MARTA CORRAL | O falar non ten cancelas | Jueves 7 septiembre 2017 | 14:18
Siempre fuiste más de septiembre que de enero. Y eso que naciste en los primeros coletazos del año, llegaste como un regalo de Reyes. Tu concepción de la vida sigue fiel al calendario escolar. Quizás por eso todavía sueñas con que estás palmando demasiado a Matemáticas e Inglés, y te agobias creyendo que no podrás safar en los exámenes de evaluación.
Puede que eso sea una especie de pánico a crecer, a depender de ti misma, a hacerte responsable de tu rosa. Una suerte de síndrome de Peter Pan, pero con más garfios que dedales. No me sorprende entonces que, aunque te encanten, los fuegos de San Ramón sean para ti una catarsis anual. Por eso te gusta verlos desde el mar, asegurándote una vía de escape.
Lo cierto es que los datos te dan la razón. Las tiradas de agendas escolares superan en un 44 % a las anuales, esas que usan los adultos. Se compran mucho más las que empiezan en septiembre que las que lo hacen en enero. El noveno mes ha sido siempre un momento perfecto para los principios. Los propósitos se hacen fuertes aquí, cuando empezamos a armarnos para hacerle frente al otoño. (¿O acaso hay algo más duro que despedirse del verano?).
Lo que te propones en enero es impostado, lo sabe todo el mundo, hasta los de la tele. Hacer más ejercicio o dejar de fumar. Casi lo consigues pero, como todo lo que te acaban imponiendo a ti, termina por salir a flote para irse a la deriva. Por eso este septiembre, más que nunca, está repleto de comienzos.
Te toca localizar el uniforme en el desván, forrar los libros, cargarte de bolígrafos de colores y customizar una carpeta con lo que te gusta, con lo que te gusta a ti y no a otros, para guardar secretos, besos y versos de amigos. Porque este es el mes de las segundas oportunidades, de las recuperaciones, de las declaraciones de intenciones: «Voy a llevar todo al día». El mes de enmendarse.
Así que perdónate, si tienes algo que perdonarte, y deja de tener pesadillas porque lo del miedo nunca te ha pegado. Estamos programados para empezar de cero cuantas veces queramos. Y tú quieres. Además vas a volver a casa, a la misma que un día estuvo encendida. «Porque todo es igual y tú lo sabes». Porque septiembre tiene el olor de una máquina de escribir al otro lado de la ventana, de un armario que todavía guarda rosas.
Y vuelves, porque si 20 años no es nada, menos son 12. Y si al regreso te visitan los fantasmas, no temas, estarán de tu parte. Para cuidarte. Aunque podrás hacerlo tú misma. Porque una vez que vuelvas a dar la luz en esa casa, la que siempre ha sido tuya, no volverá a estar apagada. Y se llenará de fotos, de vinos, de besos y de huellas, para no vaciarse nunca.
Y cuando llegue el otoño -que llegará aunque el verano en ti sea ya invencible-, lo recibirás con una sonrisa, pensando que un tiempo que te trae setas, paseos con gabardina y medias negras, el regreso del nórdico y de las guirnaldas de hojas secas no puede ser tan malo aunque traiga un 5 de noviembre marcado en rojo. Y no, no habrá hormonas que puedan contigo porque, desde este verano, permanecerás invicta siempre. Luminosa.
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