REBECA COLLADO | Ferrol | Sábado 26 julio 2014 | 13:01
Me gustaría saber qué se le pasó por la cabeza a David Bisbal cuando en la noche del pasado viernes se subió al escenario y vio un estadio de la Malata medio vacío. Porque seamos sinceros, actuar ante miles y miles de personas tiene que imponer, pero actuar en un lugar donde hay más espacio vacío que gente debe de ser duro de enfrentar.
Y es que de las 9.590 entradas no se vendieron ni la tercera parte, lo que provocó que el estadio tuviera un aspecto desangelado, con muchas zonas libres y unas gradas que parecían estar muy lejos del concierto. Pero que nadie se equivoque, este fracaso no tiene nada que ver con la supuesta falta de tirón del artista, sino con el precio de las entradas.
En los últimos días no he dejado de oír comentarios de madres, niñas y chicas jóvenes que aseguraban que 30 euros no los pagaban por ver a Bisbal, pero por la mitad o por 20 euros, sí que habrían asistido al concierto. No voy a decir que si las entradas fueran más baratas se llenaría el estadio, pero la imagen habría sido bien diferente.
De todas formas, las seguidoras y seguidores, que también había mucho padre, novio y fan, se empeñaron en vivir una noche mágica y llenar los espacios vacíos del estadio como mejor saben: cantando, saltando, bailando y gritando piropos al cantante para hacerle llegar todo su cariño.
La hora marcada para el inicio del concierto era las 21:30 horas, sin embargo a esa hora aún había gente haciendo cola para entrar. Una vez en el interior de la Malata, una pancarta llamó mi atención, decía: «Somos tres generaciones. Te queremos David». Así que me fijé en el público y comprobé que las edades eran de lo más variadas, desde niños de unos 7 años a gente que rondaba los 50, o más.
Algunos parecían un poco despistados y se enfundaron para el concierto de Bisbal una camiseta de Melendi y de Los Ramones. Despistados o no, nadie dejó escapar la ocasión de hacer saber a sus amigos de Facebook, Instagram y Twitter en donde estaban. Fotos y fotos delante del escenario antes del concierto para poner los dientes largos a más de uno.
Con media hora de retraso, David Bisbal saltó al escenario y el público enloqueció. Con americana negra, pantalones del mismo color y camisa blanca, el almeriense abrió el concierto con el tema Tú y yo. Acababa de empezar y ya tenía a todos en el bolsillo.
El segundo tema del concierto fue toda una sorpresa. Su canción más antigua: Ave María. Aunque interpretó una versión un poco más pausada que la original, el público se arrancó a saltar, a corear y a cantar. Sin duda, una demostración de que el artista no reniega en absoluto de sus inicios.
Y llegó el momento en el que Bisbal se dirigió a sus seguidores y les aseguró que era «un placer estar aquí con todos vosotros», en una «maravillosa tierra que siempre me ha recibido con un gran abrazo». También hizo referencia a algunas de las banderas de Cataluña, Suiza y México que se podían ver en la zona vip. Al «os quiero mucho» de Bisbal, unas chicas respondieron «yo también te quiero guapo».
El artista continuó interpretando temas de su último álbum como Horas y Sí pero no. El público aprovechaba el espacio libre para bailar a gusto, sin miedo de empujar al de al lado. Y es que si algo tiene de bueno la poca afluencia es el espacio y la oportunidad de ver más de cerca al artista. Por ello, móvil en mano, todos grabaron sus canciones favoritas como recuerdo de la noche. Y tampoco faltaron los selfies, calculando el momento en el que el Bisbal también entrara en la foto.
Quién me iba a decir, Esclavo de sus besos, Lloraré las penas y Silencio levantaron al público que cantaba, bailaba y saltaba al ritmo que marcaba el almeriense. Los temas de siempre se quedaron un poco apagados ya que las nuevas versiones son más pausadas que las originales. También más pausado se mostró Bisbal, que no se dedicó a pegar patadas al aire o a girar cual peonza sobre si mismo como hacía en sus inicios.
Las baladas son una parte muy importante de los conciertos del artista, así interpretó Burbuja, que según dijo se la habían pedido sus fans durante la semana, Culpable y Dígale, «la balada más viejecilla del repertorio», comentó. Pero que trece años después sigue tocando el corazón de sus seguidores que la cantaron a voz en grito.
Antes del descanso interpretó la canción No amanece y cautivó, si aún quedaba alguna no cautivada, a todas sus seguidoras diciendo que «ojalá no amaneciera nunca para quedarme aquí con vosotros». A las 23:22 horas Bisbal se despidió y antes de que pudiera desaparecer del escenario ya le gritaban «otra, otra», pidiendo así un bis.
Se hizo esperar a penas dos minutos y saltó de nuevo al escenario esta vez con una camiseta negra y un fular para cantar Alandalus y Torre de Babel, que hicieron mover las caderas a todos los presentes. El momento más íntimo de la noche llegó con Mi Princesa. Junto al piano, Bisbal interpretó una de las canciones más emotivas del concierto. Antes preguntó «¿cuántas princesas hay aquí en Ferrol?», todas corrieron a levantar la mano.
Diez mil maneras puso el punto y final a la actuación, que concluyó a las 23:41 horas. Una hora y cuarenta minutos que supieron a poco a sus fans, deseosos de repasar uno por uno todos los temas del cantante. Bisbal no defraudó y dejó un buen sabor de boca entre el público. A la típica pregunta después del concierto de «¿te gustó?», todas las respuestas eran un sí sonriente.
El sonido fue impecable, las dos pantallas colocadas a los lados del escenario permitieron que el público en las gradas no perdiera detalle del cantante, y la energía y derroche de voz de Bisbal encandilaron al público. Un público que no sólo estaba en la Malata. Y es que no fueron pocos los que se dieron cita en la zona del Baluarte de Canido para ver y escuchar al almeriense.
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