R. SALGADO | @raulsalgado | Ferrol | Miércoles 13 mayo 2015 | 11:01
Gusta en la prensa aferrarse a una frase, a una idea que centre todo esfuerzo. José Manuel Rey Varela decía 24 horas antes del inicio de la campaña electoral en que estamos inmersos que estaba dispuesto a «gastar suela de zapato». Zapatos nuevos, parece ser. Todo es distinto, nada recuerda en exceso al 2011.
A aquella primera mayoría absoluta en la historia democrática de la ciudad que ahora aspira a revalidar el candidato del PP con varios actos al día en barrios y parroquias. Seguimos su periplo en la tarde en que desembarca por primera vez en campaña Alberto Núñez Feijoo.
Alcaldable y presidente se citan en el Parador de Turismo con parte del tejido asociativo vinculado al ámbito social, reunión tras la cual el de Os Peares ensalza los avances de Xunta y Concello en esta materia en los últimos años. Accede Feijoo a lo que en el mundillo se llama canutazo, unas declaraciones fuera del discurso oficial expresamente para la prensa, y habla del naval, cómo no.
Segundo plano
Rey Varela figura en un respetuoso segundo plano mientras emerge la figura siempre atrayente del político al que se ve con tanta atención desde Madrid. El programa establece un paseo por el casco histórico y en Ferrol ya sabemos qué significa eso, especialmente si se parte de ese entorno del Palacio de Capitanía.
Cualquiera de los dos se hartará de esgrimir sonrisas y besos, quizás pocos apretones de manos. Abundan las mujeres y se busca una expresividad tremendamente cercana. El ferrolanismo gana enteros al superar esa primera manzana y desembocar en Amboage. En una tarde agradablemente soleada, las terrazas están repletas.
La mayor parte de los ocupantes responden con rostro alegre y cuchicheos al ver la comitiva. El candidato a la alcaldía, eternamente Rey Varela para la prensa y José Manuel Rey en sus propias palabras, se dedica en cuerpo y alma a los niños. Llama la atención la cantidad de chavales de poco más de un palmo que conocen al regidor y lo llaman por su nombre a viva voz.
Quejas y mercadotecnia
La política municipal entiende de grandes molestias, entiéndase baches u obras en general, pero también de asuntos que pueden parecer pequeños. Una interlocutora consulta a Rey, sentada en uno de los bancos, sobre la necesidad de cuidar los árboles como merecen. En la sede de campaña, calzados Ultra, o en cualquier peatonal brotan caramelos, bolígrafos o, sí, también mecheros.
Clásicos básicos de la mercadotecnia del PP, consolidada en el imaginario colectivo local. A ese local de Dolores accede el grupo entre aplausos. Esperan nuevas generaciones, nunca mejor dicho, pero sobre todo caras muy conocidas del partido. Meca Arcos, ya fuera del primer plano, habla sobre México con Feijoo, siempre en el punto de mira del público femenino que llena la estancia.
A quien fue rostro visible de las cofradías le apostilla que «qué haríamos sin la Semana Santa». Toca la mesa, pregunta por la tienda que allí existía hace unos años y felicita a Rey Varela por la particular adquisición. En la manzana inmediatamente inferior, calle Real con Coruña, permanecen con discreción un par de agentes de la Policía Nacional.
Gentío y equipo de confianza
Feijoo desaparecerá casi de repente para dirigirse a otro acto electoral, esta vez en la cercana Mugardos. La esposa del actual alcalde pasa desapercibida entre el gentío, empieza la verdadera tarde del candidato. Con su equipo de máxima confianza, el rumbo está marcado: acto electoral en Recimil.
De los grandes dirigentes a la acción de barrio. Un pequeñísimo local vecinal en la calle Euskadi luce repleto para escuchar a ese político que está en pleno movimiento a las «cinco de la tarde de un domingo», espetará antes el presidente de la Xunta para hablar de sus ganas de trabajo y la reacción que encuentra en los vecinos a cambio.
Cuando se pasean ante Supercor, una informadora foránea inquiere a Rey Varela: «¿Siente el cariño de la gente?». Alude ella a un «baño de masas» mientras Rey casi no es capaz de responder entre la muchedumbre, el caminar por la vía y tener todos los ojos puestos en la escena.
Las encuestas
Le pregunta también esa misma periodista, focos deslumbrantes de la prensa gráfica, por las encuestas, que 24 horas antes pronostican en La Voz de Galicia una nueva pirueta: la mayoría absoluta histórica del 2011 puede repetirse cuatro años más tarde. De hecho, con un edil más.
El aspirante a la plaza de Armas confiesa a Ferrol360 entre mitin y mitin, entre Recimil y Serantes, que ya no recuerda ningún insulto especialmente grueso, algún momento destacadamente violento con cualquier ciudadano que se excediese. Apela a ese truco que consiste en ponerse en la piel del otro, cree que el nerviosismo del interlocutor puede tener una justificación muchas veces.
Es el mismo Rey Varela que corre por creer que es un deporte más sencillo, que necesita fumar muy a menudo y que se queda con Doniños si se trata de una playa. Vida maratoniana la de muchos políticos, pero parece disciplinado: no suele acostarse más allá de la medianoche y a las siete y media está en acción.
Adicto al café
Cinco cafés al día, cero cervezas. En el acto de campaña en Recimil, calor por doquier, le anteceden Alejandro «Langtry Caínzos», deja claros sus dos apellidos, y Martina Aneiros. La portavoz del gobierno muestra sus ganas como ya hace en los plenos, lanza dardos y habla de «la candidata». La del PSOE, claro.
Ediles como Guillermo Evia, Maica García Fraga o Rosa Martínez Beceiro se dejan ver estos días en la mayor parte de eventos de una campaña personalista y que huye de logotipos de partido. El núcleo duro, el grupo fiel. También asoman de forma recurrente Natalia Barros, directora del Plan Ferrol, o el veterano Gonzalo Antón, que deja el puerto y sorprende en las Casas Baratas.
Uno de tantos que parece alejado del redil durante el mandato, pero que vuelve a casa cuando los acontecimientos lo requieren. Local pequeño, lleno de adeptos. Una mujer parece querer saltarse el acto, habla de lo suyo, pero aplaude como los demás cuando toca. No parece un auditorio de indecisos, asienten constantemente e intercambian impresiones sobre la retórica del alcalde.
La oposición
«Facturas en los cajones», «despilfarro» o «experimento» son solamente tres de las expresiones que emplea el PP para referirse a la oposición que puede ser gobierno. El miedo sin llegar al miedo. Ni media hora se alarga, formato ágil. Salen a relucir las «malas experiencias del pasado» y el también presidente de la Fegamp aboga por «conseguir la mayoría suficiente para poder gobernar».
A su juicio, «Ferrol se juega mucho». En su afán por vender cercanía al elector, sostiene que no está allí «porque haya elecciones», sino que ha visitado la zona reiteradamente. Para romper el «maleficio» de la alternancia, reclama abiertamente el voto. La información que se entrega a los visitantes incluye la papeleta, bien introducida en el medio del folleto.
«Así nos ha ido», opina Rey al hablar de los constantes cambios de gobierno. Sin embargo, deja claro que «no venimos a criticar a nuestros oponentes» y que «un gobierno estable es lo normal».
Remarca que se lanzó a la arena en 2011 con la pretensión de «ser alcalde de Ferrol ocho años». Los que lo conocen coinciden al apuntar que se ha soltado en oratoria, ha ganado tablas en la alcaldía. Quizá su timidez tampoco sea la misma.
Las heridas
Cuenta lo que el respetable quiere escuchar, aunque sin desmelenarse. Señala sobre la eterna herida abierta de la plaza de España, en un alarde de sinceridad, que le «gustaba más antes», pero que tenía que actuar y que «ha dejado de ser una pesadilla».
Los retrasos: «Tenía 6 años cuando se empezó la parcelaria», la que parece haber quedado resuelta hace muy poco. Se lleva el dedo a la ceja, es el único atisbo de cansancio que asoma en un Rey Varela acostumbrado a este circo que nunca cierra por vacaciones.
Parece que la ausencia de cámaras, ahora que las campañas funcionan por gabinetes por sus horarios y por la precariedad de la prensa, ayuda a relajar el ambiente.
Estima que «llamar al Ayuntamiento» era antes «una misión imposible» y menciona al Banco de Alimentos en un barrio que no vive sus mejores momentos, pese a todo.
Una vecina «muy cabreada» aborda con tacto al regidor a la salida y le pregunta por los «problemas de convivencia». Hasta desde las ventanas más altas lo saludan, le inquieren.
Ayudas y música
Promete ayudas a familias numerosas, uno de esos colectivos más o menos afines a la causa que suelen reclamar cada poco tiempo y en los que pretenden pescar escisiones como Vox.
El botellín de agua se abre únicamente una vez, justo antes de que, por arte de magia, empiece a sonar la canción del PP, ese tema tan pegadizo que abrumó a una generación.
Mucho balance, pero acaba refiriéndose al propio barrio: «Me he criado en Recimil, me conocen bien». Asevera que «queda mucho, pero hemos hecho muchas cosas». Arreglo de cubiertas, Bambú Club, el mercado en el que antes «llovía» -lo confirma alguna espectadora moviendo la cabeza-.
La parte más dura de su discurso nace con acusaciones de «demagogia» tras aludir a los que «no tenían un contrato» en Recimil. Amago de aplauso, que no llegará a existir, antes de que opine que «no hay derecho a que un vecino que lleva cuarenta años no tenga contrato; otros sí y no voy a decir de qué manera».
Los aplausos esperados
Ahora sí, palmas ante las promesas de regularizaciones, comedor senior y centro cívico para la zona. Mientras, cargos del PP miman a aquellos que conocen a la salida. A cada uno por su nombre, se han granjeado amistades, pero no al nivel de Rey Varela, al que detienen cada dos pasos.
«Estamos por encima de los partidos», introduce al sugerir el apoyo más allá de ideologías a su propuesta para tiempos convulsos. Aquí emerge la sorpresa, porque la mesa de sonido está escondida al fondo. In crescendo, la melodía del partido, versión lenta, acompasa la emotividad final de la alocución.
«Creo en los ferrolanos, en su capacidad para salir adelante», dice mientras todo funciona como se espera en la maquinaria perfecta. Se compromete a seguir «siendo el mismo» cuando los acordes envuelven la escena con toques peculiares.
Matiza el alcaldable que «no comete errores el que no hace absolutamente nada» y que «Ferrol necesita que un alcalde esté ocho años».
Dos mandatos
Es decir, que si no repite en 2019 no será porque no haya avisado. Los dos mandatos como máximo, Aznar abrió aquella senda. En las distancias cortas, Rey Varela es tajante: Madrid ha incurrido reiteradamente en «maltrato» hacia los ferrolanos, el naval sale a relucir sin querer y sin que tan siquiera haga falta citarlo.
Esa «discriminación» es, a su entender, inevitable pese a que gobierne el PP. Dice haber presionado todo lo posible para intentar cambiar esa tendencia. Vuelve a hablar claro: «Hemos echado a mucha gente» de Ferrol. Entre todos, en su opinión. La gente joven no encuentra oportunidades, lo que busca y sí encuentra más allá de As Pías.
Entre otros motivos, por exceso de celo en materia urbanística. Sostiene que se está a tiempo de mejorar Ferrol Vello y que «no se puede llegar tarde» en el caso de A Magdalena, que cree que podría replicar el modelo de la barriada portuaria si no se actúa decididamente.
Sin coche oficial
El vehículo que traslada al actual alcalde, no es coche oficial, aparca en la recta de Serantes que conduce al restaurante Illas Gabeiras. Espera el mitin de las 21:00 en un territorio que no siempre apoya al PP, asume. «Ferrol se juega mucho, su futuro».
Tanto que explota un globo entre el público y al regidor se le escapa de las manos una copa con agua hasta quedar reducida a trozos de cristal sin unión entre sí. «No me pongas otro», observa José Manuel Rey entre risas de la audiencia y algún aplauso.
Está convencido, confiesa a Ferrol360, que la ciudadanía tiene claro el voto y que no habrá acontecimientos de última hora que puedan causar un vuelco. Solo resta saber si eso se confirma… y si lo que pronostica para sí el candidato se cumple.
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