JAVIER ONTAÑÓN | Viernes 24 de mayo 2024 | 7:00
El inicio de las Cosas.
En primer lugar, me gustaría agradecer que hayan contado conmigo en este diario digital, para entretener durante un rato a todas esas personas que leen más allá de los titulares. Estoy contento por poder escribir esta pequeña aportación y las que vengan con cierta periodicidad a un medio de información tan vivo como nuestro, en el que la proximidad y la objetividad prima por encima de otras cuestiones.
No soy periodista, ni escritor, soy abogado. Bueno, antes de eso soy curioso, observador y analítico. Lo cierto es que le cogí gusto a esto de escribir de mayor, con las redes sociales, compartiendo ideas locas, relatos o textos cuyo objetivo siempre fue generar risa o por lo menos, una sonrisa.
Mi abuelo Emilio Ontañón Alvariño, era profesor de escuela. Su vida le exigió ser adulto muy joven, y en su condición laboral, fue destinado a muchos sitios de toda la geografía Española. En cada uno de ellos fue aprendiendo desde su juventud, hasta que de mayor volvió del Sahara cuando era colonia Española.
De todas aquellas vivencias, regresó cargado con una maleta llena de sabiduría, recursos y estilo literarios. En su fase final vital, cuando pudo llegar y asentarse en sus origenes, escribía una columna en un periódico en la sección de “Local”.
Era una columna sin mayor ambición que compartir recuerdos y experiencias, una opinión sobre el antes y ahora que se pueden permitir los que han vividos ambos tiempos.
Supongo que esta es la manera que tengo de hacer un pequeño homenaje a ese Señor que siempre fue tan cariñoso conmigo, prosiguiendo una afición, la de contar cosas desde el desenfado, sin encorsetamiento y con ánimo de que quien quiera, pase un rato agradable.
En mi caso, escribiré recuerdos, reflexiones, comparaciones y análisis de situaciones, circunstancias y comportamientos de las personas o seres, o por lo menos lo que yo libremente interprete de estos.
Unas veces el contenido será acertado y otras veces no; unas veces serán cosas que crea y plasme; y otras veces serán textos alejados de mi opinión personal con el ánimo de remover alguna conciencia o dar una perspectiva distinta a un tema determinado. A veces serán anécdotas ciertas y otras veces serán ornamentadas fantasiosamente…Quien sabe lo que ocurrirá.
Es cierto que antes, cuando alguien escribía en prensa física, no había derecho de réplica o comentarios al respecto. Me parece perfecto que eso exista ahora. Todos tenemos a nuestra disposición un altavoz con esto de internet y es bueno que haya un debate, siempre que sea enriquecedor y en un contexto de respeto, por el que se expone escribiendo y por el ciudadano que opina.
El tema de los haters o personas que malinterpretan voluntariamente o no un contenido y se expresan de forma inadecuada, es algo que desgraciadamente existe y parece inevitable; pero bueno, para eso están los procedimientos judiciales correspondientes, incluso penales por injurias, calumnias, amenazas…O lo que sea.
Así, por comenzar por algo, y ya que estamos al inicio de esta aventura, me gustaría hacer mi primera reflexión sobre un comienzo.
Existe una pregunta conocida que hace alusión a dicha cuestión ¿Qué fue antes el huevo o la gallina? Esta simple pregunta, enfrenta dos concepciones vitales, la científica y la religiosa. La teoría de la evolución versus el génesis de las especies de manera espontánea por creación divina.
Recuerdo cuando era niño, y no sabía ubicar temporalmente lo de Adán y Eva en conjunción con la teoría de la evolución de los homínidos. Chocaba en mi mente lo que me enseñaban antes del recreo con lo que me enseñaban después del recreo, era contradictorio.
Pero bueno, al tema. Supongamos que existió un pariente ancestral de la gallina, que en cada descendencia que iba sucediéndole, se iba aproximando un 0,0000000000000000001 a lo que sería la gallina actual, por ejemplo.
Esto supone que con cada nacimiento, esa cuasigallina se iría aproximando a lo que sería una gallina de hoy. Llegaría un momento en que, tras un satisfactorio apareamiento, por lo menos para el macho, la hembra con una genética de un 99,999999999999999999 de gallina, tendría descendencia por lo que pondría un huevo, siendo su ocupante un 100 % gallina, por tanto, fue antes el huevo.
Para mí ya estaría resuelto. Pero por liar el tema y estrujarnos el melón con consideraciones más profundas objeto de controversia a día de hoy; Entra en juego otra idea objeto de regulación legal, por lo menos en los humanos en la que entraremos más adelante.
¿Consideramos que el embrión, o sea el resultado de la unión de los gametos femenino y masculino ya se considera gallina? Porque si es así, ese embrión aún no está recubierto por la cáscara que sería el huevo. Por lo tanto, habría que precisar en qué momento consideramos que existe gallina para delimitar exactamente qué fue antes ¿cuándo es concebida o cuando eclosiona el huevo?
Estas preguntas en principio chorras, en los humanos tienen una gran profundidad y han sido objeto de actual y extenso debate con su correspondiente regulación legal.
¿Cuándo entendemos que un ser existe y es preciso protegerlo? ¿Cuándo hay fecundación? ¿Durante la gestación? ¿Cuándo hay nacimiento? ¿Tras un tiempo después del nacimiento? ¿Cuándo tiene personalidad jurídica y por tanto es sujeto de derechos y titular de relaciones jurídicas?
Déjenme mostrarles hoy solo la patita del asunto, para no hacerme pesado, intentando dar en el futuro una explicación jurídica desde la regulación legal a esas cuestiones.
Sin querer esta reflexión me ha llevado a un texto demasiado profundo en el que tantas opiniones serían posibles como ideologías o religiones existen.
No querría influir tanto en los lectores, como para que cuando alguien decida hacer una tortilla de patata, venga a su mente imágenes de gallinas sonrientes disfrutando de su corral a cámara lenta abrazándose con sus alas con música de Enya o la banda sonora de William Wallace, planteándose si es un homicida de aves, hasta el punto de no poder cascar un huevo, lo que fue primero.
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