MARTA CORRAL | O falar non ten cancelas | Martes 12 julio 2016 | 7:59
Un día después de comparecer junto a los otros dos alcaldes rebeldes de Galicia, Jorge Suárez se quejaba en las redes sociales, una vez más, de la «capacidade de inventiva e intoxicación dalgún medio de comunicación».
A continuación, para explicarse, escribía una disertación sobre sus deseos reales, que pasan porque sea una mujer la candidata a presidir la Xunta de Galicia por En Marea. Tres párrafos y doscientas cuarenta y seis palabras después, el regidor ferrolano se despedía con un Hai Marea!, esperando, supongo, a que los ciudadanos que siguen su actividad hubiesen leído con calma lo que había expuesto y comenzase entonces, quizás, un intercambio de opiniones sobre esa política de altura, casi metafísica, que no es otra que aquella que habla pero no actúa. Que aún no es.
Tan sólo trece minutos después el feedback daba sus frutos. Pero sin dar pie a tratados y elucubraciones, lo hacía en forma de maleza en las rotondas y medianas, de piedras en la playa de Cariño, de baches en el pavimento de Joane, de asfalto estropeado en las pistas de Covas, de los semáforos que no funcionan en la carretera de Castilla, de la falta de la prometida playa para perros un año más o de las cunetas sin desbrozar de Doniños.
Yo, que de vez en cuando me topaba de nuevo con la publicación de Suárez en el inicio de Facebook queriendo profundizar sobre la necesidad de que la revolución sea feminista o no sea junto a Xulio y Martiño -una auténtica xuntanza de todo pirolos, por otro lado-, pinchaba en los comentarios y tenía que reírme. No porque el tema no me pareciese suficientemente importante como para abrir un debate productivo entre todas, sino porque la gestión municipal, la política de proximidad, estaba trolleando sin proponérselo las ínfulas politólogas del alcalde.
En ese hilo quedaba patente que a la mayoría de los ciudadanos le parecen muy bien las disertaciones y las estrategias preelectorales, pero le importa bastante más no hacer un acto de fe cada vez que va a Santa Comba jugándose el tipo en cada curva porque no hay visibilidad entre tanta maleza.
O no meter la rueda en el mismo bache todas las mañanas después de haber sangrado pagando un rodaje o, quizás, no verse envejeciendo en el semáforo apagado del Raposeiro cuando no se acuerdan de meterse hacia Celso Emilio Ferreiro para esquivar el cruce.
Quizás los ciudadanos no tengamos, en general, una gran capacidad de reflexión sobre algunos temas que a los políticos les parecen capitales -y no voy a decir yo que no lo sean-, pero, a lo mejor, antes de entregarse a esa política de altura deberían remangarse y solucionarle los problemas a sus vecinos, aquellos que, no lo olvidemos, pagamos sus sueldos.
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