JOSÉ BARCIA TUCCELLI | Motivación para el cambio | Miércoles 5 octubre 2016 | 9:45
Es llamativo esto del rendimiento. Lo escuchamos constantemente casi como una aspiración para cada una de nuestras ocupaciones y facetas vitales. Ahí hablamos de rendimiento laboral, educativo o deportivo, pero ¿qué tal vamos de rendimiento?. Vamos a llevarlo al terreno deportivo y al de la salud, ya que es de lo que venimos hablando en esta sección.
Pues bien, parece que estamos algo confusos con esto de buscar el máximo rendimiento en cada una de las actividades que componen nuestros intereses y obligaciones, y en las que quizás deberíamos de pararnos a reflexionar y buscar un punto alto, metafórico, desde el que mirar con distancia nuestras realidades.
Leemos constantemente en los medios de comunicación, nunca en las portadas, que el consumo de medicamentos para tratar los estados depresivos y la ansiedad en nuestro país está en la cabeza de la lista y que nunca se habían consumido tanta cantidad. Al mismo tiempo salen noticias de que se está poniendo en seria duda el beneficio o el efecto real de muchos de ellos, según la gravedad de estos estados. Por ello, estamos consumiendo grandes cantidades de medicamentos sin saber muy bien ni para qué ni por qué. Esto para empezar.
Por otro lado, leemos noticias de deportistas, incluso en los equipos de nuestra comarca, que buscan participar de competiciones de alto rendimiento pero que tienen que abandonar por problemas de adaptación relacionados con este mismo tipo de cuestiones; situación por otro lado que no es nada extraña y que es muy comprensible si tratamos de empatizar con las deportistas o los deportistas. Lo que no nos exime de la responsabilidad de tratar de evitar estos desenlaces.
En una tercera aproximación al mismo problema, insistiendo en el mismo argumento, vemos como en los servicios deportivos que buscan la salud y la calidad de vida cada vez aparece más la palabra “rendimiento” en las campañas publicitarias de sus actividades más innovadoras; y ahí tenemos grandes puestas en escena con música, caras de concentración y esfuerzo, mucho sudor y un rótulo bien destacado en el que se expone el consumo calórico, como si el rendimiento de esa actividad y el resultado deseable que vamos a conseguir gracias a ello fuera el consumo calórico; y ahí está de nuevo el mismo error.
A lo que vamos es a que nos hemos acostumbrado a olvidarnos de una de las patas principales del concepto de rendimiento en cualquier ámbito, en este caso nos hemos centrado en el tema del deporte pero podríamos llevarlo al laboral, al educativo, o al que deseemos; y es que para obtener el mayor de los rendimientos tendremos que lograr un equilibrio entre factores físicos pero también con los psicológicos.
Vemos a grandes deportistas que cuando están en los momentos decisivos de los partidos se “agarran” a la tarea que están desarrollando y nunca pierden; les podrán ganar pero ello nunca son los responsables de la derrota porque son capaces de encontrar el mejor desempeño aunando sus posibilidades físicas con las psicológicas. En el otro extremo todos conocemos casos en los que un deportista en el momento decisivo sufre tanto la presión y el miedo al error que termina perdiendo la habilidad necesaria y tira por tierra todas sus opciones de éxito.
Pero es que esto mismo lo podemos encontrar en nuestras actividades del día a día, no tenemos por qué irnos al mundo del deporte de alta competición. ¿A cuántas personas conocemos que ante una entrevista de trabajo, a una reunión o a una actuación en la que se expongan al público necesitan de “ayudas” en forma de alguna sustancia?, ¿cuántos deportistas amateur que van al gimnasio de vez en cuando se afanan en buscar también algún “producto milagro” que les acerque a su objetivo más rápido (para sacarle mayor rendimiento al entrenamiento, dicen)?, y ¿cuántas de estas personas que se apuntan a la última actividad deportiva “de moda” se atiborran de pastillas para poder afrontar sus dificultades cotidianas mientras hacen este tipo de actividades porque dicen que les ayuda?.
Seguramente habrá quien nos responda sin dudar ni un instante que los tiempos en los que vivimos nos imponen unos ritmos y unas ocupaciones que no nos dan otras opciones para poder atenderlas a todas, para poder “rendir” en el día a día; incluso esa es la máxima de muchos productos que se venden para ello. Pero es que esta disculpa parte de las mismas fuentes que nos han metido en el “problema” del consumo de las soluciones rápidas, y nos la hemos creído; pero no deja de ser eso, una disculpa.
Cada uno de nosotros tenemos la capacidad de realizar nuestras ocupaciones y nuestros intereses obteniendo el mejor de los resultados y sin necesidad de mayor aporte que el que parta de nuestro interior, pero tenemos que bajar un poco el ritmo, dejar de mirar para nuestros pies mientras corren a ningún sitio y levantar la mirada para decidir hacia dónde queremos ir. No nos falla el impulso, nos falta la dirección; aunque en algunas ocasiones quizás el sentido de lo que buscamos también se nos muestra algo esquivo.
La espiritualidad es uno de los componentes de la calidad de vida, de la vida saludable. Y no hablamos de estar bajo las directrices de ninguna religión en concreto ni de dogmas de fe. La espiritualidad es aquello que a cada uno de nosotros nos da un fuerza y un sentido que pueda trascendernos. Va más allá de lo que estemos haciendo ahora o de lo que vayamos a hacer dentro de un rato, y puede ser que por ahí estemos perdiendo parte de nuestras posibilidades de rendimiento.
En estos días se han publicado varias obras tipo biográfico o autobiográfico sobre deportistas que son figura de prestigio, cariño y respeto en nuestro País como Andrés Iniesta que vino a reconocer que antes del Campeonato del Mundo de Sudáfrica en el que España salió campeona y en donde él metió el gol decisivo, había sufrido una profunda crisis depresiva que lo llevó a tener “extraños pensamientos” (según él mismo dice).
Algo parecido le pudimos leer hace no mucho tiempo al gran portero italiano Buffon que reconoció su depresión como un “agujero negro en el alma”. El sentido a lo que hacemos nos abrirá las posibilidades para sacarle rendimiento a nuestra vida. Por ahí podremos sacarle rendimiento a nuestras actividades, conseguir el empleo que estamos buscando, equilibrar nuestras plantillas profesionales y obtener el punto que nos dé el éxito en nuestro objetivo.
Debate sobre el post