MARTA CORRAL | ‘O Falar non ten cancelas’ | Martes 10 septiembre 2013 | 21:10
Tengo un amigo que año tras año, llegados a este punto del calendario, cuelga este vídeo.
Ojo, antes de abrirlo, pensadlo bien. La mayoría sabéis a lo que os enfrentáis y aún así vais a darle al play, una acción que puede desencadenar lagrimita en el peor de los casos.
Los que nunca lo habéis visto, aunque esta sea vuestra primera vez, puede que no entendáis absolutamente nada; pero con sólo escuchar la música, la depresión preotoñal se apoderará de vosotros.
Como se ha apoderado de mí esta última semana. Me pasa siempre, a pesar de hacer acopio de buenas vibraciones, energía, sol, yodo y salitre. Perdí de nuevo la batalla, en forma de cloperastina, acetilcisteína y mucho própolis.
Hay que hacer caso de las sabias frases de septiembre: «ya se van notando los días» o bien «este sol no es nada bueno»… y es que ya no es una buena idea meterse en el agua a pelo, aunque estemos a 24º. Avisados quedáis, neniños.
La fecha de la debacle veraniega no es otra que la noche del 31 de agosto, fuegos de San Ramón. Y quien diga lo contrario, miente.
Incluso este año, que tuve la suerte de disfrutar de los fuegos en el medio de la ría, esquivando varillas y paladeando un relaxing glass of vino tinto; incluso ahí, entre los merecidos aplausos que pusieron fin al estruendo de luz, llegó la frase mortal, again «se acabó el verano».
Toca ahora, como en todos los finales -que son el mismo, repetido; que diría Sabina-, hacer balance y, por ende, inventariar nuevos propósitos; que está muy bien para ayudarnos a soportar el frío a la caída de las primeras tardes y las primeras hojas.
Lo primero es sencillo, hay otra gran frase que lo resume: «la verdad es que no nos podemos quejar». Y no podemos, hizo un sol de carallo. Perfecto para secar nuestros huesiños, salir de noche sin chaqueta y hacer planes sin contar con el tan socorrido toldo de última hora.
Aunque, eso sí, no dejemos pasar la gran oportunidad veraniega para quejarse por estos rincones del Noroeste: las fiestas de verano de Ferrol. Aquí, permitidme que tire del refranero, porque hay una perla que le va a la perfección «nunca llueve a gusto de todos», que decía mi tío Daniel. Ni siquiera aquel año de las famosas ‘fiestas participativas’.
Las fiestas de los tres fiascos -la no noria, el retraso de Juan Magán y el cambio de fecha de la Panorama-, han dejado opiniones contrariadas, como siempre; pero lo cierto es que la mayoría de los conciertos estuvieron respaldados por un gran número de público, sobretodo el de la orquesta. Algo que no deja de sorprenderme y a lo que dedicaré, seguramente, un largo artículo en esta sección, porque me produce una mezcla de miedo y vergüenza que necesito compartir con el común de los mortales.
A lo que iba, que in my opinion el debate de las fiestas no es el cartel en sí; aunque, de nuevo, echo de menos muchos más músicos locales -‘parece mentira, en Ferrol, donde hay más músicos que grúas’- que además de tener mucho talento, le saldrían bastante más baratos al concello, estarían felices por tocar en su ciudad y arrastrarían a sus numerosos groupies.
El debate de las fiestas es el que me recordaba mi compañero Mon Caamaño: ¿Para qué hay una concejalía de fiestas si lo subcontratan todo? Si señor, eso es lo importante y seguramente la explicación a muchas de las críticas.
Señores, estamos que lo tiramos. Sacamos a subasta las fiestas de verano, con estas condiciones, y ya aparecerá una empresa que se haga cargo. Que me traiga algo variado. A la que yo pueda echar la culpa si pasa alguna cagada e incluso reclamar la pasta por incumplimiento de contrato. Y ellos tan contentos, contoneándose al lado de los famosos, creyéndose que son colegas con pinganillo, poseídos por el síndrome del presidente de la comunidad -que bien merece también una columna-, mientras repasan su lista de vips y desatienden a periodistas.
Pero pasemos página, que ya estamos a 10 de septiembre y en mi parque ya han caído hojas. Es el turno de los propósitos; pero no os vayáis a creer que me refiero a esos propósitos típicos de inicio de ciclo que tienen la muerte anunciada: comprar una agenda y apuntarlo todo para que no me olvide, dejar de fumar, ir al gimnasio o a andar todos los días por la ruta del colesterol hasta la Cabana. Engaños.
Yo me refiero a ese tipo de propósitos que nos ayudan a seguir viviendo aquí sin tirarnos al prozac, a sobrevivir al invierno ferrolano; ¿por que os habréis dado cuenta que los figurantes veraniegos se han dado el piro con los fuegos de Amboage, no? Fue sólo un espejismo. Así que necesitamos batería extra para aguantar hasta navidades mínimo, cuando vuelvan a rodar la película.
Una buena opción puede ser apuntarse a todo tipo de actividades: pilates, tai chi, restauración de muebles, senderismo, fotografía, teatro… Da igual lo que sea, que te mantenga ocupado y que te relacione con gente que no conozcas.
También existe la opción de zambullirse en el underground ferrolano, que hace que parezca que Ferrol no es Ferrol: ir a todos los conciertos de la Super 8 y el Manchita, no perderse ni una sola de las pelis del Dúplex, aprender a grabar un corto en Andaravía y ser un asiduo de El Clavel y El cafelito de Gloria. Importante: no dejes de probar las noches surrealistas de los jueves ferrolanos.
Y, haciendo todo esto, incluso elaborando una lista de ‘cosas bonitas que te hacen feliz’ para tener a mano si te ves al borde del abismo de Helm; no debes olvidarte de lo más importante: viajar.
No te hablo del gran viaje -hoy pocos se lo pueden permitir-, te hablo de la escapada de fin de semana, aunque no salgas de la provincia. Te hablo de cruzar las Pías. Te hablo de desconectar, para poder seguir resistiendo ante la desidia. Te hablo de ir juntando energía, como la hormiga del cuento, para guardarla y poder mirar al otoño a los ojos y decirle: You talkin’ to me?

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