fotografía y es algo que se sabe. He empezado a adoptar una cultura visual desde muy pequeña, nunca me formé en una enseñanza reglada, siempre fui aprendiendo con fotógrafos de aquí. Con el primero que aprendí fue con Jorge Meis, que sigo considerando mi mentor y maestro.
Cuando empecé la carrera tuve un parón, además llegó lo digital y a mí me descolocó mucho, porque yo aún tengo laboratorio en casa, sigo haciendo analógico; pero lo retomé y en 2007 fui a mi primer PHotoEspaña y a partir de ahí me entró el gusanillo y empecé a hacer un montón de cursos. El primero con Isabel Muñoz, Adriana Lestido, Ricky Dávila -que para mí fue un antes y un después- , con Óscar… y a meterme en ese círculo que al final, somos cuatro en toda España.
360 – Y para toda la vida…
CM – El bicho no se muere nunca, el bicho se alimenta cada vez más. Crece y crece. Siempre digo que la necesidad de crear es bastante agónica, casi una maldición. Porque siempre te demanda y, a veces, no es fácil y es bastante frustrante. Eso se tiene o no se tiene. Yo, probablemente, es como mejor sepa hablar, a través de mis fotos. Para mí es una medicina, una terapia, fototerapia. Es una catarsis, una forma de matar fantasmas.
360 – Ahora es fácil creerse un fotógrafo, todos podemos tener una cámara al cuello y sacar miles de fotos.
CM – Es cierto que el digital ha democratizado mucho la fotografía, lo cual es bueno, porque lo convierte en algo accesible a la gente. El problema es que estamos plagados de un mundo de fotografía sin alma. Como dice Eduardo Momeñe, «no debemos aceptar fotografías que no nos miren».
No porque hagas fotos eres fotógrafo, puedes ser un registrador de imágenes; pero no un fotógrafo. Eso es algo que la gente tiene que aprender a valorar.
Me duele mucho esta gente que ve fotografías de grandes autores que utilizan la fotografía como un lenguaje visual poético y lo tachan de porquería porque está desenfocado, eso demuestra una falta de alma.
360 – ¿Quién es fotógrafo y quién registrador de imágenes?
CM – Es complicado, ¿quien tiene aquí la varita de juez para decir lo que vale y lo que no? Todo lo que tenga un discurso coherente, vale. Yo soy la primera que soy anti camarones, yo no tengo un camarón ni lo pienso tener. Yo disparo con cámaras pequeñas, no valoro en ese sentido la técnica, valoro el discurso. Lo otro es un simple registro.
360 – Antes, cuando teníamos que revelar un carrete, pensábamos más las fotos que hacíamos, ahora hacemos millones.
CM – Eso es un problema. Hoy haces diez disparos y no te cuesta, eso te lleva a que no los pienses. Tenemos una fotografía vacía, no pensada, muchas veces pobre. Que cae en la trampa de usar el photoshop para todo. Eso es un error de base y es cierto que es a lo que ha llevado el disparo fácil y barato de lo digital.
Un ejercicio que suelo hacer cuando voy a cursos de fotografía, en la primera clase, es mandar disparar un carrete de 36 y después se revela. Las piensas mucho.
¿Por qué tenemos que consumir una cantidad ingente de imágenes que no van a aportarnos nada? Es un discurso difícil de hacer llegar a la gente.
360 – Te defines como una «viajera compulsiva», si llegas de un viaje y te das cuenta de que tus fotos han desaparecido, ¿qué ocurriría?
CM – No soy una disparadora compulsiva. Disparo muy poco. A veces viajo y apenas saco fotos. Evidentemente cuando pierdo fotos que considero importantes para mí es la hecatombe, recurro a todo tipo de programas para recuperar tarjetas, y si son carretes, ya es terrible porque no hay vuelta atrás.
Pero no soy una persona que dispare fácil, es más, recomiendo a la gente que pasee mucho sin cámara, con un cuaderno. Que apunte, que vuelva a aprender a mirar. No se puede mirar la vida a través de un visor, la vida hay que vivirla, disfrutarla y luego pensar lo que quieres contar.
De eso habla mucho Joan Fontcuberta, de cómo la gente vive las cosas a través de una pantalla, eso no puede ser, es un grave error.
Mañana pueden conocer a Carolina Martínez, presenta el Outono Fotográfico en el PechaKucha Night del Jofre; aunque si no han apurado, ya no encontrarán entrada.
Quizás la pillen en la exposición del Ateneo Ferrolán, o quieran mandarle una postal.
A lo mejor se la encuentran por ahí, cazando momentos en el faro de Meirás. A lo mejor en un aeropuerto.
Asegúrense de no dejarla escapar, es una de esas personas que ‘por amor al arte’ nos ayudan a sumar imágenes a nuestra cajita. Algo que se presenta imprescindible porque como dijo Milan Kundera «La memoria no guarda películas, guarda fotografías».
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