SANDRA REGO | Domingo 1 septiembre 2013 | 16:31
Eran las seis y media de la tarde cuando Olvido Gara y Nacho Canut llegaban a la plaza de Amboage para hacer las pertinentes pruebas de sonido. Salen de incógnito del Parador de Turismo hasta la misma plaza dentro de una furgoneta con los cristales tintados para evitar la mirada de curiosos. Toda prevención es poca para Fangoria. Tras la rueda de prensa cancelada horas antes de que dé comienzo el concierto, las entrevistas a la cantante no son permitidas por orden de su representante.
Alaska aparece entre bambalinas con su melena negra suelta, los labios de un rojo intenso y unas gafas que le ocultan media cara. A su compañero de fatigas, Nacho (que no Mario), apenas se le ve. Y Ferrol360 se queda sin una respuesta a la lista de preguntas que habían preparado para ella. El cuestionario, realizado como un juego de palabras en referencia a los títulos de su último disco, «Cuatricromía», se queda guardado en el bolsillo por respeto al protocolo a cumplir.
Tarareando la canción de «¿A quién le importa?», para no otorgarle más drama al asunto, esperamos por el acontecimiento que dará punto y final a los nueve días que completan, una vez más, las fiestas de Ferrol.
Nuestros queridos fuegos de San Ramón, tan anhelados como cuando se termina el año, pues estos también simbolizan el final de una época. El final del verano. Esa sensación agridulce que se forma al estar disfrutando de nuestras fiestas pero que, a su vez, recuerdan a esa vuelta al cole, a ese fin de vacaciones, a saludar de nuevo a la rutina.
Más puntuales que el concierto de Juan Magán, la pirotecnia Rocha-Areas comenzó a las once y cuarto de la noche. Las caravanas de coches llegaban hasta Serantes, los padres corrían con sus niños pequeños en busca de un buen sitio y los más rezagados se paraban a comprar pipas como si de la Semana Santa se tratara. Ferrolterra se reunió a lo largo del paseo de A Malata y demás emplazamientos estratégicos para ver unos veinte minutos de espectáculo en el cielo.

Los más pequeños se sorprendían con las múltiples figuras que surcaban la noche y hacían brillar la ría. Sin embargo, la sorpresa fue casi al final, cuando los fuegos cruzados fueron disparados desde el puerto y A Graña simulando el reflejo de un espejo. Con los tres últimos avisos como colofón, anunciaban que la pirotecnia terminaba y, con ella, clausuraban las fiestas. Las miles de personas que habían estado mirando al cielo en silencio lo rompieron para finalizar el acto con un sonoro aplauso como muestra de su agrado.
Sin embargo, las palmas dejaron de sonar rápidamente para dar paso a los pies que apuraban el ritmo. Ya fuera por llegar a tiempo al concierto de Fangoria o evitar un atasco, todos se movían ágiles en la noche.


Medianoche. En vez de las campanadas, en la plaza de Amboage comienzan a sonar los primeros acordes de música. Como por arte de magia, los asistentes al concierto de Fangoria habían cubierto la plaza del Marqués de forma que no cabía ni un alfiler. Los jardines y las terrazas abarrotados, la calle Dolores se había convertido en un tumulto de personas y las escaleras de la plaza habían desaparecido para dar paso a un alto número de melancólicos de los 80 que no habían tenido suficiente con el festival del anterior viernes.
Olvido Gara y Nacho Canut llenaron el escenario con su presencia y la de cuatro bailarines del ballet Fantasía. El concierto arrancó con «Perlas ensangrentadas» y Alaska aprovechó para agradecer el hecho de poder tocar tras los fuegos y «estar con todos vosotros» . Serán las pocas palabras que dedique durante las casi dos horas de espectáculo, aparte de un par de «gracias» al finalizar algunas canciones.
Las dos bailarinas que acompañan durante las canciones a Alaska lograron un espectáculo sorprendente. Y no porque junto a Olvido parecieran una especie de Ángeles de Charlie, sino también por sus sinuosos bailes entre sombras chinas y sus excéntricas vestimentas con trasparencias. Sin obviar los juegos de provocación entre los bailarines de ambos géneros, que llamaron la atención del público.
Fangoria ofreció un repertorio de lo más variado. Entre las canciones de su último álbum menos conocidas como «Un robot no cree en Dios», introducía otros temas de sus anteriores discos. Así, de su anterior álbum «Naturaleza muerta» sonó la popular «No sé qué me das», o «Miro la vida pasar» de «Arquitectura efímera», ya de principios de siglo.
Mientras, el público joven de la primera fila cantaba de «pe a pa» aquellas canciones que ya salían en la radio cuando ellos apenas conocían quién era el dúo formado por Olvido y Nacho. Más atrás, y sin tanto agobio por metro cuadrado, se hallaban las generaciones que revivían su época dorada.
Las canciones más esperadas, de aquellos años en los que Alaska formaba Dinarama, fueron rejuvenecidas con un toque más electrónico. Aunque, eso sí, su esencia seguía intacta. «¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?» dio paso a canciones menos tarareadas como «Tormenta solar perfecta» y, antes de que hiciera sonar su último single, «Desfachatez», no olvidó hacerle un homenaje a su querida Sara Montiel en la canción «Absolutamente».
Tras casi dos horas de concierto, la gente se desesperaba por entrever algo tras la estatua del Marqués, que ocupaba un sitio privilegiado para escuchar a Fangoria. «Dramas y comedias», «Ni tú ni nadie» y «Peligros» formaron el epílogo para un final (bastante) predecible. El grupo se despedía hasta siempre con un coreado «¿A quién le importa?» que dio fin a la función. Los focos se apagaron. A Nacho y a Olvido los devoraba la noche y la gente nostálgica de aquella movida madrileña continuaba pidiendo otra. Y es que, treinta años más tarde, Alaska sigue moviendo masas.
Finalmente, nos despedimos de estas fiestas de San Ramón que, a pesar de que el viento fue protagonista absoluto de la semana, nos han traído grandes momentos en buena compañía. Además de poder gozar de un Ferrol vivo como hacía tiempo que no se dejaba ver y que, sin perder fuerzas, continuará la fiesta este miércoles con la aplazada cita de la orquesta Panorama.
Debate sobre el post