RAÚL SALGADO | Ferrol | Viernes 16 septiembre 2016 | 22:33
Indudable que Ana Pontón se erigió en protagonista del debate emitido el pasado lunes en TVG y Radio Galega. Tan evidente como que su nombre parece escucharse más por las calles y que genera una expectación mediática creciente. El BNG ha detectado esas sensaciones y se presta a exprimir el buen momento en lo que resta de campaña.
Aprovechando los últimos coletazos del verano, los nacionalistas sacaron a la plaza de O Inferniño su acto de este viernes. Atardecer lento, pero la noche asomaba cuando concluía. Apenas 40 minutos, quince de retraso para el inicio. Espacio acotado en la zona más próxima al Centro Carvalho Calero y más de 200 personas en sillas y grada del espacio público.
Había plan alternativo: alojar el mitin en el contiguo recinto cultural. Pero no llovió, salió el sol. En todos los sentidos. La formación frentista sonríe y Pontón baila antes de asaltar el escenario a ras de suelo. Al son de música gallega que copa la megafonía y con calzado cómodo, que son días de ajetreo. Entran aplaudiendo y entre aplausos a un tiempo y posan.
Iván Rivas, portavoz en el Concello, recurre al tono pausado a modo de recital poético. Impulsa cuando cree que el contexto lo requiere; dice que «vivimos nun mundo complexo», pero de respuestas simples como «si e non, branco e negro, dereitas e esquerdas». Aboga por el inconformismo frente a quienes sostienen que nunca se estuvo «mellor que agora» o que lo pasan «peor noutros sitios».
Por la lucha de quien trabaja «12 horas diarias», vuelve al paro y se queda «agardando a que o volvan a chamar». Luego no hay llamada y se lamentan «porque algo fixo mal no tempo que estivo explotado». Aunque no sea culpa suya. Nada de resignación, propone el edil; de no ser capaces de «dicir basta; hai que ter bo tono, o que o pobo quere oír».
Ante la «política da hipocrisía», espeta que «a vida non é gris, está chea de cores». Apela a la «rebeldía», a replicar que «non me dá a gana de seguir tolerando esta situación». Concluye alertando, sin citarlos, sobre Ciudadanos: «A laranxa mecánica quere entrar no Parlamento, será comendo feixóns máxicos». Las incursiones televisivas de Cristina Losada son oro para el BNG.
Escaso discurso estricto sobre Ferrol, únicamente una referencia al 20 % de suelo urbano que ocupa Defensa mientras persiste una «cidade en ruínas». Coge el relevo Manuel Polo y lo hace rozando la emoción. El dirigente viene del entierro «do crego de Barallobre, un bo e xeneroso». Elogia su trayectoria, para que luego digan de nacionalistas e Iglesia.
Afirma que «cando ninguén imprimía en galego, en anos escuros», él lo hizo. «Ese era don Elías», que quiso ser sepultado «ao carón de Andrés Ares, fusilado polos fascistas». Carga ideológica desde entonces en su alocución, con la que denuncia que el PP «recentralizou» e invadió competencias en aras del «austericidio».
Polo reclama la «defensa da nosa soberanía» y un «marco xurídico e político» propio. Afea la «remuda do xefe do Estado», hijo del «imposto polo dictador». No acaba de refrescar, aunque no es menos cierto que hay mangas largas. Sin frío, se habla del centenario de las Irmandades da Fala para enlazar con su mensaje de «coherencia, dignidade e determinación».
Sigue sin mencionarse su denominación, pero subyace de nuevo Ciudadanos. Antes de dar paso a Rosana Pérez, Manuel Polo exige que se vote a personas «que saiban falar, que saiban do que falan». Llama la atención sobre las «persoas que non dan o nivel suficiente» y solicita a los presentes que «exerzades con dignidade».
Finaliza: «Falade para que voten». Esa será una de las ideas decisivas del acto, la movilización del electorado fiel al BNG como eje prioritario. Luego vendrán otros atraídos por lo sugerido. Percepción de convocatoria electoral ya no relevante, sino casi histórica. Una oportunidad que ven al alcance de su mano.
Militancia de base acapara los asientos, pero quizá hay más inexpertos en la teoría frentista que en otras ocasiones. Se oyen más charlas alrededor del perfil de la aspirante a la presidencia del Gobierno gallego, se presume que esta vez la pequeña pantalla puede haber servido en bandeja un regalo digno de ser rentabilizado.
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