RAÚL SALGADO | Narón | Jueves 22 septiembre 2016 | 23:22
El 95 % de la producción de Pull&Bear es «global», con concesiones a las «pinceladas» para ciertos países. España, cerca del 30 % de su cuota, el gran tablero de experimentación. Sale a relucir la amplia gama de complementos o los avances para el verano del 2017. Todo se transforma, dice Drexler; antes no había carcasas para móviles y ahora se piden a gritos, al revés que los fulares.
Objetos llamados a extinguirse en un vértigo de tendencias que se guía por una «comparativa diaria de lo que vendimos y vendemos», indica una de sus coordinadoras. La evolución en rentabilidad de cada prenda desde el año anterior. Y más cambios que habrá, porque los «chicos más pequeños tienen hambre de comprar su ropa».
Mantienen hábitos propios, ya que «los fines de semana las tiendas están llenas». Eso obliga a carteles grandes para que «sepas a dónde tienes que ir», como en los grandes supermercados. «Investigo, veo y decido» es la tarea de la juventud, que comprueba qué ofrecen otras tiendas en los mismos centros comerciales antes de elegir.
El protagonista del día es Brooklyn Beckham, a quien se le «ha juntado toda la ropa que le ha gustado». Habrá también camisetas, la prenda «base de cómo ha crecido Pull&Bear». Incluyen emblemas de conocidas bandas musicales o artistas, algo que conlleva negociaciones con agencias; Disney va por su lado.
Pero, claro, si el homenajeado en cuestión es tan célebre que ya ha fallecido hay que hablar con «mánager, mujer» o quien corresponda. Eso alarga el proceso. Los «diseños los tiene que aprobar» el protagonista. Y todo para que, al final, «ni una cuarta parte» de lo imaginado llegue a la línea de producción. Luego habrá dos colecciones por semana en la tienda, pero cada una tiene su historia.
El destinatario es un «chico muy casual», se empapa de conceptos que «se van refrescando». Los sueños se gestan arriba; en la planta baja, de la logística al transporte, la atención al público o la venta online. Modelos internacionales descansan en un rincón, es el plató en que nace la imagen para alimentar una web coordinada con los establecimientos físicos.
Fotógrafos, estilistas o Chino Darín en backstage. Al argentino, uno de los protagonistas de la fiesta posterior, también se le verá más tarde comprando en la falsa tienda que aloja el complejo. Aquí trabajan 300 personas y abunda lo que se lleva, especialmente los pantalones que aun dejan ver tobillo aunque haya asomado el otoño. Calzado blanco y cómodo. La moda.
Rafa asume el interiorismo. El gran comercio tipo al que accede el actor replica lo que ya se ve y lo que se verá en la calle. Escaparates, maderas, estantes. Una ciudad de la moda escondida en el polígono naronés, de aquí al mundo. La muñeca rusa que destapa sus encantos a cuentagotas, entre bellezas de infarto y personal de apoyo.
Para los materiales empleados en sus locales se recurre a proveedores casi exclusivos, pocos y de relieve. «Fabricamos en China si nos conviene», aclara, pero se reparte el tajo con Portugal o la misma España. «Empresas muy grandes» con las que puede ser posible la apertura anual de un centenar de delegaciones y otras tantas «reformas exprés».
Esos cambios se aplican en tiempo récord, diez días. Se «adapta la imagen» porque «reformar cuanto antes da alegría», supone un estímulo para el cliente comprobar que se arriesga en el cambio. «Valoran» un «ciclo de reformas acelerado», condicionado por aspectos como la iluminación. Absorbe el 15 % de los gastos de cada Pull&Bear.
Aumenta la belleza de sus estancias con una furgoneta que ya se ve en Dolce Vita Odeón, emblema de un nuevo camino. Una Volkswagen anaranjada asiste al Darín que se prueba abrigos eludiendo el trajín. Dos conocidas periodistas madrileñas desbordan con preguntas absurdas. Aquí hasta los camareros son moda, les ajustan la ropa. Que nada falle.
Debate sobre el post