RAÚL SALGADO | Ferrol | Jueves 16 abril 2020 | 19:40
Nunca habíamos exhibido tanto nuestra intimidad. Famosos y anónimos se lanzan a publicar fotografías y vídeos que orientan con bastante nitidez sobre el edificio o incluso el piso en el que vive la persona en cuestión. Sin embargo, es un momento de máximo recogimiento. Parece prohibido ser pesimista o expresar la impotencia que nos inunda.
En realidad, no queda otro remedio que mirar al frente, pero los agobios se agolpan. A mí, que no paso necesidad, me duele la cabeza casi todos los días. Llevo prácticamente todo el estado de alarma con la piel muy seca y no basta con que la hidrate a primera hora de la mañana. Parezco maquillado para cine fantástico. No estoy nervioso, pero lo estoy.
Veo cansancio más que tristeza. Impotencia. Una marea de mascarillas y gente que cruza cuando ve que en la misma acera viene alguien en línea
recta. El miedo, la incertidumbre. No depende de nosotros, pero hay una ansiedad por comprobar que se va a propiciar algún gesto. Todos sabemos que esto se arregla con un pacto colectivo por nuestra propia salud, sí.
Detallar alguna fecha orientativa, por aproximada que sea, también es necesario. No digo que fijemos un teórico retorno a la normalidad que conocimos, sería ciencia ficción. Ahora bien, empezar a dar pistas entre tanta sobreinformación en negativo se antoja imprescindible para que el pesimismo no nuble a todo un país.
Hasta los medios en principio más serios se apuntan a poner en sus portadas el primer estudio de alguien de prestigio. De prestigio, pero poco más que otro paño que no limpia por completo la ventana.
Este trastero tiene demasiados muebles viejos: un curso escolar vencido en el que no se ha tenido en cuenta a los alumnos que ni tienen ordenador en casa, los bancos que no han tenido clemencia con los pagos del mes (y reciben a la población mayor que ni sabe qué es internet como apestados).
Los supermercados que limitan su aforo, pero de pasillos estrechos y compras ajenas que se pegan a las tuyas en la caja. A lo mejor, reducir todavía más los horarios aligeraría la efusividad humana en su interior. Y empresas que han leído ERTE y han ido como insensatos hacia la luz.
No nos pidan paciencia si hablan con parsimonia de una horquilla que sube y baja tanto como compás de espera. Algún brillo tras el túnel, por favor. Si Alemania puede anunciar que hasta el 20 de agosto no habrá eventos multitudinarios, no diviso el inconveniente para orientarnos aquí.
Mientras, los niños en casa, con menos derechos (tal cual) que un perro, y los equipos de fútbol negociando un final de la liga sin que sepamos cuándo abrirán los bares. Es más, los que no tenemos niños ni perro conservamos las piernas. Por saber, no sabemos ni siquiera qué comercios y hosteleros podrán subir de nuevo la persiana.
Angustia por tener material que te proteja (sea el que sea, hecho con lo que sea, repartido incluso por administraciones), conocedores de medicina que serían entrenadores en Champions y policías de ventana… y de redes, donde se denuncia sin pruebas como si esto fuese una de John Wayne. Todos sabemos de todos y todo.
También se pide periodismo supuestamente bueno pese a que yo nunca me he atrevido a reclamarle al carnicero cómo tiene que hacer su trabajo. Además, ya están los titulares facilones para eso. Menos mal que las audiencias de casi todos los medios se dispararon al inicio de la cuarentena.
Sus defensores ya hacen suficiente ruido y se creen con la sabiduría en la mano, no somos de su planeta. Casi ni menciono a los que prácticamente no escriben en redes sociales y estos días se dejan el dedo en la tecla. Lo obviaré porque lo sigo teniendo claro, solamente son termómetro de una parte de la población.
Un país donde hay que gritar más que nadie para decir que desde el centro de la piel de toro se esparció un virus y ahora quieren ser los primeros en salir de las restricciones. Como los que se toman como asueto (son pocos, por suerte) este panorama, quizá si hubiese más policías en la calle… No hay vida más allá de la capital, ya nos arreglaremos. Vaya zoco.
Así llevamos más de un mes. Buenas intenciones, mucha lentitud; responsabilidad casi unánime, poco guiño institucional (o estrictamente político) a cambio.
Debate sobre el post