ALEXANDRE LAMAS (Psicólogo) | “Esa cabeciña…” | Viernes 12 junio 2015 | 17:24
Son las tres y cuarto de la tarde, has tenido un día duro en el trabajo y todavía te queda la tarde. Estás en ese momento en el que sabes que tendrás tus diez minutos de gloria con una merecida siesta. Morfeo empieza a arrastrarte a su dominios y notas como te hundes más y más en la calidez y comodidad de tu sofá. Mientras las voces de los locutores de las noticias que salen del televisor parecen alejarse hasta convertirse en un pequeño rumor.
En ese momento, la música estalla en tu cabeza como si la orquesta Panorama te hubiese preparado una fiesta sorpresa mientras te dormías. Es la melodía de tu móvil. Alguien te llama a las horas más inoportunas. Miras el número. Son ellos. Son los comerciales.
Ya te han llamado un montón de veces pero no se dan por vencidos. Te han despertado, pero sabes que si no se lo coges, seguirán llamando y llamando. Destrozando tus escasas oportunidades de disfrutar del silencio. Maldita sea. Además se enrrollan tanto.
Los comerciales telefónicos son entrenados para usar una serie de técnicas para prolongar la llamada cuanto puedan. Saben que cuanto más tiempo pases enganchado al teléfono, más probable es que realicen una venta. Y ellos viven de vender. Además poseen todo tipo de recursos para hacer su trabajo. O no te dejan hablar, o apelan a tus sentimientos, o intentan tentarte con todo tipo de promesas. Los hay que son auténticos actorazos y son capaces de interpretar a Shakespeare si con eso hacen una venta.
Tampoco es muy conveniente ser desagradables, primero porque es una persona que esta intentando ganarse el pan; segundo, porque tienen sus formas de venganza. Una amiga mía me comentó como, sobrepasada por una llamada interminable, le colgó al comercial dejándolo con la palabra en la boca. Desde ese momento la llamaron cada par de horas. El comercial agraviado había introducido su número en las listas de todos sus compañeros para que la llamasen una y otra vez. La pesadilla solo duro unos días por suerte.
Ya es hora de que nosotros, los abrumados consumidores, nos armemos también con las técnicas apropiadas para decir que no. La técnica más eficaz en estas situaciones es la que se conoce como “el disco rayado”: Se trata de repetir tranquilamente las palabras que expresan nuestros deseos, una y otra vez, sin probar más argumentos ni desarrollar sentimientos de ira. Nos permite ignorar todos los juegos dialécticos que nuestro interlocutor tratará de hacernos para que caigamos en su trampa, de forma que no nos desviamos del punto en el que queremos estar.
La respuesta más típica sería: “Lo comprendo, pero no me interesa”. Y no salirse de ahí. Cada vez que el hábil comercial haga una pregunta, cada vez que nos pida una opinión, cada vez que espere una respuesta, nuestra respuesta será siempre la misma. Veréis como rápidamente desesperan y abandonan. Saben que ante alguien que adopta esta actitud no hay nada que hacer.
Esta idea puede parecer un poco radical, pero os recomiendo que la pongáis en práctica porque es extremadamente efectiva y rápidamente descubriréis como recuperáis el poder sobre vuestras vidas, ya que esta técnica puede ser usada con todos aquellos que quieran vendernos algo. Que hoy por hoy es mucha gente.
Alexandre Lamas es psicólogo y ejerce profesionalmente en Ferrol, para más información podéis visitar su página web pinchando aquí.
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