Texto y fotos: MARTA CORRAL | Ferrol | Martes 19 mayo 2020 | 15:45
La plaza de Armas es uno de los pocos espacios de Ferrol que conserva su nombre original, inspirado por los planos de los acuartelamientos a los que estaban acostumbrados los ingenieros militares que diseñaron A Magdalena. Los trabajos de su desmonte, franqueo y apertura se ejecutaron en 1807 después de que el Ayuntamiento sufragase los terrenos a varios particulares, entre ellos al Pazo do Monte.
Al año siguiente, con la inauguración de la antigua iglesia del Carmen, la plaza también se conoció con ese nombre hasta que en 1812 se instaló el obelisco de Churruca —actualmente ubicado en los Jardines de San Francisco— y, consecuentemente, en 1813 se rebautizó en honor a este marino vasco formado y casado en Ferrol que fue un héroe en Trafalgar, donde encontró la muerte mandando el San Juan Nepomuceno.
A los pies del monumento se instaló la fuente que surtía a las aguadoras y los miércoles y sábados se celebraba en ella el mercado de leña que más tarde pasaría a Esteiro. También se venderían quincalla y muebles hasta comienzos del siglo XX. Fue en 1953 cuando al espacio le amputaron la mitad de su envergadura al construir el actual Palacio Municipal —antes estaba en el Cantón—, que también desterró al obelisco y propició, en los años 70, la construcción del aparcamiento subterráneo y los bajos comerciales contiguos que permanecieron en pie hasta 2019.
Con el convencimiento de que no es posible valorar lo que no se conoce, además de estos apuntes históricos, desde Ferrol360 hemos querido adentrarnos en las particularidades de la nueva plaza de Armas que acabamos de estrenar. Un proyecto, Lugar de Todas, que quiso beber de la memoria, la esperanza, la regeneración urbana y la accesibilidad para crear un espacio «que parezca que siempre fue así» y que nos brinde un palco privilegiado para todo tipo de eventos.
1 – Los tilos viajeros
La tierra de la plaza de Armas acogió las primeras raíces de árboles en 1903. Ahora, más de un siglo después, los tilos americanos han sido los elegidos para teñir nuevamente de verde el espacio. Ejemplares nobles que pueblan paseos de toda Europa y están vinculados con la Ilustración.
Apuntan los técnicos de Urbanismo que tienen de 25 a 30 años y están repicados siete veces. ¿Qué significa? Que han pasado por el proceso de trasplante, poda y corte de raíz en todas esas ocasiones. La calidad de los árboles cultivados se mide, precisamente, por el número de repicados que acumulan antes de su instalación definitiva y es importante para controlar el crecimiento de su raíz.
Cada ejemplar, cuyo porte aumentará con los años dando más sombra, ha costado unos 3.000 euros y se han tenido que traer de Holanda porque en España no hay ningún vivero que venda árboles de estas características, nos confirman. Tilos exactamente iguales a los que tenemos en la plaza se han usado en la restauración de los Jardines del Palacio Real de Aranjuez.
2 – Los bancos del XIX
Los bancos instalados en la plaza son originales del siglo XIX. Urbanismo los rescató, los ha restaurado y gracias a eso podemos sentarnos en un trozo de la historia de nuestra ciudad. ¿Nuestra bisabuela pudo estar sentada en uno de ellos dándole la merienda a nuestro abuelo? La idea en sí misma es maravillosa. Ahora el plan, nos comentan, es poder sacar un molde de las patas para clonarlos y disponer de más unidades aunque ya no serían las originales.
3 – El terrizo mágico
Que la plaza de convierta en una lameira es una de las preocupaciones de muchos ciudadanos; pero parece complicado porque el terrizo no contiene arcilla y, por lo tanto, no hace barro. Es piedra molida, resumen los técnicos, aunque es realidad es mucho más que eso.
Su composición es una innovación de una empresa alemana, HanseGrand, y ha sido la compañía portuguesa Jardins & Afins la encargada de traerlo a la plaza. Las partículas de este terrizo tienden a cubrir los espacios y, por lo tanto, a compactar continuamente sin levantar polvo ni formar charcos.
Facilita, según su especificación, que grandes cantidades de agua se filtren rápidamente. Además, para asegurar la captación de pluviales, la plaza cuenta con cuatro líneas de recogida a lo largo del espacio, tanto en la zona de terrizo como en la de granito.
4 – Las farolas que no son farolas
También fueron objeto de críticas en su estreno, pero nos explican que lo que se buscaba era, también en la iluminación, la sencillez del espacio. Por eso no se han instalado farolas, sino proyectores. Así, lo que se consigue es que la luz se pierda entre las ramas de los árboles y no haya una incidencia directa en la plaza.
5 – La placa recuperada del olvido
Solamente se conservaban dos placas en la Alameda de Suanzes y la entrada al Cantón por avenida de González-Llanos. Fue el alcalde Ángel Mato quien pidió a los técnicos de Urbanismo la posibilidad de reproducir el cartel original de la plaza —varios de los espacios principales de la ciudad contaban con uno igual—.
Se pusieron manos a la obra y hallaron, en una de las naves de servicio, el original que había en la plaza en los años 40. Estaba muy deteriorado, pero después de una exhaustiva restauración podemos contemplarlo hoy. Entre los planes del área de Urbanismo figura el de hacer un molde para clonarlo e ir incorporando los carteles en más lugares de la ciudad.
6 – La escultura del Ateneo
La escultura Toros Ibéricos, que estaba situada en el lateral de la calle Rubalcava, ha cobrado protagonismo en la nueva plaza. Se trata de una obra del escultor toledano Alberto Sánchez que fue donada por la Fundación que lleva su nombre a través del Ateneo Ferrolán en el año 1979.
Sánchez, republicano comprometido que falleció en Moscú en 1961, se codeó con Picasso, Alexander Calder, Julio González y Joan Miró en el mítico Pabellón de la República Española que formó parte de la Exposición Internacional de París en 1937.
7 – El plano en varas castellanas
La vara castellana o vara de Burgos fue una unidad de medida usada en España que equivalía a 0,835905 metros. El barrio de A Magdalena está calculado íntegramente teniendo como referente esta métrica tan particular. Así, por ejemplo, el ancho de las calles mide diez varas por obra y gracia de la escuadra y el cartabón de Jorge Juan y Julián Sánchez Bort. Cada manzana mide 100 varas de largo y 40 varas de ancho.
La plaza actual conserva su longitud del centenar de varas, pero aunque mediría 80 de ancho, tenemos que restarle la mitad acaparada por el Palacio Municipal. Parece increíble que en pleno siglo XXI los arquitectos —un equipo formado por Carlos Pita a la cabeza junto a José Carlos Iglesias y Manel Pérez— hayan trabajado con una métrica obsoleta, pero así ha sido. Incluso la proporción de la peana de la escultura de los Toros Ibéricos está calculada de esta manera.
8 – Las inscripciones de la memoria
Los arquitectos estudiaron devolverle a la plaza el obelisco de Churruca, pero las grandes dimensiones del Palacio Municipal se «lo comían». La solución, para mantener viva su memoria, ha sido inscribir su nombre en la loseta de granito que se ubica donde había estado el monumento. Un grabado sutil con un despiece que busca definir una moderna rosa de los vientos que supone un guiño a la ubicada en el Cantón.
Asimismo, en las losetas que dan a la calle Real, se han grabado los nombres del Julián Sánchez Bort, Joseph Petit de la Croix, Cosme Álvarez de los Ríos, Francisco Llobet y Jorge Juan, puesto que de sus planos nació el Ferrol que hoy conocemos. Todas las piezas de granito tienen un grosor de 20 centímetros, el mayor espesor empleado en una obra del centro histórico desde la construcción del propio barrio.
9 – La desgracia que se evitó
Cuando comenzó la demolición de la plaza pudimos comprobar el estado del pavimento que llevaba años soportando un peso que puso en peligro su integridad. Los técnicos de Urbanismo advirtieron cuando accedieron a ellos que los locales comerciales —precintados desde la primera década de los 2000— estaban en un estado deplorable puesto que ni siquiera sus pilares tocaban ya el suelo: «Porque las cosas tienden a no caer, pero pudo haber una gran desgracia».
10 – La plaza del futuro pueblo de Ferrol
«Las plazas se van haciendo». Armas se ha hecho pensando en el ayer, en el hoy y en el mañana. Teniendo en cuenta su historia, tomando nota de los eventos que volverán aquí (conciertos, Semana Santa, manifestaciones, deporte, cabalgata…) y dejando espacio para los elementos con los que se identifiquen los ferrolanos del futuro.
«A poner más cosas siempre habrá tiempo. Es una plaza abierta. Sería como cuando estrenas una casa sin amueblar, que vas haciéndola tuya», explican. De hecho, el proyecto original contemplaba un monumento al barrio y una rampa de acceso al Palacio Municipal con un banco corrido y una fuente, elementos que se han descartado para que fuera más diáfano.
Por delante, todo el tiempo del mundo para jugar en ella y jugar con ella. Para retarnos a descubrir, por ejemplo, cuál es la única casa del siglo XVIII que se conserva en su perímetro. Es un espacio que ha huido de protagonismos para ser simplemente una intersección en la que se cruzan los paseantes.
Un lugar donde encontrarse con alguien conocido y pararse a charlar en el medio y medio, para ponerse al día en 5 minutos con las preguntas de rigor, como nos gusta hacer aquí. Dando recuerdos a la familia y despidiéndonos con un «me alegro de verte».
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