JOSÉ MARÍN AMENEIROS | «Introspecciones» | Martes 1 octubre 2013 | 17.30
Pues ya está. Allá fue el verano 2013. Parece que era antes de ayer cuando la juventud marchaba hacia la playa de Cedeira para celebrar San Isidro aquel 18 de mayo nuboso y soleado. Otro Santo ha puesto, cuatro meses después, fin a las incursiones nocturnas, los vermús mañaneros por la villa, la buena vida, el sol y la libertad. El estío se lleva marchando todo septiembre metido en las maletas de los veraneantes y de los alumnos que se van yendo a estudiar por ahí, como ese colega que te dice que sale afuera a mear y sabes que hará una bomba de humo para irse a casa, pero no puedes evitarlo. «El prestigio de irse es la posibilidad de volver», dice Manuel Jabois. En ese sentido, no hay nada menos prestigioso que un gran verano que nunca se repetirá.
Realmente, este verano había acabado hace ya más de un mes. Lo dijo un amigo mío justo después de la Patrona, mientras estábamos todos tirados en la playa tostándonos al sol. «Vaya mierda, se acabó la Patrona, el verano…», comenté. «Para mí ya es invierno», respondió, y se fue a pegar un chapuzón porque tenía calor. En Cedeira es así. El estío abarca de San Isidro a la Xira. El resto, invierno. Como mucho, hay algunos optimistas que tildan de otoño los días que van desde el 17 de agosto hasta San Cosme.
«Joder, en Cedeira tenéis fiesta todos los fines de semana», me dice un conocido. Pues sí, desde San Isidro a San Cosme pasando por San Antonio, San Juan, Santa Ana, el carnaval de verano, la Patrona, la Xira, el Lugnasad, San Roque, incluso este año renacieron las celebraciones en San Andrés, eso sin contar las adyacentes de A Barqueira, Cerdido, As Somozas, Pantín o el Mundo Celta. Pero todo ese desfase se acabó con San Cosme. San Cosme y sus fuegos artificiales. La pirotecnia, que en cualquier paraje es motivo de alegría, en Cedeira sólo brilla para tocar la moral. En la Patrona para recordarte que el término del verano está a diez cubatas de distancia. En San Cosme para decirte que sí, que empezó el invierno. Yo los fuegos los tiraría en mayo.
Ahora en la villa únicamente queda lo de siempre. Que no por ello deja de ser preciosa. Os mariñeiros yendo y viniendo por el puerto, los cuatro caminantes habituales por el paseo marítimo, los tres borrachos de siempre a las cinco de la mañana. La niebla en San Antonio. Los muelle-San Isidro-muelle vacíos de forasteras a babor y estribor. Por algo hay cedeireses que dicen preferir el día de San Isidro a la Xira. La Xira es el mejor día del año, el mejor final de los posibles para la Patrona y las vacaciones pero, al fin y al cabo, un final. San Isidro no tiene bajada con las gaitas, ni las vistas ni la emotividad de San Antonio, pero posee acaso algo más importante: esperanza. La ilusión del comienzo de un verano.
No, yo no puedo mirar a los ojos del otoño, como pidió Marta Corral, y decirle «You talkin’ to me?». Me lo impide la niebla que ha caído después de San Cosme, la cual tampoco me deja ver la luz verde al final del embarcadero al otro lado de la bahía, ni estirar la mano con el anhelo de alcanzar a la Daisy que el Gatsby que todos llevamos dentro ansía. El frío agarrota la ilusión, y el invierno pasará con la esperanza de divisar de nuevo esa luz verde, un destello que sólo volverá a brillar a partir de San Isidro, pero cada vez más tenue, verano tras verano.
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