JOSÉ BARCIA TUCCELLI | Motivación para el cambio | Viernes 23 marzo 2018 | 10:00
Este artículo tiene su origen en una llamada de atención, en una alerta virtual que parece que lleva encendida desde hace algún tiempo dentro de los servicios sanitarios de nuestra comarca y que tiene que ver con el incremento alarmante de lesiones deportivas, que incluso llegan a requerir intervenciones quirúrgicas en personas que no realizan deporte de competición. Básicamente, nos referimos a personas que sufren graves lesiones mientras realizan ejercicio con el objetivo de mantener o de mejorar su salud.
De inicio, es un contrasentido muy grande que una persona que realiza ejercicio para encontrarse mejor, para tener un nivel más elevado de calidad de vida, termine en un quirófano, y no por un accidente sino por lesiones por sobrecarga. Un accidente lo podemos sufrir en cualquier lugar y momento, y no sería justo ni apropiado centrar ningún tipo de crítica sobre ello; pero las lesiones graves por sobrecarga no deberían de aparecer en niveles tan alarmantes desde entornos deportivos relacionados con la promoción de la salud.
Cualquiera de nosotros puede padecer unas agujetas, incluso unas agujetas intensas, después de realizar algún tipo de ejercicio al que no estamos acostumbrados, y tampoco tenemos por qué preocuparnos. Pero cuando nos metemos a tratar lesiones por sobrecarga como las que estamos señalando o el sobreentrenamiento, cada vez más presente en todo tipo de gimnasios, la cosa cambia y sí deberíamos de pararnos a reflexionar sobre la dirección que vienen llevando tanto algunos servicios deportivos como algunos de los usuarios de los mismos.
Vivimos en sociedades y en un tiempo en el que parece que el envejecimiento es una enfermedad, nadie quiere envejecer o ser percibido como una persona que está envejeciendo. Tenemos una prolífica industria farmacéutica que se ocupa de vender todo tipo de productos para alcanzar ese objetivo de la eterna juventud, así como servicios de atención de todo tipo que desde distintos puntos de vista ofrecen alternativas para alcanzar lo mismo empleando distintas herramientas.
Algunas propuestas relacionadas con servicios deportivos van por este camino. Y ahí nos encontramos a personas adultas de todas las edades vistiendo y comportándose como adolescentes, y por supuesto consumiendo y demandando servicios construidos bajo el mismo tipo de eslogan que cualquier crema cosmética.
Tenemos por otro lado la fuerza de la tendencia deportiva de la que ya hemos hablado en muchas ocasiones, y que nos lleva a consumir lo que otros consumen, a hacer lo que otros hacen , a practicar lo que otros practican. No nos paramos ni siquiera a preguntar por las características de las actividades, solamente las hacemos porque otros las hacen , porque queremos vernos como nuestros modelos, porque nos aferramos a mensajes interesados emanados desde la publicidad que nos convencen de que lo único importante es querer hacer algo, y que todo los mecanismos de seguridad son imposiciones que limitan nuestro avance.
Y claro, tenemos así a muchas personas que inician su práctica deportiva dentro de servicios y actividades que en nada se ajustan a sus posibilidades funcionales. Y como además desean tatuarse a fuego la idea de que el único límite lo pone la mente no hacen ningún caso de los mensajes que su organismo le va mandando, y se terminan lesionando de gravedad o caen en estados gravísimos de disfunción como es el sobreentrenamiento.
Estamos en sociedades cargadas de estrés para lo cual deberíamos de meditar opciones que nos ayuden a equilibrarnos y no a agregar más, porque nuestra capacidad para afrontarlo es limitada. Por supuesto que el ejercicio físico y el deporte tienen una potencialidad muy importante para la mejora de la salud de cualquier persona sea cual sea su sexo, su edad, su capacidad y su habilidad. Por supuesto que los distintos enfoques que van metiendo valores propios de la competición son aprovechables para nuestra cotidianidad no competitiva.
Por supuesto que nuestra mente, aquello que nos decimos a nosotros mismos, nuestras convicciones, etc, son en muchas ocasiones un freno que podemos y que incluso deberíamos de pensar en quitar. Pero cuidado, porque por supuesto también, que el ejercicio físico mal realizado o el exceso tienen una cantidad de riesgos que conocemos bien todos aquellos que nos dedicamos de alguna manera a manejarlo a nivel profesional.
No tenemos por qué saber de todo, no tenemos por qué ser aprendices de todas las materias. Dejémonos aconsejar y guiar por personas que sí saben de esta materia. No sigamos siempre la fuerza de la corriente. No todo sirve para todos.
Nos hemos ido de un extremo hasta el otro. Hace pocos años éramos muy pocos los que participábamos en carreras de media o larga distancia, y ahora si no tienen desnivel, nos desplazamos por barro y agua, o nos ponen alambre de espinos y fuego, nos parece poca cosa. Hace muy poco tiempo cualquier persona que se iniciaba en el gimnasio te pedía por favor que cuidaras mucho su postura, sus movimientos y sobre todo la carga de los ejercicios porque tenía pavor a hacerse daño, y ahora vemos a personas que en su primer día en el gimnasio se meten en una clase de alto impacto, y luego sin apenas descanso en otra, porque quieren ponerse en forma más rápidamente.
Hace nada teníamos a personas derivadas de servicios sanitarios demandando atención sobre cada ejercicio por miedo al dolor asociado al movimiento; y ahora, esas mismas personas sin apenas pasar tiempo y simplemente adscritos a la moda, se ponen a empujar ruedas de tractores o a subir cuestas con sacos de arena al hombro. Hagamos ejercicio físico con un poco de sentido común, aunque como se suele decir, sea el menos común de los sentidos.
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