MARTA CORRAL | Ferrol | Miércoles 1 febrero 2017 | 9:40
Regentar una academia de idiomas y tener éxito no es nada fácil. La receta pasa por ofrecer un servicio de calidad, sin duda, pero también por diferenciarse, innovar y convertir tu opción en la más atractiva. En este momento de «saturación» de este tipo de negocios, con una competencia voraz, «es difícil posicionarse», pero no imposible, dicen los dos emprendedores que os presentamos. Ellos lo han conseguido. ¿Cómo? Con grupos reducidos de alumnos, descuentos, horarios flexibles y el compromiso con un aprendizaje integral.
Augusto Piñón y Rüdiger B. Arndt llevan poco más de dos años al frente del Centro de Idiomas Babblers, situado en la calle Españoleto, en Ferrol. Con una media anual de 80 alumnos pueden presumir de tener prácticamente un pleno de aprobados en el examen de Cambrigde English, como ha sucedido en esta pasada convocatoria de diciembre.
Ahora, empiezan una nueva tanda de preparación en el mes de febrero y esperan que se repita el éxito. «Tenemos una cuota altísima de aprobados. Estamos presentando al año a unas 40 personas y aprueba la mayoría», explica Augusto, que capitanea el centro junto a Rüdiger, buscando que sea un referente formativo, en continua evolución y «socialmente comprometido».
No en vano contemplan rebajas para universitarios, personas desempleadas o hermanos en edad escolar, así que es normal ver en sus aulas desde niños de 8 años en adelante hasta adultos que rondan los 70. Aunque, el 80 % de sus alumnos, aseguran, proceden del campus: «Hemos triunfado en la Universidad. Somos un poco la academia de referencia porque abaratamos para ellos nuestras tarifas y siempre vamos a principio de curso a promocionarnos entre los grupos de estudiantes», explican.
Después, «el boca a boca», admiten, hace el resto, aunque también les llegan clientes a través de su web o de su página de Facebook, dos plataformas que alimentan ellos mismos. «Somos profesores, administrativos, directores, traductores…», bromean, aunque sin faltar a la verdad, ya que el emprendedor multitarea se ha convertido en un espécimen de lo más común en esta sociedad que vive demasiado deprisa.
Más que una academia
Además de su oferta formativa para aprender, mejorar o certificar el inglés y el alemán a través de clases presenciales, Rüdiger y Augusto no han querido renunciar a su espíturo creativo y han puesto en marcha otras iniciativas para que ni el horario ni la geografía supongan un obstáculo para el aprendizaje. Eso sí, sin «diversificar demasiado, porque si no, te puedes perder», apostillan.
Así, ofertan clases de inglés o alemán a través de Skype e incluso facilitan bonos para clases individuales, por si la vergüenza o la conciliación no permiten asistir en un grupo. Cinco o diez horas que impartirán a la hora que más convenga al alumno, acordándolo con el profesor. También dan clases en empresas o a grupos externos, como los cursos que ofrecieron en el Centro de Emprego del Concello de Ferrol sobre atención al cliente en inglés.
En materia de traducción e interpretación también son una referencia. Trabajan por encargo para empresas de todo tipo, traduciendo contratos, publicaciones corporativas o páginas webs. «Rüdi es alemán y bilingüe en español, yo he estudiado Filología Inglesa y para traducir francés contamos con una traductora que se crió en Francia», explica Augusto, aunque es Rüdiger el que coordina esta área y él se centra más en la gestión de la academia, estando aún así «en comunicación constante y los dos trabajando en ambas».
El inglés sigue reinando
Aunque puede parecer que el alemán va escalando posiciones, la lengua inglesa sigue siendo la más demandada y el francés «ha caído en picado», comentan, por eso no acaba de cuajar ningún grupo en Babblers. Las clases estándar que ofrecen contemplan dos sesiones a la semana de hora y media cada una, siendo de sólo una hora en el caso del alemán, con grupos de un máximo de ocho personas divididos según el nivel estándar homologado.
«En el caso del inglés sí que es cierto que muchos de los que vienen lo hacen con el objetivo del exámen de Cambrigde, pero también hay quien acude porque quiere aprender el idioma», analiza Augusto, explicando que ofrecen la primera clase gratis para «que vean si les gusta».
«Intentamos que una vez que cruzan la puerta del aula hablen todo en inglés, es muy importante», cuenta, admitiendo que en esta época de «friki series» se nota una mejoría entre la gente que las ve en versión original. «Les animamos siempre a envolverse en la lengua. Por ejemplo, aquí tenemos una pequeña biblioteca de libros y películas en inglés que pueden coger prestados, para acostumbrar el oído», dicen.
Admiten que el grupo sénior, como llaman al compuesto por los que rondan los 70 años, «vienen con una ilusión tremenda», pero reconocen que el aprendizaje es más fluido entre los más pequeños: «Los niños son esponjas, en todo. Con ellos intentamos evitar repetir el colegio. De cole a cole, eso no mola», comenta Rüdiger.
Así, para no saturarlos después de acudir a todas las actividades a las que asisten, procuran hacer sesiones dinámicas en las que el libro sea un guión de acompañamiento, pero haya mucha conversación e, incluso, actividades temáticas: «En Halloween hacemos calabazas y en Navidad, por ejemplo, un café con las familias y los alumnos mayores, en el que los pequeños preparan canciones, como el Let it be de los Beatles», recuerdan.
Caminos que se cruzan
Babblers inició su actividad en octubre de 2014, pero Rüdiger y Augusto se conocen desde 2002, cuando coincidieron trabajando en la sección internacional de una empresa de artes gráficas de la comarca. «Empezamos a ser amigos y, a pesar de separarse después nuestros caminos profesionales, mantuvimos nuestra relación», explican.
Augusto recaló entonces en una academia de idiomas en Pontevedra y Rüdiger quiso emprender un proyecto de servicios lingüísticos que, en solitario, «estaba siendo muy duro y no fue muy fructífero». «Yo quería volverme a Ferrolterra y pensé: ¿por qué lo que hago allá no puedo hacerlo aquí?», cuenta el naronés, que estudió Filología en Vigo antes de irse a Londres a trabajar y tener la suerte a la vuelta de «encontrar empleo siempre en temas relacionados con los idiomas».
«Augusto me lo propuso y yo sólo tardé dos días en decirle que sí», recuerda divertido el alemán, que lleva 20 años en España y 14 de ellos en la comarca. Así que en el verano de 2014 empezaron a buscar el local y el 6 de octubre abrían sus puertas en el entresuelo de la calle Españoleto 9-11, autofinanciándose con valentía.
Romper con la mentalidad de «funcionario»
«Nosotros nos hemos instalado en una zona muy castigada y creemos que es muy importante para la ciudad y su entorno que se cree empleo, que haya más creatividad», asegura Rüdiger, comentando que desde el principio se sumaron a la Asociación de Jóvenes Empresarios (AJE) de Ferrolterra, Eume y Ortegal porque «nos vimos reflejados en esta iniciativa de impulsar que haya negocios nuevos, que la gente se lance con proyectos, porque esta ciudad está tan atada en el pasado con el militar y el naval que parece que no existe otra cosa, que la gente está paralizada con este tema, como muerta, porque no hay iniciativa personal».
Ahora, observa el alemán, «la gente joven ahora está más animada a emprender, está pasando algo en este sentido» por eso, dice, «estar en AJE nos mantiene cerca del resto de emprendedores y podemos hacer contactos» para seguir cultivando su mentalidad innovadora. De hecho, para contribuir a la formación de los jóvenes empresarios, ofrecen descuentos a socios de la entidad, que pueden acudir a sus clases de inglés o alemán pagando 25 euros al mes por una hora semanal, 42 euros por dos horas y 55 euros por tres horas.
«Una mente empresarial es diferente de una mente de un funcionario y esta ciudad necesita urgentemente una inyección de creatividad. La gente sólo piensa en trabajar de 8:00 a 15:00 e irse a casa y cobrar», sentencia Rüdiger, analizando con sabiduría la realidad ferrolana y con el acierto de aquel que nos observa desde la lejanía de su origen alemán y, a la vez, desde el cariño hacia su tierra de acogida.
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