FERROL360 | Lunes 17 abril 2017 | 19:56
Lunes de Chamorro en la ciudad naval. Sí, de Chamorro, aquí lo del Lunes de Pascua nos suena raro porque los ferrolanos dedicamos esta jornada a echarnos el petate al hombro y subir hasta la ermita de la Virxe do Nordés o, si estamos en la diáspora, a coger carretera o avión hasta que volvamos en agosto.
Desde los más madrugadores, que llegan a lo alto del monte cuando aún están abriendo los chiringuitos, hasta los que prefieren sorberle todo el jugo a la romería y coronan la cima en plena hora punta de la procesión, pasando por los que llegan a la caída de la tarde, con más tranquilidad, nadie quiere quedarse sin subir.
Se trata esta de una tradición que trasciende, de nuevo, lo religioso. Pandillas de adolescentes, familias, muchos niños, pero también mayores, eligen entre una de las dos subidas: la del sendero empinado pero más breve o la de la carretera, con pendientes más llevaderas, pero mucho más recorrido. Todos se encuentran arriba, entre vendedores de globos, rosquilleras, heladeros y todo tipo de vendedores de artesanías y objetos de feria.
La primera parada, antes de las compras, pasa por encender las velas que simbolizan aquellas plegarias, promesas o deseos de los ferrolanos. Quien no habrá dicho, al menos una vez, que va a «ponerle una veliña a la Virgen de Chamorro» para que un ser querido consiga llevar a buen puerto su empresa o, quizás, mejore su salud. Después, con la vela depositada en el atrio, accedemos al interior del templo abriéndonos paso para ver a la virgen y, los creyentes, rezar una oración.
En el exterior, de nuevo, los Lunes de Chamorro que, como este, luce el sol, muchos buscan un lugar para comerse el bocadillo y reponer fuerzas antes de la bajada. Otros, hacen cuentas para ver cuántas varas de rosquillas tienen que llevarse. Los niños piden helados, los gaiteiros afinan entre roncones. Un fogueteiro improvisado enciende el material con una colilla y los perros protestan a su paso. La primavera explosiona en lo alto de la ciudad porque todos saben que abril es un mes que sólo puede traer cosas buenas.
Indignación por el «tráfico de velas»
La nota de cabreo de la jornada llegaba de la mano de la gestión de la gran cantidad de velas que se agolpan en la entrada al interior de la ermita, en el atrio. Desde hace años algunas personas se ocupan de colocar las velas para que permanezcan más ordenadas y quepan más. De modo que uno, al llegar a Chamorro, compra su vela -si es que no lo ha hecho antes-, la enciende pensando, quizás, en su petición y se la da a estas personas, que se la ponen en un lugar visible.
La sorpresa llegaba este año cuando, pocos minutos después de haber dejado las velas, «venía un hombre, las apagaba delante de ti, las recogía para meterlas en un saco que dejaba con otros apilados en unas rocas», relata uno de los vecinos que cumple anualmente con la tradición y que, asegura, «esto no había ocurrido nunca». «De hecho, en nuestro caso, le dijimos a ese hombre que nos las diese y nos las llevamos», apunta.
Otra mujer también se reconocía «indignada» con esta práctica porque, apuntaba, «es un poco cachondeo, que te gastes el dinero en la vela, la dejes con toda tu buena intención, pidiendo por lo que crees importantes, para que lleguen y se la lleven delante de tus narices».
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