
RAÚL SALGADO | Ferrol | Viernes 3 abril 2020 | 19:25
El eterno miedo a pensar que no valdrá de nada. Por más que esto sea lo más parecido a lo que habrían contado nuestros antepasados sobre la guerra. No puede ser. Me niego a creer que no aprenderemos. Que pasarán las semanas que sean y volveremos al egoísmo, al mirar para otro lado. Tan universal.
No descuidemos que hemos sufrido, que lo de todos hace resistente el edificio. Que muchos no se han cansado de fabular con mensajes y vídeos hasta el agotamiento. Antes no sabíamos lo que era no tener nada para hacer.
En ese futuro que en el sueño queremos acariciar habría que comprar en el pequeño comercio en vista de que a las grandes superficies el miedo les arañará con menos fuerza. Viajar antes al resto del país que a rincones lejanos. Cada cartel en cada uno de esos locales escrupulosamente cerrados en una ciudad que huele a domingo tienen una historia detrás.
Unos son más melancólicos, otros apelan a la esperanza. Nadie sabe cuándo las calles volverán a ser nuestras, cuándo hablaremos a poca distancia con el único temor de que se caiga la cerveza que nos separa. Cuándo, incluso,
las normas que se nos exigen estos días serán un poco más convencionales.
A servidor, que hace que habla en la radio, le resulta inevitable rascarse si le pica un ojo o la nariz en directo. Tampoco está al alcance del grueso de la población lavarse las manos con agua y jabón cada 5 minutos, estamos trabajando. El lugar de encuentro entre el pavor y la responsabilidad.
No agolparnos en la cola antes de que nos tengan que restringir más el movimiento. De la mano. La que ahora no podemos unir a otra, la que debemos seguir dando al vecino y al extraño. El mundo, ya no es pura poesía, se ha parado.
Todo son mascarillas, gente que agota la levadura en el supermercado y mitos derrumbados por las batas y la ausencia de maquillaje en el saloncito. Me muestro dispuesto a cambiar, pero a partir de lo razonable.
Habrá que reinventarse en lo personal y en lo profesional, los que peor y los que no tan mal lo pasen en este período. Al menos, que la solidaridad que estos días nos ha salido sin saber detenerla presida nuestro ansiado retorno al equilibrio.
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