MARTA CORRAL | Ferrol | Viernes 14 marzo 2014 | 09:40
Preguntaba a mis contactos locales del Facebook qué era lo primero que se les venía a la cabeza al escuchar la palabra «Pepitas» y los comentarios no tardaron en surgir: rondalla, primavera, música, tradición, lona, Ferrol, emoción, bellas ferrolanas, batir, recuerdos, ferrolanía, guapa, serenata, ronda, habanera, Amboage y Casa Rivera.
Pero también aparecían otras reflexiones bien distintas: casposo, clavelitos, senectud, machismo, viejos, arcaico, cutre, tostón, molestia, horterada anacrónica y decrépito.
La Noche de las Pepitas despierta odios y pasiones a partes iguales. Las nuevas generaciones no parecen muy interesadas en continuar con esta tradición que cuenta con más de un siglo de vida. Entre los rondallistas preocupa mucho el relevo generacional, porque la media de edad de las agrupaciones va en aumento.
Afortunadamente, los jóvenes no están tan escondidos como parece y su pasión por la música y, en algunos casos, la tradición familiar, les hace enfundarse en sus capas de ronda para disfrutar de la noche más ferrolana de todas.
De su mano descubriremos qué es lo que les engancha y cómo ven ellos los prejuicios que existen alrededor de la Fiesta de las Pepitas.
Gabriel Alonso, Bohemios
Fue la propia rondalla la que llamó a este joven estudiante de piano y canto. Accedió a la proposición y a sus 22 años, ya lleva dos tocando el teclado en Bohemios, menos en Pepitas, que deja las teclas y se arranca a cantar.
Gabriel no tuvo nunca prejuicios con las rondallas: «Soy músico y aposté siempre por la música tradicional y el folclore, que me parece súper importante. Sería una pena pensar que se pueda perder».
Para él, esta fiesta está «en un peligro de extinción más que evidente». Cree que el problema está en la falta de lugares donde aprender a tocar los instrumentos típicos de Las Pepitas, la bandurria y el laúd: «En el conservatorio no se ofertan esos instrumentos y tampoco hay escuelas. Entonces, aunque quieras y tengas interés, ¿dónde aprendes a tocar?».
Gabriel piensa que, a la hora de atraer a los jóvenes, sería fundamental que tuvieran más información y que el repertorio fuera más atractivo.
Javier Hernández, Rondalla Añoranzas
De las palabras de Javier se desprende un entusiasmo envidiable: adora la rondalla. Este joven de 21 años lleva 14 tocando la pandereta en Añoranzas. Ahora también es tenor primero.
Conoció la rondalla a través de su tía, que lo llevaba a las actuaciones, y desde muy pequeño fue sintiendo el gusanillo de la música.
Javier disfruta mucho con sus compañeros de rondalla, que lo han arropado desde el principio, y tiene claro que si los jóvenes conociesen mejor esta tradición, seguro que se animaban: «Algunos amigos sí se sorprenden de que esté metido en la rondalla, pero otros incluso me vienen a ver y les gusta».
Tiene la clave para que la gente más joven se interese por la fiesta: «Venderlo mejor». Piensa que no se da a conocer lo suficiente y, por eso, hay tantos prejuicios que alejan a la gente de su edad. Para él, lo importante sería una buena publicidad que acerque la verdadera fiesta a todo el mundo.
Eduardo López Cornide, Rondalla del Club de Campo
Su pasión por la fiesta de Las Pepitas le viene de familia. Su padre es fundador de la Rondalla del Club de Campo y su hermano empezó en el año 92. Él lleva 15 años tocando la guitarra. Ahora también le acompaña su pequeño, para él será su tercer año de ronda.
«Disfruto mucho, sobre todo en el Día de las Pepitas. Estar rondando por las calles o con los compañeros echando unas cantadas. Siempre me gustó la música, es lo mío y lo llevo dentro».
Eduardo cree que los jóvenes no se sienten atraídos por la fiesta por falta de información: «Se piensan que es algo de gente mayor»; pero confía en que la tradición se sepa trasladar de padres a hijos, como en su caso, y garantizar así su continuación.
Sara Vázquez, Rondalla Mugardesa
Desde los 4 años lleva esta mugardesa tocando la pandereta en la rondalla. Ahora, con 16, se estrena este año con la guitarra.
La ronda le viene por parte de abuelo y disfruta mucho con lo que hace. Además, tiene claro que es una tradición muy arraigada en la Real Villa y todo el pueblo desprende fiesta y alegría, eso le encanta.
A sus 15 años, confiesa que hay amigos que la van a ver a las actuaciones de la rondalla y que lo ven como algo bonito, aunque otros piensen que es de personas mayores. Cree que la clave del éxito de la fiesta entre los jóvenes estaría en la publicidad: «Hoy en día eso es lo que importa. Que la gente se entere de qué va y conozca realmente lo que hacemos».
Óscar López, Sonidos del Alba
Este percusionista, profesor en el Conservatorio ferrolano, comenzó hace menos de un año: «Empecé de casualidad. Fui con un amigo a ver de qué iba la cosa, me encontré a gusto y sigo ahí. Cuando fui a probar me recibieron muy bien y estoy muy contento con la gente. El repertorio no es muy complicado, así que uno se puede entretener y pasarlo bien».
A sus 37 años, «lo de joven ya no me va mucho», bromea; no tuvo ningún prejuicio a la hora de acercarse a conocer este mundo y le preocupa que esta fiesta llegue a desaparecer: «Es algo que tendría que cuidarse, porque es sólo nuestro y no lo hay en ningún otro sitio. Tener cuatro rondallas en Ferrol y otras cuatro en la comarca es un lujo y deberíamos de cuidarlo y que no se pierda».
Para él, la culpa de la escasa participación de las nuevas generaciones está en el cambio de las tendencias de la sociedad: «Es un poco lo que pasa con la música clásica. Lo que se ve y se escucha en los medios no es este tipo de música. Esto tiene un público minoritario. Antes se entretenían de otra manera, tocando con amigos, yendo a bailar, cantando… era distinto. Hoy en día ya sabemos cómo se divierten los chicos, se relacionan cada vez más a través de las nuevas tecnologías».
Considera que la participación de la ciudadanía es una de las claves para que esta tradición siga adelante: «Cuando era más joven, esto no era algo que yo siguiera; pero desde la perspectiva que lo veo ahora, puede ser que con un poco más de participación en la ciudad se consiguiese un mayor apoyo. También apostando por dignificar la fiesta, la rondalla. Darle un poquito más de importancia. No deja de ser una música más popular y menos elaborada, pero que es una parte muy importante de la cultura de aquí».
Al igual que Gabriel, Óscar piensa que la educación musical y la oportunidad de aprender a tocar los instrumentos clásicos de Las Pepitas sería básico, además de ofrecerles una alternativa de ocio a los chavales: «Deberían ayudarles a las rondallas a que formen gente. Que los chicos tengan acceso a la música popular, con clases de bandurria y laúd. Lo importante es hacer piña, que estén a gusto y crear un grupo de colegas, de pasar dos horas a la semana tocando, eso es lo fundamental y es la forma de entrar a las cosas. Fomentar la cultura y el buen rollo, la cultura de no hacer las cosas sólo por dinero».
La Rondalla Mugardesa y Bohemios cuentan con escuelas de pulso y púa gratuitas, una iniciativa en la que los profesores son voluntarios y que conforma una base para todas las personas que se quieran asomar a la música tradicional ferrolana.
Óscar ve en la Noche de las Pepitas una tradición; pero también una gran responsabilidad: «Son canciones hechas por gente de aquí y por personas que vinieron a vivir aquí y eran de fuera. Es un legado que queda para siempre y debería de conservarse porque es posible que lo perdamos y que con el paso de los años lo echemos de menos. Nunca se sabe lo que se tiene hasta que se pierde».
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