ALICIA SEOANE | Lunes 26 de agosto de 2024 | 12:05
El estreno de Dique, la nueva pieza de la compañía Nova Galega de Danza que se estrenó en la noche del pasado domingo, ha dejado sin palabras a muchas personas del público que a la salida compartían sensaciones y felicitaciones a la Compañía.
El director de Nova Galega de Danza, Jaime Pablo Díaz, visualizó esta pieza cuando descubrió la historia de la construcción de la obra de ingeniería hidráulica más importante de España del siglo XIX que fue excavada entre 1874 y 1879 por mujeres: el Dique de la Campana de Ferrol.
Allí, un total de 200 mujeres retiraron 245.000 metros cúbicos de tierra y piedras que transportaron en 58.000 cestos cada una sobre sus cabezas. Eran las estibadoras. Y, por el mismo trabajo, cobraban menos que los hombres.
«Un día descubrí esta historia del trabajo de las mujeres, a través del libro Ferrol en Femenino recopilado gracias a Rosa Millán. Cuando vi el lugar, me quedé profundamente impresionado, y comprendí que desde la Compañía quería rendir un homenaje a todas las mujeres que construyeron una parte imprescindible de la historia de mi ciudad», así explica Jaime Pablo el origen de esta pieza, días antes del estreno.
Sin embargo, el director de la Compañía, comprendió que lo que había sucedido en el Dique de la Campana debía de ser contado por mujeres, debían de ser ellas, las que revivieran ese enorme esfuerzo en el que trabajaron tantas mujeres juntas.
Llevado por su intuición, su olfato y su capacidad de visión, contactó con Marta Pazos, directora de escena, escenógrafa, dramaturga y artista visual gallega, que no ha dejado de cosechar éxitos a sus espaldas. Ella con su particular visión colorista, su saber hacer, y con la libertad que le concedió Jaime Pablo fue la encargada de contar esta historia a través de la danza.
A las 21:30 un grupo de personas comenzaban a agruparse en la entrada principal del Arsenal. Poder ver un espectáculo en un espacio patrimonial, que no tiene acceso libre al público, ya era un atractivo para mucha gente, que se apresuró a hacerse con una entrada.
Las luces se apagan, el escenario parece pequeño en la inmensidad del interior del Dique, comienza la función. Una mujer desnuda revive entre las piedras. Un inicio atrevido, desnudo, honesto sin tapujos, esa memoria femenina que emerge dispuesta a contar lo vivido.
La iluminación es del color de la sangre, la música se va repitiendo en un espacio sonoro mecánico, que recuerda al peso, la carga, y al esfuerzo físico de las estibadoras. La mujer no cesa en su trabajo, pero también hay espacios para el silencio, para que el movimiento se detenga dejando paso al reposo del cuerpo, al cuidado.
Una escenografía que nos deja imágenes preciosas en la retina, con esas piedras que parecen reales en el escenario. La sororidad, esa palabra tan necesaria, esa sororidad en la escena también , pero tan bien danzada.
Una coreografía de la mano de Belén Martí Lluch que es capaz de narrar una historia sin necesidad de palabras. Cuanta sensibilidad en cada paso, en cada cambio de luz, en cada cambio de vestuario.
La carga que la mujer ha soportado también está puesta en escena, la mujer desfallece, exhausta, dejando paso a una escenografía telúrica que nos pone en contacto con la muerte. Las estibadoras se organizaron juntas, peleando por sus derechos, para exigir con valentía lo que les correspondía. Y es así como lo danzan, haciendo lo imposible por despertar de la muerte, por levantarse de lo más oscuro y coger fuerza entre todas para continuar. De nuevo esa sororidad, de nuevo la necesidad de apoyarse entre mujeres, de nuevo esa fuerza que circula danzando.
Y ahí, se produce un momento álgido, porque cualquier mujer, sabe lo que implica caer y levantarse, sabe lo que puede hacer con el apoyo de otras. Estas ocho bailarinas, al estilo del we can do it, lo pusieron en el escenario dejando a muchas personas del público, no solo a mí, con la piel de gallina.
La pieza va llegando a su fin, no de forma pesimista, ni negativa, no con un final oscuro ni quejumbroso, sino que, después de semejante hazaña, la mujer sabe que la vida circula por su cuerpo, y pese a todo lo vivido, la mujer sigue sosteniendo la vida. La mujer danza ya liberada del peso. La vida es en movimiento. Si de algo es conocedora la mujer, es de su saber que la vida es una danza con la muerte.
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