NOELIA RODRÍGUEZ | Criar, amar, educar | Viernes 20 noviembre 2015 | 8:37
Aunque pueda parecer de película existen hoy en día multitud de niños que desde edad temprana están siendo medicados para “tratar” diversos “trastornos” asociados a su comportamiento. Niños de 6 años que toman ansiolíticos porque “no paran quietos”, porque son “hiperactivos”, porque no rinden en el colegio, porque son agresivos, etc.
Y yo me pregunto ¿por qué?
La infancia es la etapa más importante y determinante en la vida del ser humano, mientras que a la vez la más corta en proporción a nuestra vida total. Las conexiones neuronales que se producen en este período son determinantes para el desarrollo del cerebro y las capacidades cognitivas y emocionales que conformarán nuestra vida adulta. Por ello es fundamental favorecer el mayor número de sinapsis posibles, dejando lugar al aprendizaje creativo propio de la infancia.
Los niños son creativos y curiosos por naturaleza. Llenos de vida y sed de conocimiento.
Tenaces investigadores del funcionamiento del mundo en el que viven.
Pero, ¿en qué momento pierden esa capacidad? ¿es natural que la pierdan como efecto de la madurez? ¿es el ser humano creativo desde que nace hasta que muere?
Sí, el ser humano es creativo por naturaleza (y en condiciones naturales lo es desde que nace hasta que muere).
Pero lo cierto es que tarde o temprano muchos de los niños de hoy en día acaban perdiendo ese interés en el aprendizaje, en la experimentación y creación de nuevos retos porque NO SE LES DEJA.
Desde bebés se ven privados de lo que más necesitan que es contacto materno y paterno. Acuden a guardería, escuela infantil, luego primaria, en jornadas muy intensas para su edad en las que se les enseñan los contenidos de manera unidireccional y sistémica. Privándoles a su vez del aprendizaje vivencial y tiempo familiar.
Y cuando tienen tiempo libre: NO te subas ahí que te vas a caer, NO toques ahí que te vas a manchar, NO se sube por ahí al tobogán, NO corras, NO tires eso al suelo…
Parece que acaban volviéndose pequeños adultos apagados, sin motivación. Sienten que sus necesidades no son importantes, que el mundo es un sitio hostil incomprensible. Si además sus adultos de referencia viven su propia vida sin disfrutarla, y en un estrés caótico constante por cumplir con obligaciones externas, cualquier atisbo de creatividad parece inalcanzable.
Pero en nuestra mano está el poder de acompañar a nuestros niños y niñas a recuperar esa creatividad perdida, o a cultivar y reforzar la que ya traen de serie.
Todos quisiéramos disfrutar de una conciliación familiar/laboral que nos permitiese vivir tranquilos y verles crecer sin prisa, pero nuestro sistema laboral y educativo lo convierten en misión imposible. Entonces ¿qué podemos hacer para acompañarles adecuadamente en su infancia?
- Sustituir el NO delante de cada frase por un «¿Y si mejor hacemos así?»
- Sentarnos media hora al día en el suelo, con nuestros niños y niñas 100 % disponibles a hacer lo que nos demanden, a seguir SUS “reglas del juego”
- Interesarnos por aquello en lo que muestran cierta pasión o insistencia y tirar del hilo para reforzar ese aprendizaje
- Dejarles acceso libre a materiales variado:, texturas, colores, cartulinas, pegamento, tijeras, pegatinas (acorde a cada edad para que puedan usarlo sin supervisión)
- Estimular la creatividad dejándoles tocar, manchar y probar
- Darles la mayor libertad posible en entornos seguros (como el parque)
- Decirles CADA DÍA lo felices que nos sentimos de ser sus madres/padres
- Hacerles saber que son ÚNICOS e irrepetibles, incomparables.
- Valorar cada día sus cualidades positivas
¿Qué persona en el mundo que se sienta amada, valorada, respetada e importante puede tener otra cosa en su corazón que no sean GANAS DE VIVIR y SER FELIZ?
Noelia Rodríguez Izquierdo es formadora oficial de La Pedagogía Blanca, asesora de lactancia y responsable de Espiral CRIAME.
Debate sobre el post