FERROL 360 | Lunes 5 de mayo de 2025 | 15:43
Una carrera sin cronómetro, sin trofeos y sin coches de alta gama. Una aventura donde lo importante no es ganar, sino llegar a la meta. Así es el Chatarras Raid, una experiencia alocada y solidaria que recorre Marruecos en seis etapas y que busca, más que velocidad, historias que contar. Entre los más de 200 equipos inscritos este año están Emilio Árez, de 39 años, y la madrileña Yosimel Múnez, de 41, compañeros en Desguaces Noroeste, en Narón, y debutantes en esta cita con el desierto y con alguna que otra tartana que puede ofrecer un último viaje.
«Nos llegó lo del Chatarras Raid y no lo conocíamos de nada», cuenta Emilio desde Marruecos, con cobertura intermitente en mitad del trayecto. «Vimos que era una carrera por Marruecos, con coches viejos y con espíritu solidario. Nos pareció una aventura divertida y nos vinimos un poco arriba».
Un Seat Ibiza para la aventura
Eligieron un Seat Ibiza diésel que prepararon con lo justo para resistir el polvo, la arena y los baches. «Aquí los coches no van ni con barras antivuelco ni con nada profesional. Son utilitarios de más de 20 años que aguantan lo que pueden. Eso es lo que le da sentido a esta locura», explica Yosimel.
Las etapas cruzan zonas como las dunas de Cancán, el oasis de Tisertmine o los ríos secos del sur marroquí. Algunas, como la tercera, se atragantan. «Hoy nos metimos por un río seco, todo arena blanda, y nos quedamos enterradísimos», cuenta ella. «Estuvimos más de una hora con la pala, hasta que vino un todoterreno y nos sacó». Emilio añade entre risas: «Le vamos diciendo a todo el mundo que atropellamos una cabra, por darle emoción al viaje».
El día anterior, la suspensión del coche sufrió un golpe fuerte y la vaca del techo acabó cayendo sobre el parabrisas. «Ahora lo llevamos medio roto, como en la peli de Ace Ventura», bromea Emilio. Pese a todo, avanzan. «Vamos muy bien, incluso mejor que otros con coches más grandes. Aquí hay de todo: Citroëns viejos, Ibizas, algún todoterreno… pero la clave es el compañerismo».
Solidaridad entre pilotos
Esa solidaridad entre equipos es una de las señas de identidad del raid, que la organización define como una aventura pensada para «los más tronados», donde lo importante es compartir, pasarlo bien y ayudar. «En cuanto alguien te ve parado, frena y pregunta si estás bien. No hay rivalidad, todo el mundo se ayuda», asegura Yosimel.
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Las noches se pasan en campamentos improvisados, a veces con servicios mínimos. «Dormimos tres días en el desierto. En una de ellas, enganchamos una lona con unas gomas a una casa y cocinamos ahí debajo, como los tuaregs», explica Emilio. Llevan comida precocinada y un hornillo. El calor, dicen, «es aplastante», pero por la noche la amplitud térmica es acentuada y necesitan abrigarse bien.
Sobre quien conduce, no hay normas. «Somos los dos pilotos colaboradores. Vamos turnándonos al volante según el momento», dice Yosimel. Y aunque no buscan ganar nada, la experiencia ya está valiendo la pena. «Aquí el mayor premio es llegar. Y tener algo distinto que contar. Algo auténtico», resume Emilio.
Como dice el lema del Chatarras Raid: esto no es solo una carrera. Es una comunidad. Una forma diferente de viajar. Y una historia que, desde Narón al desierto marroquí, ya está dando que hablar.
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