RAÚL SALGADO | Ferrol | Martes 8 febrero 2022 | 20:25
Su nombre resuena en toda España cuando se hace referencia a la lucha contra el franquismo. Rafael Pillado (Cervo, 1942) sufrió la represión del régimen, fue encarcelado y vivió unos sucesos de los que se cumplirán 50 años en un mes, los de aquel 10 de marzo de 1972 en los que los disparos de la Policía de la dictadura causaron la muerte de Amador y Daniel.
El veterano dirigente comunicó hace unos días en una carta que sufre «un cáncer por el amianto; un mesotelioma, un cáncer mortal de necesidad». El material que lo provoca servía de aislante en las tareas de construcción en la extinta Bazán y su utilización está detrás de miles de muertes en las últimas décadas en varios núcleos industriales del país.
«Me queda de vida un año, un año y algo, no lo sé», admite. Pretende «tirar todo lo que pueda del aire no contaminado por el amianto» y reconoce que en cuestión de «dos o tres días noto más dificultades para respirar». Nunca fue «una persona débil en el terreno anímico, recojo de mi padre y mi madre genes que me permiten remontar las dificultades».
Se dispone a dedicar el tiempo que tiene por delante a emprender una nueva batalla. Es la de la visibilización definitiva de la asbestosis, la dolencia pulmonar que parte de la inhalación de las partículas de amianto. En pleno franquismo, palpó cómo ese material iba ganando terreno como «asesino silencioso».
Aspira a «defender a las víctimas del amianto, su defensa es la mía», y lamenta que en ocasiones «las familias se encierran en su casa y las víctimas acaban falleciendo en un entorno reducido». «La tendencia es a encogerse y desaparecer, yo estoy invitando a no callarse», expresa.
Para Pillado, es el momento de señalar «a los responsables» porque a «los trabajadores del naval nos han hecho vivir en medio del amianto». Valora que en ese sector «tuvimos cierta capacidad para organizarnos y defendernos, pero los de la construcción, que han cortado uralita, se están muriendo sin saber que están afectados o solos en sus casas».
No quiere que su «enfermedad sea clandestina» porque ya «nos sometieron a clandestinidad durante 40 años». Anuncia que va «a pedir ayuda de abogados, compañeros que han visto las condiciones que he vivido o técnicos que puedan mostrar que hay responsables y cómplices».
De hecho, reseña que en el astillero «un día me quisieron sancionar por negarme a entrar en un espacio lleno de amianto, imposible de entrar». Concluye que la «dirección de Bazán de un momento determinado sabía lo que estaba pasando» y lo que se empezaba a saber sobre el amianto en países como Estados Unidos.
Pillado lo tiene claro, «estaban envenenando; nos han hecho de todo». Ya no están Manuel Amor Deus o José María Riobó, caras visibles de las movilizaciones del 10 de marzo, que también se marcharon por la asbestosis.
«Me tocó estar en el centro de todo aquello», apunta a cuatro semanas de que se llegue al 50 aniversario de una fecha que fue un antes y después en el trabajo por la democracia: «El primer recuerdo es siempre para Daniel; corriendo detrás de la Policía, a un metro y medio de mí, recibe un tiro».
Al instante, matiza, «le emana de la frente un chorro de sangre, tuve que dejarlo en el suelo para protegerme; todo lo que pasó allí está en mi mente». Medio siglo más tarde, enfatiza que no estaba en juego únicamente «la negociación de un convenio, era la batalla contra la dictadura; a menudo, se intenta dar a ese acontecimiento un papel menor y no, es falso».
Observa que detrás de la pelea por un marco regulador en lo laboral también «estaban el derecho de huelga, las libertades sindicales y políticas». Pillado manifiesta que el «movimiento obrero fue central para el debilitamiento continuo de la dictadura» y que la democracia no la sacó «un rey de la chistera».
A las puertas del que ahora es Día da Clase Obreira Galega en recuerdo de Amador y Daniel, insiste en «darle dimensión política, social o cultural» a aquellos hechos. Para reivindicar que la «clase obrera ha sido el factor clave de la derrota de una dictadura» que deseaba «el franquismo sin Franco» cuando muriese el dictador.
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