MARTA CORRAL | Ferrol | Sábado 4 julio 2015 | 9:51
«Como un Domingo de Ramos, pero sin tronos ni capuchones», decían algunos. Y casi. El mitin que el secretario general de Podemos ofrecía este viernes en Ferrol, su tercera parada de la Ruta del Cambio, abarrotó la plaza de Amboage con más de dos mil personas. Antes, parada en el concello y periplo por la calle Dolores, frente al estupor de muchos y con el siempre presente surrealismo ferrolano impregnando cada uno de sus pasos.
Iglesias llegó a la ciudad naval en un mini bus que aparcó en el plaza de Armas para subir la escalinata y reunirse con el alcalde, Jorge Suárez, y parte de la corporación. Acompañados por la viceportavoz de AGE, Yolanda Díaz, charlaron en el salón de recepciones antes de que el líder de Podemos dejase su huella en forma de dedicatoria en el Libro de Oro de la ciudad: «Un honor visitar un ayuntamiento que está ilusionando a sus gentes y ser recibido por un alcalde de la gente. 2015 es el año del cambio. Juntos podemos. Pablo Iglesias», escribió sólo una hoja después que el candidato de IU a la Presidencia, Alberto Garzón, que visitó Ferrol el 19 de junio.
Aseguró que su visita tenía el objetivo de «aprender de los compañeros que están gobernando poniendo en primer lugar los intereses de la gente», reconociendo que hay una «coincidencia de diagnósticos» entre las mareas y la formación violeta, pero aclarando que el diálogo «tiene que seguir abierto en lo que respecta a las fórmulas electorales»: «Nosotros pensamos que el nombre de Podemos y el logo de Podemos, como como referencia de cambio, se ha ido construyendo a nivel estatal, pero las municipales han creado un sentimiento nuevo en Galicia, y pensamos que esos dos sentimientos que caminan juntos hacia el cambio podrán encontrar una formula común».
Por su parte, Jorge Suárez, no quiso adelantar acontecimientos y señaló que «quedan muchos meses por delante y hay que dialogar», pero «siempre poniendo por delante los intereses de la ciudadanía, que es lo que realmente importa más allá de cualquier sigla»: «Para nosotros es vital porque el Ayuntamiento tiene competencias, pero mientras estemos estrangulados por el poder central y el autonómico poco podemos hacer más que ser parapetos», asegurando que serán los afiliados de cada partido y las ciudadanía quien decida el rumbo a seguir.
Vini vidi vinci
Finiquitada la visita institucional, Iglesias y Suárez se reunían en privado. Mientras, decenas de personas esperaban en Armas para ver al mediático político y la prensa gallega, que llevaba sieguiendo al líder de Podemos durante todo el día en su itinerario, miraba los relojes con desidia.
Las cenizas y el humo, como si del mismísimo Hombre de Negro de Lost se tratara, muy presente durante toda la tarde de ayer en la ciudad, echaba más leña al fuego en una jornada informativa que parecía interminable. La rumorología arrastraba incluso a los profesionales de emergencias que aseguraban que había fuego en el pinar de Doniños.
Al tiempo, un nuevo flanco se abría en las escaleras del consistorio. Dos hombres sujetaban una pancarta reclamando carga de trabajo para la antigua Astano, con discursos improvisados incluidos. Ambos querían hablar con Pablo Iglesias y permanecían apostados en el suelo.
Pasadas las 19:30 horas el revuelo de personal de seguridad -que lejos de vestir traje, gafas de sol y pinganillo, parecían más los colegas de Pablo los típicos guardaespaldas, en la línea de todo el personal de confianza que acompañaba a Iglesias-, indicaba que estaba a punto de salir.
Recibido entre aplausos, pero protegido por un lateral de la escalera, Iglesias aceleró la marcha y enfiló la calle Dolores, seguido también por Yolanda Díaz y Jorge Suárez, entre otros ediles de Ferrol en Común.
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El esperpento no tardaría en llegar. Un joven de unos 20 años, sujetando una banderita de España en una de sus manos y grabando la secuencia con su móvil, soltó un más que vergonzoso «Pablo, ¡viva Franco!», que dejó estupefacta a la comitiva y nos recordó por qué a los de fuera siempre se les escapa la coletilla «del caudillo» cuando se refieren a esta ciudad cansada de dar explicaciones.
Entrada triunfal
Más de 2.000 personas, según Protección Civil, esperaban a Iglesias en Amboage, para recibirlo con una ovación y entonando el ya mítico “sí se puede”. Groupies en primera fila, a las que sólo les faltó gritar un «¡Aleluya!» acompañando cada una de las consignas lanzadas desde el atril, pero también cientos de móviles captando el momento.
Precedido en el turno de palabra por el secretario general de Podemos Galicia, Breogán Riobóo, y por la responsable de movimientos sociales de la formación violeta, Irene Montero, entre otras intervenciones; se subió a la palestra sujetando una pequeña chuleta escrita a boli con subrayador naranja fosforito. Dijo, al fin, que se sentía emocionado por estar en la ciudad que vió nacer al otro Pablo Iglesias y les soltó un «bienvenidos a casa» a todos los socialistas que estaban escuchándole, hartos «de que sus dirigentes se pusiesen de rodillas ante un mandatario extranjero para cambiar la Constitución».
«Es un honor visitar una ciudad con un alcalde como Jorge. Muchas gracias por devolver las instituciones a la gente. Hace falta gente normal en los ayuntamientos», dijo, dirigiéndose a Suárez que permanecía sentado en primera fila junto a Díaz.
Aseguró que eran días para hablar de la «unidad popular, que no es lo mismo que unidad de partidos, sino unidad de la gente» e hizo un llamamiento a que «ese espíritu que en todo el Estado se llama Podemos y ese espíritu gallego que se llama mareas unan fuerzas para derrotar al Partido Popular»: «Estoy convencido que el nombre de Podemos y el nombre de mareas unidos en una papeleta electoral y haciendo campaña en las generales es mayoritario en Galicia para que haya un grupo parlamentario gallego que luche por el cambio en el Parlamento», manifestó.
«Hace año y medio se reían de nosotros. Nos llamaban frikis», dijo, «pero después de las europeas ya decían: ¡Cuidado con los frikis!», exclamó entre los gritos de una señora que le decía «¡Muy bien, Pabliño!», para continuar disertando sobre los recortes en Sanidad o Educación y sobre Grecia: «No cedas, Tsipras, eres un ejemplo de valor y dignidad. Esto es David contra Goliat».
Volvió a tierras gallegas, y lo hizo asegurando que el gobierno del PP «no ha conseguido que en Galicia se deje de emigrar, son inútiles, que se vayan a casa» añadiendo que no se trata sólo de «estar con narcotraficantes en yates», sino que «cuando un jugador no vale, se le cambia por otro».
«¡Son casta!», exclamaba un señor del público, antes de que Iglesias enfilase la recta final de su discurso, confesando sentirse «orgulloso de mi país» por la Sanidad y la Educación públicas: «Nosotros somos el jugador número 12 [el público en los partidos de fútbol], no pedimos dinero a los bancos para la campaña electoral. Os pedimos a vosotros que habléis de política. ¡Hablad de política!», concluyó, abriendo la veda a los aplausos y, de nuevo, al «sí se puede».
Después de un saludo conjunto desde la tarina, Iglesias y su equipo subieron las escaleras hasta la calle María para subirse al mini bus que los esperaba, rodeado de curiosos. Un par de selfies con algunos privilegiados y los gritos de «¡Opa Pablo!» a través de los cristales tintados, despidieron al político.
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