CRISTINA GÓMEZ | De quen vés sendo? | Domingo 1 noviembre 2020 | 20:22
«Vivo al lado del mar, en un lugar donde perder es lo normal». Si eres de la ciudad de la que habla la canción, has empezado a tararearla. Estoy segura. Si no, seguramente te preguntes qué lugar tan triste es ese. Suena a sitio gris… Pues te digo que quizás, sin haber ido, ya has conocido mi ciudad. ¿Te haces una idea de dónde soy? ¿No? Entonces tengo que contarte algunas cosas sobre ella.
Los nombres no dicen nada si no conoces los secretos que esconden. Ha sido desde siempre una vigilante del norte. Nuestros vecinos atlánticos nos han visto como una tentadora puerta de entrada hacia la Península Ibérica, pero rara vez han conseguido adentrarse demasiado hacia el interior.
Creo que les pasaba como a nosotros, que se les daba mal la tierra. Así que se quedaron por los alrededores, conviviendo en nuestros castros y mezclando sus leyendas escandinavas con las nuestras. En el fondo ellos no se sentían tan lejos de casa, y a nosotros un poco de diversión pagana no nos molestaba.
Pero en el siglo XIX la cosa se puso seria. La ciudad era un enclave estratégico para la Armada Española y los ingleses lo sabían. A pesar de nuestra buena relación histórica y el amor que ambos compartíamos por los barcos, estábamos en guerra y deciden atacarnos.
Con unas defensas muy deficientes y en inferioridad numérica, la invasión fue sofocada por una población civil y militar acostumbrada a la lucha, fuese de la clase que fuese… Esta vez nos libramos por los pelos.
Pocos nos han visitado por tierra, estamos tan lejos que parece el fin del mundo. Pero por mar hemos tenido una agenda ajetreada: desde drakkars vikingos hasta submarinos nazis en la segunda guerra mundial. Nuestra relación con los barcos siempre ha sido muy estrecha.
Es una ciudad hecha por el agua y es el agua quién la alimenta. El mar es nuestra seña de identidad, lo que ha moldeado nuestro carácter y el de este lugar desde siempre. Un carácter a veces difícil de entender…
De aquí han salido personajes tan dispares como la primera mujer en asistir a la universidad española, el fundador del PSOE y de UGT, el último dictador que ha tenido este país o una de las figuras más importantes del republicanismo del siglo XIX. Y a pesar de ser tan diferentes o de épocas distintas, todas ellas tienen un denominador común: que un día se marcharon de aquí.
Muchos nos vamos, o tenemos que irnos, pero la ciudad se viene con nosotros. Es imposible desligarse, el mar te cala hasta los huesos. Por eso cuando vengas a visitarnos y veas que no estamos, acuérdate de que quizás ya has conocido un trocito de esta tierra en alguien con quien te cruzaste por el camino y que también tuvo que irse.
¿Y por qué te cuento todo esto? Porque cuando vengas al puerto y veas los astilleros, quiero que pienses en todas las batallas navales que ahí se han forjado por el sudor de miles de obreros. Cuando te acerques a nuestras playas, te preguntes si ese rincón salvaje y desconocido que parece el fin del mundo es uno de los más bellos que has visto.
Cuando camines por los montes que vigilan el mar, recuerdes que esos mismos senderos también los caminaron los celtas y todos los espíritus de sus leyendas. Cuando te cruces con manifestaciones más a menudo de lo que te imaginas, entiendas que aquí nació uno de los sindicatos más importantes del país.
Porque cuando vengas a visitarnos, y veas nuestras calles medio vacías, los edificios con sus cristaleras blancas, el olor a mar y el suelo mojado de la lluvia, sientas la morriña que sentimos nosotros. De la comida no te hablo… te conquistará en cuanto la pruebes.
Tengo que advertirte que corres el riesgo de que una parte de ti se quede aquí para siempre y empieces a buscar algo de esta ciudad en todas las ciudades a las que vayas. Y no lo habrá. Por eso volverás, porque la echas de menos, porque no sabes el qué, pero te falta algo… Ahí entenderás su secreto.
¿Qué hay de malo en tener un lugar al que siempre volver?
«Aquí está mi hogar, donde se acaba el mar»
Ferrol, canción de Los limones.
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