RAÚL SALGADO | @raulsalgado | Ferrol | Lunes 6 abril 2015 | 15:19
Las calles se despiertan con calma el Lunes de Pascua en Ferrol, lugar en el que las vacaciones siempre duran un día más: gracias a San Julián tras la Navidad y a la Virgen de Chamorro en Semana Santa. La ermita que ensalza a Nuestra Señora del Nordés registra este 2015 un nuevo lleno en la primera gran romería de la primavera gallega y pocas semanas después de un incendio en el lugar.
De ese gran susto quedan pocos vestigios. La puerta trasera del templo luce cerrada y exhibe un madero en su parte central. Dentro, la calma aparente es la protagonista. Iluminación suficiente para divisar la pequeña talla desde cualquier esquina del recinto, repleto de curiosos, mayoritariamente de edad avanzada.
Sin embargo, parece que la primera hora de la mañana de un día soleado sugiere tranquilidad. Hay colas, claro, pero sin demasiados empujones. Termina una de las primeras misas y el gentío se agolpa en el atrio lejos de problema alguno.
Amanecer soleado
Amanecer soleado y apuntando a caluroso en ese punto que para muchos solo es noticiable el 1 de enero, con la marcha popular, y un día como este. Los coches se adueñan de las aceras, especialmente en el tramo de La Torilla, refugio para los que necesitan apoyo líquido para la caminata.
Las puertas de las pequeñas casas del valle de Serantes se abren muy lentamente, al tiempo que los grupos van descendiendo la cuesta de Xoane, esa en la que ya hay cola para comprar su solicitado pan. O las empanadas.
Armados con bocadillos y tortillas, los romeros se aferran a la tradición y revisan mochilas en el antiguo colegio London, particular lugar de parada antes de encarar el último tramo. Es temprano, apenas las diez de la mañana, pero ya alternan los que suben con los que ya bajan como buenos madrugadores.
Ropa deportiva
La ropa deportiva se hace imprescindible para todos, no solo para esos runners que también recorren la empinada subida a la iglesia como si la calle fuese suya. Tardan en aparecer los primeros puestos, que ofrecen casi de todo. Los mandiles, a 3 euros. Seducen como pueden los ambulantes, incluso para encajar unas rosquillas, fetiche de Chamorro.
Quesos y tartas conviven con prendas de todo tipo y helados, que aquí sale un rayo y creemos que es agosto. La carretera es exclusiva de Protección Civil, Policía Local, bomberos y Autos Paco, que transporta en un pequeño autobús a aquellos a los que las piernas les fallan para emprender tal reto.
Velas y gaitas desde el instante en que nace la romería, enroscando rosquillas al pie de una fuente que bien sirve para saciar la sed. Entre tanto crucero, por fin se ve el emplazamiento más elevado. Panorámica tremendamente limpia de la ciudad y la ría y los clásicos de cada año: la unidad móvil televisiva, los coches de policías y bomberos y Elisa vendiendo el cupón.
A algunos no les llega con los metros caminados y se adentran en el monte. La emoción comparte plano con los que buscan fiesta, alguna lagrima se atreve a salir de los ojos de los fieles que buscan con la mirada a la virgen pequeña. Exvotos de toda clase y condición en manos de aquellos que recurren incluso al taxi para llegar a Chamorro. Hay que llegar, como sea.
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