MARTA CORRAL | Ferrol | Miércoles 1 abril 2015 | 8:34
Pocos desfiles procesionales -de los celebrados en los días menos «fuertes» del calendario por no ser aún festivos-, han crecido tanto en número de espectadores como el de Jesús Atado a la Columna y la Santísima Virgen de la Esperanza, celebrado este Martes Santo por las Cofradías de Dolores.
Que la única dotación femenina de portadores sea la encargada se llevar sobre sus hombros a la imagen titular con una maestría inimaginable hace apenas 15 años, y que la Banda Ferrol haya grabado a fuego cada verso y cada nota de «Una Madre no se cansa de esperar» en la conciencia colectiva de los ferrolanos, consiguen que la noche del martes esté, junto a la del Jueves y Viernes Santo, llena de emoción frente al corralón de Amboage.
Una emotiva retirada que reunió a más de un millar de personas, agolpadas en la plaza, para ver -e inmortalizar a base de cámaras o móviles-, el momento más esperado del año para muchos. Un instante que llegó pasada la medianoche, cuando la campana de la Esperanza sonaba cerca, acompañada de las cornetas.
Numeroso público a lo largo del recorrido a pesar de ser este miércoles un día laborable. Un recorrido que desde hace unos años se ha acortado -recuerdo que, no hace mucho, la procesión giraba de retirada en la calle del Carmen-, y que ahora completan sólo tres imágenes: Jesús Atado a la Columna, Cristo Penitencial y la Esperanza, una talla que «las niñas» portaban por primera vez el pasado año en sustituyendo a la imagen anterior y que es obra del imaginero sevillano José María Hurtado.
Pero se trata ésta de un procesión que no basta con verla en la calle, pasando en la Real o en Dolores. No. Y eso lo saben todos los amantes de la Semana Santa Ferrolana. Esta es una procesión para verla y correr a Amboage buscando un hueco por el que ver la retirada.
Una ceremonia «efímera», como recordaba la pregonera de esta Semana de Pasión, Ana Martín, en su discurso. Un momento que, aunque repetido año tras año, nunca es igual. Y que simboliza la constancia, la valentía, el orgullo, la fuerza y el trabajo de una dotación de portadoras que, a pesar de lo mucho que se las cuestionaba en sus inicios, ha logrado silenciar críticas y convertir esas dudas en la fuerza necesaria para levantar las más de dos toneladas y traerla de vuelta a casa. La misma que las ha convertido en las mejores.
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