MARTA CORRAL | Cedeira | Viernes 1 de junio 2018 | 16:00
Aquí traio este relato, i escóitenme compañeiros, da batalla que libramos en Cedeira os percebeiros.
El 1 de junio de 1999 los percebelleiros de Cedeira libraron su particular revolución enfrentándose a las fuerzas de seguridad en una jornada que todavía hoy, 19 años después, mantiene las heridas abiertas en una suerte de «guerra civil» que ha separado a familias y vecinos. La historia de la batalla campal que asedió la vila durante dos horas mientras las campanas de la iglesia de Santa María tocaban a rebato «como antiguamente» para convocar al pueblo, permanece sin embargo guardada en un cajón, como esperando a que el tiempo se haga cargo de las cicatrices.
La canción Que non volvan! de Os Cempés, escrita por Serxio Ces, que vivió aquel 1 de junio en primera persona, nos acompañará para reconstruir un relato del que pocos cedeireses quieren hablar. «Foi un impacto para o pobo. É unha cousa que non se vai esquecer aínda que pasen xeracións. Veu todo o mundo ese día aquí a axudar porque entendían que detrás dos negocios e das actividades están as persoas, e aquí prexudicouse moito aos percebelleiros e ás súas familias», relata un trabajador del mar que prefiere que no se mencione su nombre.
Él tiene claro que «hoxe en día seguimos pagando as consecuencias» y la patrona mayor de la Cofradía, Lucía Villar, lo corrobora: «Eso no se olvida. No hay reunión en la que el tema no salga mencionado. Yo misma he intentado negociar en varias ocasiones con Cariño, la última hace escasos ocho meses, pero ellos están muy bien así y no hay interés por cambiarlo», asegura. Con todo, la unión que ese día demostraron los cedeireses es un símbolo más del orgullo que sienten por su patria chica los habitantes de un pueblo que, a pesar de los envites, sigue siendo mariñeiro.
Traballábamos de sempre, desde os pais dos meus abuelos, e agora véñennos decindo: «aquí non poden collelos»
Para entender los sucesos de aquel 1 de junio tenemos que remontarnos a octubre de 1998, cuando el pósito cariñés, del que apenas vivían unas pocas familias en aquella época, inició las gestiones con el objetivo de aprobar su propio plan percebero. Hasta el momento, los percebeiros de los municipios de la zona extraían libremente el marisco de la costa organizándose según los abrigos y las etapas de crecimiento en cada cantil hasta Estaca de Bares.

Fue a comienzos de enero de 1999 cuando la Xunta de Galicia dio luz verde al documento presentado por Cariño, dejando a los percebelleiros sin poder extraer, entre otros, en el banco de Os Aguillóns, el más fructífero de la costa ortegana. Empezaron entonces sus movilizaciones, manifestándose en Santiago de Compostela y encerrándose en las oficinas de la Delegación de Pesca situadas en la ferrolana plaza de España, para después desafiar a las autoridades yendo a apañar percebe en las zonas prohibidas.
El día antes de la batalla, el 31 de mayo, fueron expedientadas una treintena de embarcaciones por extraer percebe en los acantilados cariñeses, pero la Guardia Civil no pudo evitar que los 350 kilogramos con los que llegaron a puerto se vendieran en la lonja, tal y como recogió La Voz de Galicia. Se pagaron de 2.000 a 6.500 pesetas por kilo, pero a diferencia de una venta normal, los percebelleiros se repartieron las ganancias equitativamente. Empezaban así su pequeña gran revolución.
Oíndo estas palabras e ó non deixaren vendelos, fixemos unha xuntanza, ordenamos en comelos.
Xa estando o pobo reunido, hasta o último meniño, démoslle lume ós percebes, pan e cántaros de viño.
A la mañana siguiente salían a las diez de la mañana del puerto de Cedeira medio centenar de lanchas, con unas 200 personas a bordo, rumbo a sus codiciados Aguillóns. «Xa no mar houbo unha movida tela porque a Garda Civil abordou unha embarcación, así que deixamos de traballar e fomos todos a axudar», recuerda Serxio Ces, que estuvo al frente de la asociación de percebelleiros en dos ocasiones. «Cando víñamos de volta detrás nosa ía a lancha da Xunta e máis a da Garda Civil pedindo os percebes, nós viramos e encarámolas, así que tiveron medo».
Al llegar a puerto sabían que no podían vender los percebes porque eran ilegales y se enfrentaban a una nueva multa, así que tomaron una decisión: «comémolos e ao carallo», resume Ces, explicando que «tiñamos viño da Festa do Percebe e pan». En ese momento los guardias estaban esperando refuerzos y las campanadas habían logrado que todo el pueblo acudiese al muelle.

«Estaba a miña filla dun ano, mulleres, persoas maiores… Lembro a Tucha da Pirucha ofrecéndolles percebes aos policías porque non sabían o que ía pasar despois, a xente nunca vira tal cousa. Os meniños estaban abraiados coas escopetas», relata. Otro percebelleiro, Luis Pérez, añade también que los barcos que estaban faenando fuera volvieron a la vila para prestarles su apoyo. Él mismo reconoce que ese día «non houbo mortos porque Dios non o quixo».
Aquí non comen percebes, requisámoslle o marisco, temos que levalo axiña pra que cene o ministro.
Os percebes son do pobo, e os estamos disfrutando, mais se queredes levalos aquí estamos esperando.
Cuando llegaron los antidisturbios los mariscadores ya se habían armado con troncos de eucalipto y estaban atrincherados en la lonja. Los policías tiraron abajo la puerta del bar contiguo y accedieron. Serxio Ces se acuerda de ese día como si fuera ayer y comenta que «comezaron a disparar pelotas de gomas e ía caendo a xente, pero nós tamén repartimos e tiveron que parar. Despois chegaron cos gases lacrimóxenos e houbo que saír».
«Viñan requisar os percebes, pero os que non cocimos metímolos na cámara da lonxa e non puideron levalos. Lembro que había un señor maior que tiña unha discapacidade e iso non lles parou, déronlle un palizón tela. Repartían moitas hostias. Collimos as botellas de viño e tirámosllas. Nun principio pensaron que eran cócteles molotov. Caeulles unha chuvia de viño…», ríe Ces. Beni Martínez tenía apenas 15 años ese día, pero no lo olvidará nunca.
«Nos dijeron que había movida en el muelle y fui hasta allí en la moto. Pasé mucho miedo. Recuerdo a los antidisturbios disparando pelotas de goma, las barricadas ardiendo y nosotros en el castillo tirándole piedras y todo lo que encontrábamos a mano a la policía. Fue una batalla campal. No miraban si eras un niño o un señor mayor, repartían a diestro y siniestro. Pasamos miedo, mucho miedo. De hecho conozco a una persona que, después de un pelotazo, tuvo problemas en el riñón». Belén Bustabad, que trabaja ahora en la lonja, no duda a la hora de calificar lo sucedido como «unha pequena guerra civil tremenda».
Cargaron as escopetas, empezaron paus e tiros, non perdoaron a naide, nin sequera aos cativos.
Xa despois de dúas horas, de batalla cos bandidos, fóronse coas mans baleiras e os percebes os comimos.
«Tiñan o pobo pechado, non podías saír. Cando se lles acabou a munición marcharon arrasando con todo, despois de dúas horas, pero non tiñamos gana de celebrar nada. Había xente ferida, unha indignación total e moito medo ao que podía pasar despois. Estabamos como zombies. Eu non durmín esa noite», asegura Serxio Ces. Al día siguiente, el 2 de junio, unos 3.000 cedeireses se manifestaron desde la Praza Roxa en apoyo a los percebelleiros y condenando las cargas policiales.
Ces admite que había quien quería volver a desafiar la ley y quien no, pero «chegaron informacións de que había moita policía agardando en Cariño, que trouxeran un exército de fora, e pensamos que eran capaces de queimar a vila, así que asumimos e comezaron as negociacións». «Non se fixo ben, tiñamos que sentarnos a negociar sendo máis humildes e dialogantes, polo beneficio de todos, os de Cariño e nós», resume.
Para Luis Pérez «a culpa foi das confrarías, dos patróns e dos secretarios. Fixeron o que lles deu a gana. Puideron amañar para non acabar como estamos nós e noutros sitios. Querían a venda só aquí e Cariño tamén quería o deles, é lóxico. Daquela houbo moita xente da vila que foron para alí coas embarcacións e hoxe en día pasa tamén. Hai que vivir e isto é moi duro», sentencia.
De hecho, en aquel momento, hubo quien no perdonó en Cedeira a los vecinos que se sumaron a la cofradía cariñesa. «Iso foi egoísmo», califica Ces, lamentando que «botei oitos anos sen saudar a xente que eran amigos meus. Hai xente que nin os bos días me da». Ese día después se puso a componer la canción, «vomitei toda a raiba», explica el componente de Os Cempés, quienes también editaron otro tema dedicado a los sucesos, 1 de xuño en Cedeira, en el que se pueden escuchar los audios originales de ese día: «Aquí se ve, Cedeira en pé».
Fraga estaba en Ferrol
El que era por entonces presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga Iribarne, se encontraba este 1 de junio en la ciudad naval asistiendo a la inauguración de Diario de Ferrol. Para Serxio Ces es «indignante» que el alcalde cedeirés, el popular Leopoldo Rubido, no hubiese levantado el teléfono para que cesaran las cargas policiales. Recoge la prensa que el regidor emitió un comunicado criticando la actuación de los antidisturbios, pero para los vecinos eso no fue suficiente.

Por su parte, el delegado del Gobierno en Galicia, Juan Miguel Diz Guedes, asumió la responsabilidad de lo sucedido alegando que la policía se defendió de la «agresividad de los mariscadores» y que solamente pretendían que no se cometiera una ilegalidad con el percebe sustraído, pero que habían tenido que cargar ante la «actitud rebelde y desobediente» de los percebelleiros. El PSdeG y BNG presentaron en ese momento tres solicitudes de comparecencia ante el Parlamento por lo sucedido y exigieron la explicación del Ministro del Interior.
«Ninguén pode vivir xa do percebe»
Ces no lo duda: «para vivir agora do percebe tes que furtivear, non queda outra. A maioría temos outros traballos porque xa non da», sentencia. Luis Pérez está de acuerdo y añade que «os bancos esquílmanse máis ca nunca». El más crítico con las consecuencias de la prohibición impuesta por Cariño es el percebelleiro que prefiere mantenerse en el anonimato. «Dividiron a costa de tal maneira que o prexuizo foi para todas as confrarías. A día de hoxe unhas zonas están sobre explotadas e noutras estase maleando o percebe por falta de explotación», explica.
Para él todo fue «unha cagada da Administración, unha decisión sin asesorarse por profesionais do sector». Afirma que «agora non está contento ninguén. Antes o propio mar organizaba aos percebelleiros, se abrigaba ían cara un sitio ou outro. Hoxe hai zonas nas que non se deixa medrar o percebe e outras nas que maléase porque non se fai unha extracción continua e tira ao largo, sendo de baixa calidade».
«O que se conseguiu foi enfrontar a veciños e familias, crear un mal ambiente no sector e un prexuizo económico moi importante. Antes había máis xente que ía ao mar e o recurso daba para todo o mundo. Agora todos tivemos que diversificar. Seguimos pagando as consecuencias desa decisión». Ninguno de los tres se arrepiente de haber luchado ese día y volverían a hacerlo. Volverían, sin dudarlo, a navegar hasta Os Aguillóns y a atrincherarse en su particular Revolución de los Percebes.
I esta conclusión lles deixo, que me escoiten eses pillos, que os paus a min non me doen se é polo pan dos meus fillos.
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