MARTA CORRAL | Ferrol | Miércoles 25 noviembre 2015 | 22:32
‘Sara’ está con su bebé en el salón. Sonríe cuando entro y me saluda algo nerviosa. Su hija de pocos meses está dormida en el carrito. No hacemos ruido para no despertarla. Es la cuarta, a pesar de que ‘Sara’ tiene sólo 23 años.
Ella llegó a la casa de acogida que tiene el Patronato Concepción Arenal en Ferrol huyendo de su marido, que no dejó de pegarle palizas ni durante el embarazo. Ella es una madraza a la que sus padres casaron con sólo 12 años.
Ahora, a pesar de que aún no es capaz de asimilar que no es normal que la persona que supuestamente te quiere te golpee hasta el alma, mira hacia el futuro con un brillo en los ojos. Quiere estudiar. Aprender un oficio y encontrar un empleo que le permita ser una mujer libre y criar a sus cuatro hijos. Seguro que lo consigue. Estoy convencida.
Mirando su reloj de reojo para saber cuándo le toca la siguiente toma a la niña, ‘Sara’ se siente protegida ahora. Está venciendo el miedo y eso la hará invencible.
Conocí a ‘Sara’ esta semana cuando fui al piso del Patronato a entrevistar a la psicóloga Beatriz Dorrio, presidenta de esta entidad que el año próximo cumplirá 110 años y que empezó como un asilo asistencial infantil para convertirse, con los años, en un hogar de integración social para mujeres sin recursos.
Ella me explica que a la entidad llegan mujeres con maltrato y sin él, aunque reconoce que al tratarse de mujeres vulnerables, en mayor o menor medida, han sido víctimas: «La pobreza no es solamente económica. Muchas veces es emocional, moral… Cuando una persona crees que te quiere y te dejas llevar, se aprovechan. Por esa necesidad de cariño que tienen, dejan que abusen de ellas, porque tienen dependencia emocional. Que me hagan caso aunque sea insultándome, piensan», relata Beatriz.
Cuando hay violencia de género atestiguada, las mujeres acompañadas de sus hijos pasan primero por los servicios sociales del Concello -en el caso de Ferrol por la Casa de Acollida-, donde pueden estar tres meses que podrían prorrogarse a seis o, en el caso de que no haya plazas, las derivan directamente al piso del Patronato.
Allí las acompañan al médico y al INEM. Hacen el currículum con ellas, les buscan formación o ayudas económicas y les piden que ahorren, que se muevan, que sean ellas mismas las que recorran el camino hacia la integración y sean capaces de cuidar de sus hijos. Les hacen ser críticas y, cuando las trabajadoras de la entidad aseguran cierta viabilidad, les ayudan a independizarse.
«Concepción Arenal tenía ya en su época las claves para ayudar a estas mujeres. Decía que había que ser como una madre con ellas. Tú no haces ningún juicio de valor de nada. Ya sabes que la vida es muy difícil y que van a meter la pata un montón de veces. Pero cuando, a veces, no les va bien fuera del piso, porque a día de hoy la vida también está muy cara, regresan y se vuelve a intentar. Y así las veces que haga falta», reconoce Beatriz.
Alerta: mujer víctima de malos tratos
Le pregunto a Beatriz cuáles podrían ser las pistas para saber si alguien de nuestro entorno podría estar siendo víctima de la violencia machista y lo tiene muy claro: el aislamiento y el control. «Cuando una mujer empieza a aislarse de su grupo de amigos, a no realizar sus actividades habituales, a no hablar de temas personales, a salir siempre a la calle al lado de su pareja y nunca sola o con amigas: ahí hay un control. Ese hombre está evitando que ella salga sola de casa y pueda contar lo que está pasando», señala.
La psicóloga nos recuerda que «el que maltrata tiene miedo a ser descubierto», por lo tanto debe controlar y vigilar, mientras la mujer «está avergonzada y en la mayor parte de los casos se va a tapar los moratones»: «Tiene tanta vergüenza y tanto miedo de que se sepa porque se siente culpable. Asume que lo que está pasando es normal. Cree que está loca, como le dice su pareja, que no podría hacer nada si él no estuviese a su lado».
Los niños son espejos de la realidad familiar
«Los niños son los primeros en comentártelo», dice Beatriz, añadiendo que «sus juegos representan lo que están viviendo en casa, son verdaderos espejos». De hecho, ‘Sara’ comentaba que su hijo mayor pegaba a otra de sus hijas diciendo:: «Jugamos a papá y mamá».
La psicóloga asegura que un niño en el colegio plasma la realidad del hogar en clase o en el patio y que, muchas veces, los profesores podrían ser los primeros en detectar que algo está ocurriendo en ese entorno familiar porque «hay señales», pero la escasa formación de los profesionales de la educación en este ámbito y, muchas veces, lo engorroso de un proceso judicial, provoca que miren hacia otro lado: «Para enfrentarse a estas cosas hay que ser muy valiente», admite Beatriz.
¿Qué podemos hacer?
Si detectamos maltrato en familiares o amigas lo fundamental, según Beatriz, es tener mucha paciencia porque salir de un entorno de violencia machista es un proceso largo en el que las mujeres suelen tener recaídas frustrantes para su entorno. Hay que mantenerse a su lado y hacerles ver que no son las culpables y que lo que les está pasando no es una situación normal, incitándolas siempre a acudir a profesionales cualificados.
En el caso de que sean vecinas o mujeres que no conocemos, no hay que dudar a la hora de llamar a la Policía: «La Policía va a ir hasta allí. Lo bueno de esto es que el agresor sabe que alguien está atento a lo que hace y que puede volver a llamar a la Policía en cualquier momento, así que tiene que controlarse. No estás eliminando la violencia, pero el agresor no va a sentirse tan libre a la hora de pegar palizas. Así se mitigan las agresiones», relata la experta.
Una vez alejadas de los matratadores, comienza para las mujeres un camino duro hacia su empoderamiento, trabajando su autoestima, volviendo a coger las riendas de su vida para ser libres de nuevo. La sociedad debe dejarles claro que estará apoyándolas desde las administraciones, la justicia y la opinión pública, mostrando tolerancia cero con sus verdugos.
Si crees que tú o alguien de tu entorno puede estar sufriendo violencia machista, el 016 es un servicio telefónico de información y asesoramiento jurídico en materia de violencia de género. Puedes llamar desde cualquier sitio porque las llamadas que hagas a este número no dejarán ningún rastro en la factura del teléfono.
En la comarca Almat también pone a disposición de las víctimas un servicio de atención telefónica que funciona las 24 horas del día, el 607 60 34 42.
Adelante, valiente, no estarás sola. De hecho, ya no lo estás.
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