COSAS DE NOELIA | Jueves 7 mayo 2015 | 21:55
Era verano, Cedeira en fiestas y sabíamos de memoria La Soledad. La de Marco, el que se había marchado para no volver. Con acento italiano. Pero no tan marcado como cuando imitábamos a Eros Ramazzotti. Ni la distancia enorme puede dividir dos corazones y un solo latir. Aprendíamos a calcular la mezcla perfecta de vino tinto y cocacola. Me parece que estás aquí, entre inglés y matemáticas. Te acordabas del camino a clase durante el curso pasado, casi en volandas porque lo ibas a ver. Qué nervios. Qué tiempos. Qué fácil era todo y qué difícil parecía.
A medida que fuimos creciendo y cambiando hacia bebidas más elegantes, otras canciones de Laura Pausini nos acompañaron. Y así durante lustros. Cuatro exactamente. Las canciones estaban ahí. Conoces más de las que eres consciente. Y de repente llega La Voz, el programa del sillón giratorio que todos quieren tener en casa. Rosario Flores ya no está y te preguntas quién va a decir ahora lo de eres un moustro. Y ahí aparece ella, haciendo extrañas preguntas. ¿Cuántos habitantes tiene tu pueblo? ¿De qué horóscopo eres? Capta mi atención de inmediato. ¿Qué será lo que diga a continuación? Y suelta: «Como diría Rosario: eres un moustro». Hay que quererla.
«Has desafinado mucho. Pero me encantas. Te quiero en mi equipo». Hala. Listo. Ya me ha ganado para siempre.
Así que, ya convertida en fan, me pongo a mirar sus conciertos y entrevistas, visionando en días sus veintidós años de carrera, y descubro una coherencia absoluta en su pensamiento. Durante mucho tiempo he intentado encontrar eso en mí misma y a la única conclusión a la que he podido llegar es que mi coherencia reside, posiblemente por mi falta de creencia en verdades absolutas, en la más desastrosa incoherencia. Y ahí está ella, sin contradicciones, reconociendo su evolución a medida que le suceden distintas experiencias, pero con un firme hilo argumental. Quiero que sea mi gurú. Porque Laura Pausini es mejor que cualquier cosa que puedas imaginar
Un amigo me ha contagiado su aversión por la palabra «asertividad» y por las personas que la pronuncian. Aun así admiro a quien posee tal virtud. Tuve que convertirme en fan de Laura Pausini por su manera de decir cualquier cosa. Entusiasta, emotiva, espontánea. Con una sinceridad verdadera, sin florituras chirriantes. Es muy difícil decir «bueno, pero es sólo mi opinión» sin esa actitud condescendiente y perdonavidas del que se cree en posesión de la verdad absoluta y sin que tus ojos traicionen a tus palabras. «Al principio, has desafinado pero no he pulsado para elegirte porque tu voz me ha recordado por momentos a Shakira». Definitivamente: pon una Laura Pausini en tu vida.
Imposible no adorar su teoría de las coincidencias. «Eres de un pueblo pequeño, como yo. ¡Es una coincidencia!», «Yo creo en las coincidencias: que mis compañeros quieran hablar y yo no paro de hablar para que no te vayas con Alejandro…¡Es una coincidencia!»
Y en medio de esta locura de fan, de esta apoteosis en la que hasta hemos cantado a pleno pulmón y en público, para mi sorpresa y entusiasmo, Ya no responde ni al teléfono, pende de un hilo la esperanza mía, me obsesiono, de repente, con un bocadillo de calamares. Y así, un buen día, durante toda una tarde, no dejo de pensar en un bocadillo de calamares. Pero no acaba ahí la cosa: durante la caña de fin de esa jornada, me dicen, dejándome perpleja perdida: «Me apetece mucho tomar calamares». ¿Cómo es posible? ¡Coincidencia!
Pero no había calamares en el bar. Así que en mi mente persiste en los días siguientes la idea de tomar un bocadillo de calamares. Como los que servían hace muchos años en el bar Coruña de Santiago de Compostela. Empieza entonces mi cruzada personal, proponiendo a todo aquel que me quiera oír que Ferrol necesita un local de venta de bocadillos de calamares. Calamares en Ferrol como el marraxo del Kilowatio en Cedeira… ¡Cedeira! ¡Las fiestas! ¡La Soledad de Laura Pausini! ¡Coincidencia!
Un punto de venta de suculentos bocadillos de calamares en pan de horno de leña, en pan blanco con mucha miga o en el pan que más guste a cada uno. Delicioso conjunto al que dar mordiscos y exclamar el maravilloso e insuperable ahaaahaah de Primavera Anticipada. Eres mi horizonte, mi amanecer. Calamares en anillas o troceados como si fueran chipirones. Cucuruchos de calamares. Cucuruchos de calamares & chips. Fantástica amalgama de sofisticado cosmopolitismo con el encanto de un pueblecito costero.
«¿Pero qué pasa con los calamares?» me despierta de mi disertación culinaria una amiga, «Ayer a mi marido se le antojó un bocadillo de calamares y hubo que ir a comprarlo» ¡Coincidencia! ¡Otra!
Como el entusiasmo es contagioso, mi amigo el que vive en Nueva York, me propone que lo dejemos todo y montemos nosotros mismos el local de venta de calamares en el que, por supuesto, sonará Laura Pausini. Nueva York. Donde Laura Pausini dio un concierto en marzo de 2014. En marzo es mi cumpleaños. ¡Coincidencia!
El mundo puede ser un lugar maravilloso.
Dando respuesta a mi locura por un bocadillo de calamares, varias personas me aconsejan que vaya al bar Órdenes, el de los bocadillos XXL. Y el día que iba a ir, leo que la cocinera, Fina, se jubila, en un precioso texto de O Camiño do Inglés, como sentido y emotivo homenaje, repleto de admiración, a una incansable mujer trabajadora, que va a la plaza de abastos todos los días y todo el día está al frente de su bar.
La pasión por lo que se hace, es esencial para obtener la energía que necesitas.
¡Y Laura Pausini también tiene pasión por lo que hace! ¡Y nació en un pueblo aún más pequeño que Ferrol! ¡Coincidencia!
(Posiblemente, dar el salto de Fina del Órdenes a Laura Pausini es una de las cosas más difíciles que he hecho jamás)
Y mientras unos cierran, otros abren. «¡Oye, que acaban de abrir un local enfrente de mi casa y tienen bocadillos de calamares!», me comunican hace tres días vía whatsapp. ¡Hala! ¡Coincidencia! Esto sólo puede traer suerte. ¡Vamos, Ferrol!
Laura Pausini siempre hace mención a su pueblo, Solarolo, a sus padres, a sus orígenes, a que su sueño era ser cantante de piano bar, al festival de San Remo… A día de hoy, todavía sigue cantando La Soledad en sus conciertos. Quien no sólo no renuncia sino que está orgulloso de dónde viene, tiene mi total admiración.
Y aún no he comido el bocadillo de calamares. Pero la idea sigue ahí y los sueños no alimentan pero funcionan muy bien como motor.
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