MARTA CORRAL | Ferrol | Miércoles 8 abril 2020 | 14:24
De entre todas las cosas imaginables, nunca habría pensado que mis crónicas de Semana Santa tendrían que ir algún día en condicional en vez de en pretérito. Pero el azar, como cantó Serrat un día, es caprichoso —«tanto tiempo esperándote…»—. Y aquí me tienen en casa, con un sol espléndido que cualquier otro año hubiese garantizado que este Miércoles Santo cuatro de las cinco cofradías de la ciudad naval podrían haber hecho su estación de penitencia. Pero esta vez no.
En cambio, conjugo el condicional de todas las formas posibles para imaginar lo que hubiera sido y no va a ser. No obstante, me he obligado a ver lo positivo de este confinamiento y creo que he hallado la fórmula: esto me está permitiendo soñar también con las ausencias, reconstruir aquellas pequeñas cosas como en una especie de realidad virtual. Pensar que habría bajado hasta el muelle para caminar en la trasera del Cristo de los Navegantes como hice tantos años junto a mi madre, mi abuela y mi tía.
Discurriría por el Arsenal donde se funde el madero con los mástiles y los radares de las fragatas al lado de mi padre, que se pararía a cada minuto a charlar con alguien, hasta salir por la puerta de La Cortina y respirar la ráfaga de nordés que nos manda el Segaño. La gentes del mar cumplirían así su cita anual con la imagen legendaria que llegó a Ferrol para desatar las tormentas que impidieran su salida entre castillos.

Y apuraría el paso después para llegar puntual a la Merced. Me habría perdido, como siempre, la salida de la Cautiva; pero la vería en la calle e iría a todo filispín para no fallarle en la recogida. Es curioso que esta vez, sin haberlo planeado, nos hemos convertido nosotros en los cautivos. Eso sí, este año no nos faltará el Líbrame que le dedica Acotaga, podrá escucharse gracias a Iris en el punto de retransmisiones de la calle Magdalena después del aplauso de las ocho.
Amaneció la pequeña capilla de Ucha con un homenaje en forma de letras y flores. Dos cartas, unas calas y otras tantas fotografías a las que se les han ido sumando ofrendas con aroma a nostalgia a lo largo del día. «Me enviaron la fotografía por WhatsApp a primera hora y me llevé una gran alegría. La cofradía se siente acompañada con gestos como este», asegura el hermano mayor de la Merced, Diego Fernández, al otro lado del teléfono.
Las redes sociales están intensas otra jornada más, relata, y sirven «para no sentirnos desconectados en estos momentos y vivirlos con el resto de cofrades». Es un día «triste» y más para ellos, que llevan con este dos años sin ver a su imagen en la calle por el aguacero de 2019. «Hoy me levanté pensando que ojalá lloviese. Estamos un poco bajos de moral, es cierto, pero lo primero es la salud de las personas y hay que estar esperanzados en que todo esto pase cuanto antes».
Con la festividad de la Merced que se celebra en septiembre en el horizonte, el hermano mayor no descarta congregar a los cofrades en la capilla cuando sea posible para hacer un pequeño acto de oración y de acción de gracias. Mientras eso no llega, se multiplican las fotos, los vídeos y las oraciones «para que los cofrades puedan vivir este día desde casa. Esta Semana Santa es la más interior que hemos vivido, pero estamos en Semana Santa a pesar de todo».
Bajaría después al barrio de Esteiro, el que vio nacer a los Corral. Donde anidan las cigüeñas de hierro y las campanas suenan antes. Me apostaría cerca del Santuario de las Angustias para ver al Cristo del Perdón y a la Virgen de los Desamparados acompañados por esos cofrades que nunca les fallan. Distinguiría a Cancelo en el quicio de la puerta pasando revista en silencio.
Y cruzaría después A Magdalena —¿puede haber un nombre más bonito para un barrio?— para esperar a Dolores en Amboage, a la retirada. En el cedro que enfila el corralón de frente. Quizás antes habría ido a cenar algo y no hubiese encontrado mesa en ningún sitio. Cada centímetro de barra cotizaría al alza en la bulla de los venideros que regresarían como cada primavera con las fiestas de guardar.
Y cuando el Yacente se recoja pondría rumbo a Ferrol Vello, al barrio de Argüelles, como le decía mi padre. Para esperar en la glorieta de Alfredo Martín la salida de la Soledad. La partida del itinerario más tardío de nuestra Semana Santa, el que completa Nuestro Padre Jesús y la Virgen del Perdón y Misericordia. Y me dolería la espalda, y diría otra vez aquello de que «cansa más ver las procesiones que ir en ellas», reconociendo el mérito del pueblo de Ferrol que nunca le falla a su Semana de Pasión.
Les invito a que ustedes también se dejen llevar por esta realidad virtual. Que unan sus recuerdos como piezas de puzle para reconstruir cada día a su antojo la que sería su procesión, la que va por dentro y vuelve a pasar por el corazón. Después, sepan que la Junta de Cofradías a través de su página de Facebook emitirá este miércoles en directo las imágenes de otros años a las 19:00, 20:00, 21:00, 22:30 y 23:45 horas.
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