RAÚL SALGADO | @raulsalgado | Ferrol | Martes 26 noviembre 2013 | 17:20
Eso me pregunto. A quién le sobra esta ciudad. Todos sabemos que es así, pero nadie le pone el cascabel al gato. No es victimismo, molestamos. En una crisis que devora a casi todos, un vistazo al mapa nos recuerda que Ferrol y Vigo son las únicas urbes gallegas sin apellidos, por así decirlo. No son capital de provincia ni de la comunidad autónoma.
Vigo es la más poblada. Mientras, y excesivamente colgados de la herculina, Ferrol tiene demasiada historia como para estar dependiendo de otros continuamente. Aquí sí hay una deuda pendiente de que alguien sea capaz de saldarla. Nunca hemos estado tan cerca del abismo. Si nadie lo impide, el embargo llegará cualquier mañana.
Cuando no haya nadie que abra la puerta del astillero, dejaremos de existir. Que nadie lo dude: del naval depende nuestra vida. Que lo poco que queda en pie no caiga. No hablemos de diversificación, por favor. Estamos hartos de anuncios grandilocuentes. La fábrica de vidrio, el languideciente Plan Ferrol. Promesas y palabrería.
Solo una cosa está clara: por las antiguas Bazán y Astano comen miles de familias. Directamente, porque también todas y cada una de las tiendas grandes y pequeñas, bares bonitos y feos y empleos dignos y vergonzosos de esta comarca están unidos a grúas y diques por un fino hilo. Obviarlo significa que no se tiene ni idea.
Ahora no es el momento para comprometerse a abrir polígonos industriales ni llenarse la boca con esa cacareada burbuja del I+D+I que nadie sabe claramente en qué consiste. Somos públicos. Nos parió el Estado. Y el Estado nos debe el trozo de pan y el vaso de agua. No consintamos que nadie ajeno a esta zona tan castigada se atreva a opinar de lo que no sabe.
Solo los que vivimos o han vivido aquí tienen autoridad para hacerlo. Que nadie hable de pasividad. He visto manifestaciones multitudinarias desde que soy niño, llevo diez años observándolas por motivos laborales, veo este otoño angustia y tensión como pocas veces. Así que, perdonen, el culpable es el planeta político que todo lo controla.
Culpable de que cada vez seamos menos, culpable de que no importemos más allá de Pontedeume y de que algunos medios gallegos y nacionales solo hablen de nosotros cuando ocurre una desgracia o cuando les conviene. El resto del año somos una aldea. ¿Quién quiere cerrar Ferrol? Aquel al que no le llega con lo que tiene. Que busca más destrucción.
El que busca el bien propio pisoteando a los demás. Que cree en el centralismo, en lo que le importa a una mayoría que no representa a todos. Pensando, perdonen el tic mediático, que un incendio en Serrano -llámale también Riego de Agua o Montero Ríos- nos interesa a todos. En general, Galicia es secundaria. Madrid, Madrid y Madrid. Si queda espacio, Cataluña, Andalucía… Son más, simples matemáticas.
No hay capacidad de presión. La vorágine en la que estamos metidos nos va a regalar una imagen poco habitual en apenas 48 horas: alcaldes del PP protestando ante una empresa cuya cúpula designa ese mismo partido. Para muchos, un gesto de cara a la galería; para otros, una muestra de que en las propias filas populares ya no saben cómo dar la cara.
Esto lo tienen que resolver los políticos, porque los que ocupan la mejor franja marítima de la ciudad nos abocan a la debacle y no responden. Sumidos en el desastre, optan por el silencio porque todo puede cambiar en menos que canta un gallo. Y ya se sabe lo que pasa con el que se mueve, que no sale en la foto.
Aunque, bien pensado, casi mejor estar callado que decir lo que no se debe. O hablar de lo que no se sabe o no se siente como propio.
Las consecuencias también aparecerán en las urnas. Quizás no haya un castigo al partido gobernante, todo puede dar muchas vueltas. Sin embargo, una crisis que se lo lleve todo puede provocar que la marea también arrastre a los actuales dirigentes. Que gobierno y oposición tengan que cambiar de caras forzados por las circunstancias, como en la primera y mayor reconversión.
Las prejubilaciones nunca serán las que fueron, la red de apoyo familiar se resquebraja. Y los que son jóvenes todavía se merecen una oportunidad para ellos mismos.
Ya no hay tiritas. Se habla con crudeza: estallido social. Estamos obligados a actuar con responsabilidad, pero no es necesario advertir que puede ocurrir cualquier cosa. Que no siempre se mantendrá la calma que a muchos abruma cuando se ve el conflicto desde la lejanía.
Con unas instalaciones que alumbraron los petroleros más envidiados y que ahora viven del prestigio de antaño. La Astano que en otro lugar todos querrían y que aquí se encargan de dejar sin utilidad.
No vale lamentarse. Es tarde. Hemos perdido 20.000 habitantes en dos décadas. Se han ido. Muchos no volverán. Envenenamiento lento y cruel. El AVE no merece llegar a esta esquina, a la que se condena a un tren que parece más bien una diligencia. Para qué paisajes y rincones que todos retratan si de ellos se aprovecharán otros.
Cuando me he ganado el sueldo lejos de aquí, volvía los días libres y, al divisar la grúa pórtico, me sentía de nuevo en casa. Terminando 2013, los recuerdos y el pesimismo ganan el pulso. Levantémonos.
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