RAÚL SALGADO / RAÚL LOMBA | Ferrol | Sábado 12 octubre 2019 | 22:20
Queda más de una hora para el primer partido del Baxi como local. Exiliado en Esteiro, vuelve a los orígenes de su era de mayor espectáculo. Al pabellón que le elevó. Puede que muchos de los presentes ni siquiera imaginasen que iba a ser otra de aquellas tardes.
Una cola como las de entonces rodea parcialmente el recinto. Llega el bus del Ibaizabal, la exuniversitaria Marta Miscenko saluda al vendedor de frutos secos apostado a su pequeña camioneta. Puntualidad británica, abre la puerta y la fila se disuelve exactamente en 5 minutos. Un rato después, se roza el lleno.
Al son de las peñas, el balón se mueve pasadas las siete de la tarde. Miller despunta desde el arranque y Leaupepe otorga los primeros puntos. Se hace de rogar la efectividad del aro en un primer cuarto de escaso bagaje en ese ámbito ante un contrincante al comienzo descoordinado y poco potente.
Un triple y el Baxi se rearmó para avanzar paulatinamente. Entró en liza Patri Cabrera y reaparecieron problemas con la publicidad adosada al parqué. Como cuando se debutó en A Malata. El regreso al pasado fue tal que se acabaría arrancando… y debajo yacía el anterior patrocinador.
Enemistadas con el tablero, las de Lino López y Sandra Prieto encadenaron sin éxito disparo tras disparo. Con un juego coral por encima de personalismos, el cielo se construía desde abajo. Palmo a palmo, las locales apretaron hasta el 14-14 del primer cuarto y la reducida diferencia persistió en el segundo, con un 36-33 al cierre.
Sin acciones sobresalientes, imperó cierto dinamismo y ya rumbo al descanso fue cuando Ibaizabal tiró de estrategia y redobló la exigencia física. Como claras protagonistas, Allen y Miller, llamadas a mucho en un vestuario en construcción.
Más pausado en la reanudación, al Baxi le pasó factura el ímpetu vasco y no supo aprovechar un bajón visitante para despegarse del empate casi perpetuo. Habitualmente en el alambre, Ibaizabal comenzó a proponer un goteo de canastas y se asomó con más descaro al balcón del tablero.
Obligó a la carrera a un bloque a veces desprevenido; con todo, 47-48 antes del cuarto definitivo. La igualdad parecía llamada a borrarse y al calor del enfado de Lino López se estiró el contrincante. Como respuesta, una despedida de idea más fina y más empuje. El afán práctico se hizo brujería, 61-61.
Una prórroga para volver a la senda del talismán que guiaba las citas de gloria de las universitarias. Saltaron con el cuchillo entre los dientes y cualquier desventaja se antojaba posible de olvidar en segundos.
Un minuto para el delirio y la puntuación incluso prometía sonrisas. Por contra, Ibaizabal se soltó hacia el 69-73 de la conclusión. No impidió una ovación tras la bola extra a un Baxi que se moldea y que añora Esteiro, pero ahora apunta al retorno a la sede de A Malata.
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