MARTA CORRAL | Ferrol | Jueves 25 mayo 2023 | 22:42
Sobre él pesa un relato complicado de sacudirse en una ciudad como Ferrol, pero Iván Rivas está dispuesto a pelearlo con argumentos incómodos, de esos que le ponen a una delante del espejo. Después de once años en la política municipal es paradójico que sea el más desconocido de los cuatro candidatos: saben su nombre, conocen el timbre de su voz y les sonará también físicamente, pero el candidato del Bloque Nacionalista Galego arrastra varios apelativos con los que no está de acuerdo, como me ha reiterado en estas cinco horas que he pasado el domingo 21 con él.
De cumplirse esa tendencia que hemos venido llamando efecto Pontón, Rivas y su equipo crecerán en las urnas y son conscientes de la oportunidad que se les presenta. Sin embargo, el candidato no está dispuesto a renunciar a la coherencia que lo ha traído hasta aquí, la misma que ha conseguido mantener los dos concejales que han supuesto para la formación un suelo que, en ocasiones ―como en 2015―, temieron perder. Por eso no lo veremos saliéndose del guión del proyecto de ciudad que ha venido defendiendo, pero sí lo estamos viendo más sonriente y mostrando orgullo por un Ferrol más oculto que él se esmera en sacar a flote.
Cuando me cita en la Artesa de Canido a las 10:00 horas, Rivas ya lleva casi tres horas despierto. Ya ha desayunado y ha ido a correr. Yo no llego a tanto y agradezco en este punto que el Racing no hubiese ascendido el día anterior para no forzar un reenganche que, a ciertas edades, te quita solvencia. Él toma un café y yo otro, pero con un cruasán de París. Mientras esperamos por Pepe Cunha, el orelludo que ocupa el número 7 de la lista como independiente, Iván lamenta que la política también adolezca de individualismo. Me dice que lo colectivo solo ocupa pequeños reductos, que se ha relegado la comunidad en favor del individuo, que los mensajes colectivos ya no existen.
Hablamos del ritmo de la campaña, de los medios de comunicación. Se queja de una posición de inferioridad en el trato. Me explica, importándole poco que su interlocutora sea periodista, que la prensa se vale de los últimos resultados electorales para fijar los espacios, los turnos de palabra en los debates, la publicación de las entrevistas. Asegura, desde la honestidad, que siente que son una especie de David contra Goliat aunque sé que las metáforas bíblicas no son de su agrado. Expone que este criterio favorece la tendencia y está lejos de dar la posibilidad de que se rompa porque les resta visibilidad. Después, disponer de un presupuesto menor para publicitarse, solamente lo empeora.
El ritmo de campaña dominical es más lento y ambos lo agradecemos. Me doy cuenta de que Rivas, aunque tímido ―o quizás por eso―, prefiere las conversaciones de tú a tú. Tiene un discurso lleno de recovecos, profundo, leído, con análisis. Rasca en lo que dice y dice lo que piensa con asertividad, pero con franqueza. Con Cunha en la mesa hablamos de las redes sociales. Él no tuvo hasta esta campaña, en la que se ha abierto un Twitter. Le confieso que creo que no lo lleva él porque parece un tuitero experimentado, y me corrige.
Intuyo que Rivas no se mostró emocionado cuando en el BNG de Ferrol llegaron a la conclusión de que tenían que volcarse más en las redes, pero ha sabido hacerlas suyas de alguna manera, sin más estridencias que la del selfie con el Xabarín en su última visita a la TVG para el debate. Vídeos cortos en los que va desgranando un programa que, por cierto, podemos consultar en este enlace. «Non son tan representativas», me dice, «ocorre como coas enquisas, que son un arma de dobre fío». Él prefiere las conversaciones con vecinos, por ejemplo, aunque entiende que es necesario difundir sus mensajes en estos canales.
Bajamos al teatro Jofre, que es el lugar de quedada con miembros de la candidatura y militantes. Es tercer domingo de mes y hay feirón en Ferrol, así que todos los partidos políticos acuden al tradicional reparto de propaganda a la gente que ha ido a comprar. «Non hai candidato sen foto con bragas detrás», me dice divertido Pedro Fernández, secretario de grupo el BNG de Ferrol desde 1999, mientras le saca una foto a Rivas durante el reparto. Con seis campañas municipales a sus espaldas, admite que ha cambiando muchísimo la forma de afrontarlas, pero que la esencia sigue siendo la misma: hacer llegar sus propuestas.
Cree que las redes han restado verdad aunque es consciente de que no se pueden dejar de lado. «¡A un euro, a un euro!», «¡para ganar las elecciones, cómprame camisetas!», gritan los vendedores a nuestro paso. Celso Posada, militante muy comprometido y conocido por sus luchas colectivas en Ferrol, va de avanzadilla. «Fago o que podo, non son máis nin menos que ninguén», me dice con modestia. Aparece también Mercedes Tobío, apurada, porque sin saberlo la habíamos dejado mangada cuando había ido a aparcar: «Non vos atopaba!».
También han venido al reparto María do Mar López y Roberto Montero, los números dos y tres de la candidatura, así como Iolanda Gomis, militante y vecina de Canido, a la que conocí durante el ciclo de cultura democrática Cóntamo ti. Mientras que comprobamos, con sorpresa y alegría, que los arbustos entre Irmandiños y la Alameda do Carbón son de laurel, charlamos sobre la imagen un tanto distorsionada de Iván que está fijada en el imaginario colectivo. Me dice, por ejemplo, que él nunca ha dejado de trabajar como arquitecto. Pienso que yo eso debería saberlo, pero en cambio tenía la idea de que únicamente realizaba algún proyecto suelto y que vivía de la política.
Explica que el proyecto de Rivas se llama Porkostudio – Aproveitase todo y me parece maravilloso. Hago autocrítica, desde luego, por desconocerlo, y me planteo si habrá más aspectos relacionados con Rivas sobre los que había creado mis propios prejuicios. ¿Quizás no sean de verdad «os do non»? ¿Puede que no sea finalmente el concejal que más se enrolla hablando en los plenos? ¿A lo mejor no es tan fácil ser coherente en la oposición como me lo ha parecido siempre? ¿Se puede ser del Bloque Nacionalista Galego y ser ferrolanista? ¿Tendrá algo que ver la imagen que nos ha llegado de él con el caballo y la plaza de España?
A lo lejos vemos a Jorge Suárez y me sale pedirle a Rivas si les puedo sacar una foto juntos, pero no sé muy bien por qué les invito a saludarse. «Isto co PP non cho fago, eh», me advierte Iván, entre risas. Llegamos al final del recorrido y volvemos hacia atrás para pasar por la zona de la quincalla y subir a Canido de nuevo, donde le espera un acto para presentar su política cultural y tomar un vermú con música galega pinchada por Cunha. Aprovecho para hablar con Mar, que es filóloga galega y profesora, contándome la dureza de un proceso de oposiciones que le llevó por caminos muy diversos y fructificó a la vez que su maternidad. También me habla de Frida, su perra, que se está haciendo mayor, como la mía, y ambas sabemos de qué van los sentimientos encontrados.
Rómpete el alma acalora la subida al barrio alto. «Xa ves que no BNG estamos pola mobilidade», me dice Pepe Cunha, quizás al verme hiperventilar un poco. En el Cruceiro nos esperan para el acto, con todo el montaje hecho, mientras las terrazas se van llenando de gente. Bruno Lopes, Lupe Ces, Inácio Martínez Paco Rodríguez o Loreto de Castro son algunas de las caras conocidas que esperan allí. Por la calle Riego veo venir a la compañera Elba de la Barrera, de La Voz, que ha quedado allí también con Tolla Izaguirre, la abuela del racinguismo, para hacerle una entrevista después del vídeo viral. Los gritos de «¡vamos a ascender!» se cuelan en la intervención.
Mar abre el acto, que continúa Pepe y cierra Iván, contestando a preguntas. Habla de la necesidad de descentralizar la cultura, de que lugares como los Dúplex, Cuerda Floja o Artábria cobren más protagonismo. Pone Os Maios como un ejemplo de «traballo combinado, unindo o que a xente quere e o que podemos facer». Valora la necesidad de dotar al Concello de más personal en Cultura, de que la programación sea participada, de que se apueste por las productoras locales y se promocione toda la cultura gallega. Saca a relucir ese Ferrol subterráneo que ha estado invisibilizado: el de Carvalho Calero, el de As Irmandades da Fala, el del Toxos e Froles, el de las tradiciones populares como las luminarias de San Xoán o el Samaín de Catabois.
«Facer política cultural non é facer programación», repite, valorando que la cultura es creación y que es preciso poner en marcha talleres creativos en los centros cívicos, dinamizar, además de igualar la oferta entre la zona urbana y la rural. Mencionó a la Banda Ferrolá de Música, al necesario impulso para el teatro vecinal, a los certámenes literarios que han dejado de convocarse desde el Concello, a la Poesía Salvaxe y a la lengua: «Cómpre crear espazos para a socialización da xente moza en galego», apuntaba, criticando que tanto PP como PSOE no estén empleando el gallego en sus intervenciones durante la campaña y la hayan relegado a «usos marxinais».
Nos sentamos a tomar el vermú y hablamos de todos esos interrogantes que planteaba hace unos párrafos. Empezaba Rivas argumentando, en contra del discurso de la continuidad que esgrime Mato, que «non houbo inestabilidade nestes anos aínda que non fosen os mesmos os que estiveron no Concello». Me rebate también que no es fácil mantenerse en la oposición y que, al contrario de lo que yo planteaba, esa bancada no lo aguanta todo: «É difícil ser coherente». Se ríe cuando le digo lo de «os do non», lo de sus discursos en el pleno. Asegura que un día les cronometraron y no era él quien más hablaba. Tampoco está de acuerdo con lo primero, cree que se ha ido expandiendo una imagen del portavoz del BNG que no es real.
Considera que el hartazgo de la sociedad ferrolana, con proyectos que se dilatan mucho en el tiempo, como el convenio con Defensa, instala la idea del todo vale con tal de avanzar y sacarse los asuntos de encima, pero es después cuando llegan las lamentaciones y sus demandas no parecerán tan pejigueras entonces. «Tivemos que aprender do que lle pasou a Xaime Bello», sostiene, como ejemplo de un regidor al que 20 años después de gobernar se le sigue reprochando el proyecto de una plaza de España que poco o nada tiene que ver con lo que dejó planificado. La batalla de Rivas pasa también por demostrar que él no es menos ferrolanista que nadie, pero lo es de otro ferrolanismo diferente. Del ferrolanismo que bebe de las tradiciones que en esta ciudad se taparon, en su mayoría, con la dictadura. De esas que tienen que ver con una cultura gallega que, a pesar de los esfuerzos y las inercias, puede que haya encontrado quien la rescate. Me despido, con mi barra de pan ya sin el corrosco, y le pido la foto final. Asiente y pregunta: «Sorrindo?».
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