COSAS DE NOELIA | Ferrol | Miércoles 28 enero 2015 | 19:20
El motivo de mi ausencia en esta preciosa página ha sido la gripe.
La gripe. ¿Quién se ha librado? NADIE. Hemos aprendido a hablar con tosidos. Cuando estornudas ni «¡Salud!» te dicen porque sonaría a burla. Empiezas a olvidar la cara de la gente porque la tapa un pañuelo de papel. El rollo de papel higiénico ya no está en el cuarto de baño sino encima de todas y cada una de las mesas de tu entorno. Las miradas se enturbian, las voces se silencian, los oídos se taponan, se extinguen los aromas, todo sabe igual y sólo acaricias la idea de salir del infierno.
Esto no es normal. No lo es. Así que, aprovechando los estados febriles que acentúan nuestra creatividad hasta alcanzar niveles de científicos de la prestigiosa Universidad de Wisconsin, he desarrollado una teoría. La conspiteoría: el Gobierno nos inocula. NOS INOCULA.
¿Cuál es el vehículo empleado para tal perverso fin? Efectivamente, tú lo sabes, yo lo sé: la vacuna de la gripe en nuestros abuelos. Y la abuela contagia al resto, como en un campeonato mundial de caída de fichas de dominó. Familias enteras sorbiendo los mocos al unísono. Pero las abuelas nunca asumen que son la nave nodriza del virus. No. La culpa es tuya: «Non me estraña, sempre vas co peito ao aire», así lleves un jersey de cuello vuelto.
¿Quién se beneficia con esto?
Para responder en primer lugar a tan delicada pregunta sólo hay que ver los anuncios de la televisión. ¡En mi vida había visto tal cantidad de anuncios de jarabes y antigripales!
«¿Antigripales dices, neniña? Ay mira, a mí ME CONSIGUEN los antigripales de la Marina. Mano de santo. Te tomas uno y a los tres minutos, se te pasa todo. TODO. Que ya podían hacer todos los antigripales iguales, pero claro… NO INTERESA».
Y si no has visto ningún anuncio, siempre habrá alguien que te RECOMIENDA un medicamento. Somos mucho de prescribir. Pero también de aconsejar, de apercibir, de reprochar «mira que te lo dije»; y todo ello girando en torno a la famosa tríada de la inmunidad, conocida como TSS:
Tapa la boca.
Sécate bien el pelo.
Sácate de la corriente.
Somos tanto de dar consejos que hasta competimos: como los remedios farmacéuticos los conoce todo el mundo, siempre hay alguien que intenta destacar aconsejándote el natural e infalible, como quien comparte contigo el secreto mejor guardado de Puente Viejo, como quien te entrega las llaves de la cripta donde se halla el Santo Grial: «Deja una cebolla en la mesilla, empapada en azúcar extraída por hadas del bosque, miel de asno y una rama de eucalipto mordisqueada por un joven koala… No toserás en toda la noche», te susurran, con esa mirada que sólo puede poner el que sabe de qué habla pero que no lo ha llevado a la práctica en su vida. Porque puedo afirmar y afirmo que el 95% de los que te recomiendan lo de la cebolla, no lo han hecho jamás. Antes toser que impregnarse de tan horroroso olor.
Un buen día, diecisiete personas me hablaron del propóleo. El propóleo está de moda. «Ay, qué afonía/tos/mocos/esguince tienes, toma PROPÓLEO: es el antibiótico natural». Antivirus, antiséptico y antiinflamatorio. Multiefectivo, como el limpiacristales en Mi gran boda griega. «¿Pero qué os pasa con el propóleo?» pregunto intrigada. «Ay, mujer, ¿no lo conocías? Pero si es DE TODA LA VIDA».
Pero sigamos profundizando en los beneficiarios de esta epidemia: los fabricantes de fideos. LA SOPA. La gran aliada del griposo. Quieres sopa a todas horas. Ofreces sopa, recomiendas sopa. Y no sales de casa de tus padres porque allí hay una MARMITA gigante de sopa. Sólo quieres caerte en la marmita de sopa porque te da poderes. O en la marmita de caldo limpio que, de repente, sabe a gloria celestial. Pero a lo mejor no tienes la suerte de hacer o que te hagan caldo limpio natural y allá vas a comprar un tetrabrik de caldo limpio. Otro beneficiario más. Quien dice uno, dice dieciséis, que los venden en pack ahorro: no ahorras euros pero sí tiempo al cogerlos de cuatro en cuatro. Y si estás muy mal, te dejas de ofertas y coges el caro, el de los cuadritos amarillos, el que pasa de cuatro euros el litro, que esos virus son muy exigentes.
La gripe es terrible, pero une a las familias. No descarto que los abuelos sean conocedores de su función de nave nodriza y la asuman con callado orgullo. Los padres se interesan por los hijos y estos agradecen en silencio el interés. El ir y venir de tuppers (otro beneficiario más) se multiplica.
Recibir el cuenco humeante unido a la carita que lanza un besito de corazón por Whatsapp es de lo más reconfortante. Tu nariz es un surtidor, un aspersor, una manguera, un grifo sin frisa pero sin calma, y como no vas a ir con el rollo de papel higiénico por la calle, compras kleenex. Paquetes y paquetes. ¡Clin clin clin beneficiario! Hasta persigues a la gitana que los vende. Pañuelos de papel que tienen un efecto secundario horrible: te resecan la nariz hasta agrietarla. «Ay mujer, usa éste que tiene ALOE VERA. No, no. QUÉDATE CON EL PAQUETE QUE TENGO MÁS».
«-AYYY CÓMO TIENES LA NARIZ. Toma. Échate este bálsamo, que es buenísimo.
-¿Pero meto el dedo aquí?
-Pero claro, mujer. ¿Te da asco?
-Eeeehmm, no no…»
Se disparan las ventas de naranjas, de zumos en tetrabrik y de exprimidores, sobre todo eléctricos porque te duele todo y ay, parece que el cuerpo me pide zumo de naranja, estoy fatal de las articulaciones. Y a esa cara lánguida hipercaliente o sudando en frío, con esos ojos entrecerrados, esa nariz que ya no parece tuya y esa boca entreabierta, agonizante, buscando algo de aire, se une el quejido, el lamento, el suspiro. Porque QUEJARSE ALIVIA. Y alivia mucho, casi tanto como que te den MIMOS, que te apoyen, que te digan que sí, que qué poco te quejas para lo mucho que sufres. Quejarse alivia casi tanto como el ibuprofeno, al que te vuelves adicta, porque es auténtica alegría de vivir.
Y si no te dan mimos, no pasa nada, te los das a ti misma: Yo me hago vahos y no me cae un moco en toda la noche. Y me digo en voz alta «a dormir, mi estrella» (@toayita); aunque claro, si nos han enseñado que las cosas tienen una manera de hacerse, por algo será: Me he echado Vicks VapoRub y luego me he percatado de que caducaba en 2013. Curo un constipado y resucito dinosaurios (@bensonsenora)
Superado el feroz ataque viral, viene, paradójicamente, la peor etapa, la «entre lusco e fusco»: no estás tan mal como para meterte en cama ni tan bien como para hacer cosas productivas. Y ahí estás como un desvalido zombi, dando pena, dejándote caer en el sofá, abrazando esa taza de líquido caliente mientras los ojos se te llenan de lágrimas que finalmente discurren lastimosamente por tu mejilla.
Y cuando por fin curas, es decir, alcanzas ese breve período de tiempo entre la gripe y el catarro o faringitis posterior, miras con desprecio al que la ha pillado o aún sufre sus efectos, sentenciando con un «qué cuento tiene».
Porque lo tiene.
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