MARTA CORRAL | Ferrol | Viernes 9 marzo 2018 | 14:03
Compañeiras nos soños do Edén, unha illa no medio do mar, que iluminan o loito máis negro que esquece o desterro e o medo a loitar.
Cuando volvíamos a casa este jueves estábamos felices, empoderadas, con ganas de irnos de marcha juntas, de abrazarnos, de bailar hasta la madrugada. La jornada histórica que supuso la huelga feminista de este 8 de marzo, lejos de quedarse en una anécdota, ha servido de estímulo para que la lucha de las mujeres por la justicia social que el patriarcado nos lleva robando tantos siglos esté cada día más viva y más cerca de conseguir su objetivo.
Después de que por la mañana los estudiantes de la ciudad naval hayan dado una lección a todos los que creen que la juventud de hoy en día está dormida. Después de escuchar a las mujeres del 72, que siguen en pie después de todos los reveses imaginables. Después de ver que la mayoría de los medios de todo el país se volcaba para visibilizar que las periodistas ese día parábamos. Después de todo, llegamos a las ocho a la plaza de España para fundirnos en un abrazo fraternal, marchar juntas y gritar juntas.
Paros en los principales centros de trabajo, a pesar de los esfuerzos de los sindicatos para calificar nuestra huelga como una movilización de segunda que solo merecía dos horas de inactividad -gracias, no vamos a olvidarnos de vuestro apoyo-, es cierto que para las autónomas no es fácil secundar estas iniciativas, pero no es menos real que fuimos muchas en la comarca las que no hemos trabajado, que no os cuenten lo contrario. De hecho, en nuestro sector, a excepción de dos medios de comunicación, las periodistas de Ferrol hemos parado en mayor o menor medida. Gracias, compañeras.
Una manifestación multitudinaria
Tampoco fuimos cientos, fuimos miles las mujeres y hombres que llenamos las calles de Ferrol de lila. Sin datos oficiales desde la convocatoria, entre las compañeras periodistas calculamos entre las 3.500 y 4.000 personas. Una plaza de Amboage en la que no cabía ni un alfiler. Una plaza en la que bailamos, porque nuestra revolución es dura pero es feliz, y donde cantamos contra todos aquellos que nos quieren sumisas y encerradas.
Y entre nosotras, los hombres que se esfuerzan por dejar atrás al machito para el que fueron educados -benditos seáis-, no sabían muy bien qué cara poner. «¿No los estáis viendo como desubicados?», comentaba una compañera. Quizás no esperaban que nuestra reivindicación fuese una fiesta, porque estamos tan seguras de que lo que reclamamos es tan justo, que lo pedimos cantando. Ya estamos jodidas el resto del tiempo como para no disfrutar cuando estamos juntas.
Lo de este jueves fue emocionante. Que no se nos olvide que sin nosotras el mundo se para. ¡Esto se cae!
Mais aínda seguimos aquí a aturar tempestades de sal, resistindo a violencia de mans desas serpes e cans que nos queren calar.
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