REBECA COLLADO / MARTA CORRAL | Ferrol | Miércoles 16 abril 2014 | 14:24
Las camareras de las cofradías desempeñan un trabajo esencial, laborioso y sobre todo privado e íntimo. Son las encargadas del cuidado de las imágenes, de los atuendos y ornamentos que lucen durante la Semana Santa. De todos los enseres que salen en los desfiles procesionales: sudarios, paños, mantos…
María José Paz, ayudante de la camarera de la Cofradía de la Orden Tercera, nos explica que el trabajo fundamental de la camarera «es tener todo eso perfecto para que cuando llegue el momento de preparar las imágenes, vestirlas, colocarlas en los tronos, no falte nada». Es fundamental que todo esté ordenado, limpio, planchado y que el día de procesión «simplemente haya que vestirlas y prepararlas lo mejor posible».
Sin duda es un trabajo minucioso que requiere de tiempo, cuidado y mimo. Las prendas se guardan y protegen a lo largo de todo el año y un mes antes de la Semana Santa, aproximadamente, se preparan. «A veces hace falta planchar, repasar alguna ropa, hacer algún encargo a la modista y esas revisiones hay que hacerlas con el tiempo suficiente», nos comenta María José.
Por eso, cuando finaliza la Semana Santa se revisa todo antes de guardarlo para así prever todo lo que sea necesario para la siguiente edición. «Siempre con el tiempo suficiente, sin esperar a última hora», advierte María José.
Luchando contra la humedad
Las prendas que lucen las imágenes son antiguas, muy valiosas, con bordados muy delicados en oro y plata, por lo que necesitan ser tratadas con mucha delicadeza y atención. «Hay que guardar con cuidado los bordados, les ponemos unos papeles para protegerlos y procuramos que se arruguen lo menos posible».
Y si hay algo a lo que prestar una atención muy especial, sobre todo con el clima que tenemos, es a la humedad: «Muchas veces la prenda se humedece un poquito y hay que esperar a que se sequen muy bien», apunta María José. Así que, cuando el cielo se encapota y empieza a llover con la procesión en marcha, las camareras pasan un mal rato y ya tienen la cabeza pensando en todos los pasos a dar una vez la imagen regrese.
«Lo primero es secar el manto, estirarlo y poner el deshumidificador para quitar toda la humedad. Hay que actuar muy rápido para que no se estropee nada, así que al momento ya te pones a secar algún detalle de los bordados», explica María José. Pero cuando llueve no sólo se mojan las vestimentas de las imágenes, «el palio de la Soledad también se empapa y hay que ponerle el deshumidificador para que seque».
En la Cofradía de la Orden Terca cuentan con prendas de las imágenes que han sido adquiridas por la entidad y otras que son donaciones que han realizado los cofrades o particulares. Es el caso de la familia Boado, que en su día adquirió para la Virgen de la Soledad la túnica y el manto. Además, las mujeres de la familia son las camareras de la Virgen. Tres generaciones se han encargado de ataviar y preparar a la Soledad con sus manos.
Sencillez e intimidad
La camarera y ayudantas de la Cofradía se encargan de vestir tres tallas, porque el resto de imágenes son tallas completas que no precisan vestimenta. Aunque el Ecce Homo es una talla completa, antes de salir en procesión se somete a pequeñas variaciones. Así, «se le cambia el manto por uno de terciopelo rojo que lo hicieron las Esclavas del Santísimo y se sólo se utiliza ese día. Además, tiene una peluca de pelo natural, así que hay que peinarlo», señala María José.
La imagen de Nuestro Padre Jesús «va vestida de forma muy sencilla, con una túnica morada, detalles en dorado y un cíngulo, que es el cordón que llevan en la cintura. Intentamos siempre seguir la línea de la Cofradía, que es franciscana: sencillez y austeridad en la forma de vestir y procesionar».
Mientras, la María Magdalena que procesiona el Domingo de Resurreción también viste de forma sencilla, «con una túnica en blanco roto, muy lisa, sin apenas bordados». Después lleva dos mantos distintos, uno de la Cofradía y otro donado por un cofrade. El primero es en color morado, con un vivo muy fino en dorado y cíngulo de la misma tela. El segundo es azul y tiene detalles en plata. Ambos son de terciopelo.
Además, lleva un sobremanto de encaje, que también procede de una donación. Por último, en las manos porta un paño en lino y encaje de Camariñas, un donación de un cofrade también.
Vestir estas imágenes suponen entre media hora y unas 2 o 3 horas de trabajo, dependiendo de la talla. El Ecce Homo requiere menos tiempo, pero engalanar a María Magdalena supone un trabajo laborioso.
«Cuando termina la Semana Santa acabas cansada, pero es algo que haces con mucha satisfacción», reconoce María José. «Nos gusta lo que hacemos, creemos en ello y a la gente también le gusta», de ahí que se haya conseguido la Declaración de Interés Turístico Internacional, apunta.
Le preguntamos si precisamente con el galardón turístico se abrirá esa puerta tras la que se visten a las imágenes para que todos podamos ver el proceso. «Es un acto íntimo y privado en el que participan la camarera y dos o tres ayudantes cofrades. Tiene que ser así, es por respeto», afirma. Nos advierte que tampoco el resto de miembros de la Cofradía están presentes en ese momento, porque «el acto de vestir a una imagen es algo íntimo y privado», repite.
Camarera y costurera, «enganchada» a La Cautiva
Hablamos con Isabel Saavedra en el cuarto donde aún sigue, a estas alturas, haciendo los últimos ajustes a algún hábito. Al otro lado de la estancia, La Cautiva, imponente, nos mira.
Nunca la habíamos visto tan de cerca e impresiona tremendamente. La talla de José María Hurtado no ha podido recalar en mejor sitio. Toda la Merced la ha acogido con los brazos abiertos y una devoción que emociona.
Isabel no sólo es la camarera de Nuestra Señora de los Cautivos, también es la encargada de confeccionar sus vestimentas y los hábitos de los cofrades.
«Cuando se estaba preparando la refundación de la Cofradía -en 1999-, buscaban una persona que les hiciese los hábitos. Se corrió la voz y me conocieron. Vinieron a mi casa con uno, para plantearme las reformas que querían. Yo cogí la idea y les gustó mi trabajo», comenta Isabel, que en ese momento no imaginaba que también acabaría tejiendo para la imagen y siendo su camarera.
Ella es modista desde los 20 años. Estuvo trabajando como encargada de una fábrica de confección y este es un trabajo que desempeña «con mucho gusto y mucho agrado». Trabaja sola y se dedica durante todo el año a la confección de hábitos, que son todos hechos a medida: «En el mes de septiembre ya se empiezan a hacer nuevos encargos y estoy con ello hasta Semana Santa».
En la Cofradía proporcionan el equipo entero: hábito, capuz, cinturón, medalla y guantes. Desde los 110 euros para los monaguillos, 205 para los capuchones más jóvenes y 300 para los adultos, tampoco supone un problema que la persona prefiera que se lo haga otra modista de su confianza: «Le proporcionamos los patrones, se le orienta y le damos facilidades», nos comenta.
Imprescindible dejar el mayor beneficio en la ciudad: «Todo aquí es de Ferrol, no se pide fuera», aclara. La tela de los hábitos, por ejemplo, se encarga a través de un comercio local.
«Aquí tenemos cosas buenas también»
Acostumbrados a que las cofradías realicen los encargos patrimoniales fuera de nuestra ciudad, que la encargada de confeccionar las vestimentas de Nuestra Señora de los Cautivos sea la propia Isabel es algo que sorprende.
Este Lunes Santo se presentaba en la Capilla de la Merced el nuevo manto de la imagen: «Es un diseño muy especial para Ella y deseo que sea del agrado de todos los cofrades, que estén orgullosos al ver el nuevo manto», nos confiesa.
El que vestía hasta este lunes también era obra de Isabel, una réplica del antiguo manto de la Virgen Blanca.
Pero además de coser su ropa, Isabel también es la encargada de vestirla. Ella no tenía experiencia previa, pero se documentó hasta que encontró un estilo propio que le iba a la imagen: «Yo no sabía lo que era hasta que empecé. Después, todo viene rodado. Empiezas a ver otras imágenes, a comparar… quitas un poquito de aquí, un poquito de allá…».
Isabel reconoce que es un «privilegio muy grande» vestirla, pero también una responsabilidad: «Es un orgullo y, al mismo tiempo, un temor. Porque quieres que vaya muy bien y que guste. Que todos se sientan orgullosos de poder llevarla, de la imagen, de sus vestiduras, de lo que es la cofradía», cuenta emocionada.
En la Merced, todas las decisiones se consultan con los cofrades. Así, el adorno floral del trono y su disposición son fruto del consenso de todos: «Yo no tengo exigencias en cuanto a eso, aunque siempre se mira que la imagen luzca lo mejor posible en el paso. Pero es algo que hablamos entre todos. Trabajamos todos juntos, se piden opiniones y todos participamos. Es un barullo, pero todo sale muy bien. Y tiene que ser así, no queda otra».
A Isabel «ya le tarda» verla en la calle, que todo salga bien y que comprueben que en Ferrol también se pueden confeccionar los mantos de las imágenes: «Quiero que la gente la vea bonita en la calle y que, desde ahora, se empiecen a elaborar vestimentas aquí, eso es importante», destaca.
A pesar de su fervor, Isabel no es cofrade, pero nos cuenta el secreto por el que no se plantea dejarlo: «Estoy enganchada a Ella -señalando a La Cautiva-, no lo puedo evitar, es algo que queda ahí. ¿Se me nota, no?».
Pues claro que se nota. Es fundamental sentir un profundo respeto por la imagen a la que estás vistiendo, porque eso se transmite, se traduce en horas de trabajo y dedicación. Las mismas horas que después salen reflejadas en las procesiones, para conmover a miles de miradas que se posan en ellas.
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