ALICIA SEOANE | Lunes 25 de noviembre de 2024 | 10:28
Roberto Ferreiro Eimil, es el representante legal de las hermanas Oblatas-O Mencer en Ferrol, también es el encargado de la gestión de la organización a nivel europeo. Tras 20 años trabajando en el campo de la prostitución y la trata, Roberto nos explica los inicios de esta institución que lleva 170 años de historia trabajando en este campo.
Las Oblatas comienzan a trabajar en 1864 en Ciempozuelos, Madrid, cuando una pedagoga y un obispo se dan cuenta de la realidad que vivían muchas mujeres en el Madrid del S.XIX, en los inicios de la Revolución Industrial. En pleno éxodo rural hacia las ciudades se produce un boom de explotación sexual.
A través de una investigación que realizan en el hospital San Juan de Dios descubren que había una sala sólo para mujeres que estaban enfermas por contagio de transmisión sexual. Ahí se dan cuenta de la situación que atravesaban muchas mujeres que no tenían ningún apoyo. Recibían una cartilla donde se las identificaba como prostitutas y ya no podían dedicarse a otra cosa.
Desde la organización, las Oblatas comienzan a hacer casas de acogida, y centros para ayudarlas de forma asistencialista, «pero también comienzan a hacer un trabajo de pedagogía muy evolucionado para su época: preparaban a las mujeres y las acompañaban a formarse, para que si querían cambiar de trabajo pudieran aprender otros oficios», este enfoque basado en la pedagogía, fue muy avanzado a su tiempo como explica el representante de las Oblatas, también formado en Pedagogía.
Las Oblatas llegan a Ferrol en 1907, ya que existía un colectivo de mujeres que se agrupan para luchar contra la trata de blancas. Al ser Ferrol un puerto importante en el que muchas mujeres estaban de tránsito entre colonias contribuía a que muchas estuviesen en situación de explotación sexual.
Este grupo de mujeres «pudientes», añade Roberto, «se reúnen para ayudarlas, y conociendo el programa de las hermanas Oblatas, las llaman para venir a Ferrol. Y así el 21 de abril llegan y se instalan en el Antiguo Hospicio». En un año el espacio se les queda pequeño, y deciden mudarse al muelle.
Como explica Roberto F. desde el punto de vista de la Pedagogía, «Lo bueno que hizo esta institución fue trabajar con una pedagogía propia: toda la información que recogían se iba analizando, con diferentes metodologías basadas en la construcción y deconstrucción que son puntos de vista muy actuales. Esto hizo que fuese algo muy avanzado para su época, no era un trabajo solo asistencial».
En Oblatas trabajan desde la intervención directa, «acercándonos a todos los clubs o pisos que podemos, y ahora desde hace un año estamos ampliando a toda la diócesis Mondoñedo-Ferrol, visitamos hasta la Marisma lucense».
En este primer contacto buscan que las mujeres puedan tener las mejores condiciones sanitarias, desde la entrega de preservativos, a pruebas de VIH, y «es importante que tengan acceso a la información, pueden consultarnos y podemos informarles de cuáles son sus derechos».
Desde la organización contemplan situaciones muy distintas en las mujeres con las que trabajan, «no es lo mismo la que está empezando que la que lleva años en la prostitución. Aunque si es cierto que vemos a muchas mujeres que acaban teniendo problemas graves de salud mental. Además, muchas están muy desinformadas, y confundidas con respecto a sus derechos y opciones. No saben que tienen opciones de reintegrarse, y tienen miedo ya que algunas no tienen papeles y entraron como turistas».
Aunque tal y como explica Roberto, muchas mujeres no vienen engañadas pues saben que vienen a prostituirse, «pero si vienen engañadas en las condiciones en las que se van a encontrar en el ejercicio de su trabajo», añade.
Las redes que operan entre países más frecuentes en esta zona son con mujeres latinoamericanas, « son captadas a través de las redes sociales. En muchas ocasiones ya buscan países que saben que en ese momento están inestables como acaba de suceder con Colombia, y las van captando con mensajes privados o por el wasap».
Las mujeres que llegan en estos casos ya vienen de atravesar situaciones precarias y de violencia, pero acaban siendo introducidas de nuevo en otros círculos de violencia. «Aunque ellas muchas veces se sienten agradecidas, y pasa como con el síndrome de Estocolmo, que se sienten en deuda con el explotador».
Otros casos en los que algunas mujeres son captadas, son a través de otras mujeres que ya llevan ejerciendo la prostitución desde los años 80, «ellas mismas se acaban ocupando de captar a personas de su propio país o de su propia familia, para traerlas, y de esta forma el vínculo que se establece con la tratadora, aún puede ser más perverso».
El contexto de la violencia sexual y de la prostitución tiene que entenderse dentro de un contexto de violencia sistémica. Hay un discurso que parece situar el hecho de prostituirse como una decisión del lado de la libertad de la mujer, pero en la realidad de la calle, «lo que vemos es que las mujeres vienen ya de situaciones de pobreza, y de violencia extremas, y que acaban encontrando una salida, dentro de otro círculo violento y denigrante para ellas. La prostitución no podría entenderse fuera de estos contextos extremos que recaen sobre la mujer» aclara Roberto.
Mucha gente pone de ejemplo de estas teorías el caso del barrio rojo de Ámsterdam, pero «esto no es real, una cosa es que encuentres algunas mujeres en mejores condiciones, y otra diferente es que, dentro del mismo país, hay mujeres que se encuentran en otros contextos de trata. Ambas situaciones conviven juntas, no es idílico el escenario de estos países».
En España existe una ley desde 2010, que es una ley abolicionista del sistema prostitucional, pero una cosa es que esté tipificado como delito, y otra es que se inviertan recursos para la reintegración de las mujeres que ejercen prostitución.
En Ferrol, se investiga y se persiguen las redes de trata , pero como explica Roberto «lo más complejo es la judicialización, en la que sigue pesando mucho, el testimonio de la víctima, y esto es lo más complejo y difícil de demostrar: vemos situaciones donde la víctima no se encuentra bien psíquicamente para poder denunciar, otras veces ellas han establecido relaciones personales con sus tratadores, y no se atreven a denunciarlos, y hay ocasiones, como comentábamos antes, que se sienten agradecidas, porque las han sacado de sus países de origen. Muchas veces las mujeres llegan y no declaran, y esto hace que el proxeneta, quede en libertad».
Aunque la ley existe, los procesos judiciales son largos, y muchas mujeres se acaban incluso marchando, porque además, temen quedarse sin trabajo, y prefieren irse a otro club, que entrar en procesos judiciales. «Es una realidad muy compleja».
En Oblatas trabajan con la perspectiva de que sea la propia mujer la que se dé cuenta por sí misma que quiere salir de la prostitución, «hacemos ese trabajo de toma de conciencia con ellas, porque si no es imposible que inicien el proceso de reintegración».
Al igual que en la violencia de género con la pareja, los procesos de salida no son lineales, son de ida y vuelta, en zig-zag. Son procesos reincidentes, aunque finalmente puedan llegar a acabar saliendo de la prostitución. «Pero decidir salir no es tan sencillo para ellas y menos cuando se encuentran con situaciones de tener la autoestima totalmente anulada».
A mayores, hay que sumar las creencias espirituales, que hace que muchas mujeres se sientan culpables, o pagando «un castigo divino» que recae sobre ellas. Trabajar esta creencia, tampoco es fácil, pues es una forma en la que la víctima, acaba, además, sintiéndose culpable. «Muchas mujeres, acaban sintiendo que han dejado de ser personas, por eso toda esta toma de conciencia es un trabajo lento que cada mujer tiene que decidir si quiere o puede iniciar. No es que alguien pueda sacarlas directamente de la prostitución», lamenta Roberto.
De cara al futuro desde las Oblatas, ven como muchas mujeres consiguen cambiar sus vidas. Con los recursos necesarios, se puede trabajar, pero se necesitan ciertas situaciones que faciliten la situación, por ejemplo, que se revise la ley de extranjería que no favorece, que las mujeres puedan integrarse dentro del sistema: la precariedad, y la vulnerabilidad extrema acaba siendo un factor clave para que una mujer decida prostituirse. «Es tan complicado acceder a unos papeles para entrar en el mercado laboral, que muchas no tienen otra opción» indica el representante de la organización.
La educación es clave de cara al futuro, pues es importante poner el foco en el usuario de la prostitución, pues España sigue siendo el primer país del mundo en el que se paga más por sexo. Está normalizado en muchos hombres, hasta el punto de que lo que antes se ocultaba, ahora muchos jóvenes ni lo ocultan, «las mujeres relatan que incluso las obligan a drograrse, lo cual suma otro problema a mayores».
El consumo de pornografía, es otra de las causas, que atrae a clientes jóvenes, que exigen satisfacer necesidades de conductas sexuales agresivas, en situaciones con drogas de por medio. Algo que supone un cambio en la conducta del clientes que consume la prostitución, y que resulta preocupante.
Finalmente, el Capitalismo es otro de los conceptos que han de revisarse para que el escenario de la prostitución cambie, pues para que las mujeres no se vean en situaciones de vulnerabilidad, y accedan a irse a cualquier país para poder mantenerse, deberían de invertirse recursos en otros países.
Y, además, añade Roberto, con contundencia, «trabajar y educar en una mentalidad que no entienda que el dinero puede comprarlo todo. El cuerpo de una mujer, no debería de estar sujeto a las leyes de compra-venta del mercado».
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