EDUARDO ALONSO LOIS | Martes 8 de abril de 2025 | 10:15
El diseño de las viviendas nuevas en España ha evolucionado poco en las últimas décadas; los pisos parecen fotocopias en las que se repite un patrón para la familia nuclear. Mientras, la sociedad está redefiniendo sus modelos de convivencia o de apropiación de los espacios y la vivienda debe dar respuestas a todas las vidas y para toda la vida, desde la perspectiva de género.
Flexibilidad y adaptabilidad
Por un lado, las nuevas viviendas apuestan por la flexibilidad y máxima adaptabilidad de las distribuciones para no comprometer la libertad de uso y facilitar su adaptación a los diferentes modelos de convivencia y a las diferentes fases del ciclo de la vida. Se trata de casas más habitables e inclusivas, con circulación fluida y espacios flexibles frente a los compartimentados.
Sin jerarquías espaciales
La otra gran apuesta es la vivienda sin jerarquías, esa que busca que todos los habitantes tengan el mismo acceso a los espacios y que no haya espacios de primera y de segunda ligados a roles de género anacrónicos. Un enfoque que pretende detectar y visibilizar situaciones de desigualdad, subordinación o desequilibrio en el uso de la vivienda y las tareas domésticas por parte de hombres y mujeres.
Todos nos damos cuenta de las típicas distribuciones y usos jerárquicos: Dormitorios con superficies muy diferentes, cocina o lavadero invisibles para los habitantes pasivos, cuartos de baño restringidos a una parte de los habitantes o ámbitos de trabajo doméstico dimensionados para una sola persona.
La socialización del trabajo doméstico y de cuidado
Muchas tareas domésticas y de cuidado, que se han convertido en actividades individuales y privadas, deben abrirse a la vivienda y a sus habitantes. Por suerte, un nuevo movimiento ya sitúa mesados adjuntos en las cocinas para que dos o tres personas pueden trabajar a la vez y frontalmente. Además, el ciclo de la ropa se puede organizar en un espacio adecuado donde cualquiera pueda ir e impulsar su recorrido.
Por otro lado, las características de los espacios deben facilitar la presencia de más de una persona para garantizar las tareas del cuidado, como la asistencia a bebés y a la infancia, o al aseo personal de personas dependientes o mayores.
El entorno, el edificio y las viviendas deben generar percepción de seguridad, para que nuestra orientación y autonomía no se vea limitada, a través de la configuración comprensible de los espacios, de su materialidad, de las relaciones espaciales y funcionales, de la permeabilidad visual, o de la iluminación, incluso con dispositivos de seguridad.
Por último, se debería garantizar la accesibilidad universal dentro de todas las viviendas, que contendrán un baño, un dormitorio y zonas de comunicación accesibles para garantizar que estén adaptadas, al menos, a una persona con movilidad reducida.
Pasemos ahora a analizar cómo se aplican estos condicionantes sobre los espacios y los usos de la vivienda:
Dormitorios
Se acabó el dormitorio principal, que favorece jerarquías en el interior de la vivienda, y se acabó el dormitorio en suite, porque ese baño no es igual de accesible al resto de habitantes.
Todos tienen derecho al mismo espacio habitacional, por lo que los dormitorios deberían ser del mismo tamaño y forma, o, al menos, ser concebidos con un criterio común; además, sería adecuado que tuvieran dimensiones superiores a los 10-12 m2, para facilitar cambios de uso.
Por otro lado, desde la flexibilidad de apropiación de los espacios, deberíamos definir dormitorios que posibiliten cambios en la disposición del mobiliario. De este modo, un dormitorio con una dimensión diáfana mínima de 2,8 × 2,8 metros, con un paso de 0,8 metros entre la cama y la pared, garantiza la posibilidad de ocupación, al menos, con dos orientaciones de la cama. En estancias con menos de 2 metros en una dirección, las posibilidades de uso son casi nulas —se impide la colocación de una cama en esa orientación—.
Y la vivienda desjerarquizada promueve la desaparición del dormitorio en suite,porque ese baño integrado en el dormitorio favorece un uso desigual dentro del grupo de convivencia al no ser igual de accesible al resto de habitantes.
Con la incorporación del trabajo productivo a la vivienda —regalo de la pandemia—, sería interesante disponer de alguna estancia próxima a la entrada (con un recorrido que no interfiera en la vida familiar y el ámbito privado), incluso también con el acceso independiente para despacho, residencia provisional, alquiler o cesión para usos temporales etc.
Como el objetivo principal es su adaptabilidad a diferentes necesidades, las viviendas se deben distribuir de forma que se posibilite dividir o sumar los dormitorios entre sí y con el estar o el comedor.
Cocina – comedor
Cocinas para todos. Con visibilidad, participación y vinculación con otros espacios: cocina-comedor-estar.
La cocina es el espacio habitable más especializado, un lugar donde realizar todas las tareas relacionadas con el eje de la alimentación y que requiere unas condiciones específicas vinculadas a las funciones del triángulo de trabajo: almacenamiento – lavado – cocción.
Para garantizar un buen funcionamiento y dar cabida a electrodomésticos y almacenaje, debe procurarse una superficie superior a 7 m² para la vivienda mínima y que vaya creciendo conforme aumenta el grupo de convivencia. También se debe optar por diseños y distribuciones que incrementen la capacidad de guardar, entre seis y ocho módulos de mesado de 60 × 60 centímetros dependiendo del número de habitantes, nevera incluida. Además, para facilitar el uso simultáneo por parte de más de una persona, se requiere una separación de 1,2 m. entre encimeras paralelas.
Actualmente, la igualdad de roles convierte la cocina en una parte principal de la vivienda, un espacio bien relacionado para evitar que se segregue. Se cocina, pero también se trabaja o se estudia, y ya no solo está implicada la mujer. Por eso conviene integrar la cocina con el comedor en un espacio único, o diseñar sistemas flexibles que permitan esta relación. También se promueve la conexión directa con el estar para visibilizar las tareas y fomentar la participación de todos los habitantes.
Aunque la integración con el estar compensa algunas de sus cualidades negativas, especialmente cuando son pequeñas, su independencia es fundamental porque, por un lado, tenemos dos espacios comunitarios para el grupo (en vez de uno) y, por el otro, se desconecta de las tareas domésticas al quedar el espacio de trabajo oculto a la vista, pudiendo garantizar el descanso de las personas más implicadas en la cocina.
Por último, es preferible la orientación y disposición de la cocina hacia aquellas fachadas que permitan buena iluminación natural y ventilación, así como el contacto visual con un espacio exterior activo, como el espacio público o patios de manzana de uso comunitario; evitando que sólo se abran hacia patios interiores o fachadas de excesivo carácter secundario.
Estar – comedor
Pese a los dispositivos personales de comunicación y entretenimiento, que están desplazando el ocio a los dormitorios, el estar se queda; aunque conviene reconsiderar el predominio jerárquico que se le otorga, y evitar concentrar todas las ventajas en esta estancia.
El estar, la estancia más utilizada y amplia, aglutina funciones relacionadas con el descanso, el ocio y el encuentro, pero también actividades de trabajo (doméstico o no), que se pueden desarrollar de manera simultánea.
En las estancias comunes hay que priorizar la secuencia cocina → comedor → estar.Por un lado, es habitual que el estar y el comedor convivan en una misma estancia; además, situarlos próximos a la cocina minimiza los recorridos y facilita la funcionalidad entre ellos. Otra opción es disponer el estar junto a la cocina-comedor en estancias contiguas o enfrentadas. En ambos casos, la relación de continuidad con la cocina, procura visibilizar las tareas de la alimentación y evita que se convierta en un espacio segregado. Pero, como ya hemos visto, no es recomendable integrar los 3 en un único espacio. Por eso se recomienda una integración matizable, que permita los usos simultáneos y la visibilidad del trabajo, pero que también pueda garantizar el descanso.
Cuartos de baño y aseo
Lavadero
Almacenaje
Balcones y terrazas
Nota: No hay que confundir medidas mínimas con medidas óptimas.
Eduardo Alonso Lois es redactor de las vigentes Normas de Habitabilidad de Viviendas de Galicia.
Bibliografía
Proyectar Espacios de la vida cotidiana. Criterios de género para el diseño y contratación pública de vivienda. Inés Sánchez de Madariaga. Inés Novella Abril.
Flexibilidad e igualdad de género en la vivienda. David H. Falagán. Ana Paricio. Max Gigling.
Herramientas para habitar el presente. La vivienda del siglo XXI. Josep María Montaner. Zaida MuxiMartínez. David H. Falagan.
Casas para todas las vidas. Guía para la integración de la Perspectiva de Género en los proyectos de vivienda colectiva. Miren Vives Urbieta. Patxi Galarraga Aiestaran. (Projekta Urbes)
El problema de la vivienda en España desde una perspectiva de género: análisis y propuestas para su desarrollo. Jordi Bosch Meda.
Género y política urbana. Arquitectura y urbanismo desde la perspectiva de género. Varios autores.
Debate sobre el post