ALICIA SEOANE | LUNES 7 de abril de 2025 | 8:10
En el año 2000 Ricardo Segura Torrella, pintor ferrolano, fallecía dejando tras de sí una huella inmensa de color, sus lienzos impregnados de vida, relatan la mirada de un artista comprometido con su tiempo. Este año se conmemoran los 25 años del fallecimiento de este pintor que ha dejado una impronta en su ciudad.
Su hija Helena Segura Torrella, también artista (fotógrafa), ha heredado gran parte del universo plástico de su padre como su visión colorista y esa atmósfera onírica que envuelve sus imágenes. Viajamos con Helena a través de los lienzos de su padre, la memoria del tiempo se pone a funcionar.
Primera parada: Nosotros, el bautizo, 1969
La obra de Segura Torrella, está relacionada con el mar, ya que había ascendientes marinos en la familia, «en este trabajo mi padre se autorretrata en uno de los militares que aparecen en segundo plano». Esta obra tiene dos planos, en primera línea aparece la familia cercana arropando a ese bebé que llega a la vida, y en el segundo plano, vemos a un grupo de militares.
La obra tiene también un contenido social, pues aunque retrata un momento íntimo, los personajes se amontonan dejando sin aire la escena, «de alguna forma sus obras siempre tienen otras lecturas, frente a esa intimidad de la familia, aparece todo el orden establecido en el que uno nace, invadiendo esa existencia inicial», explica Helena.
La obra de Segura Torrella, fue evolucionando con el tiempo, y lo que empezó siendo un expresionismo más academicista, acabó evolucionando hacia un trazo más liberado de la técnica. Su pincelada expresionista es matérica, su obra es tangible «viéndola de cerca ves trozos de pintura, zonas que quedan empastadas».
Segunda parada: Mela, la pescadera, 1978
Las flores, los peces, los pájaros o las máscaras, son algunos de los símbolos en la obra del pintor.
La mayor parte de su trabajo es en gran formato, en dimensiones cercanas a los dos metros que te transportan a otra realidad, más que la mirada del espectador adentrándose en la obra, es la obra un escenario del que la contempla.
«Mi padre pintaba a personas posando en realidad, pocas veces hizo retratos de imágenes o de fotografías, el caso de Mela, la pescadera, era una mujer del barrio que conocíamos, y la retrató con esa grandeza y firmeza de mujer fuerte que es lo que transmitía en persona».
La obra es colorista, pero en su mayoría el color dominante es frío, el azul que nos transporta al mar, pero también a ese mundo onírico, que la postura de Mela afianza con la posición de unas manos en forma de un útero del que salen peces, solo una mancha roja entre las piernas de la mujer, ese color que aporta fuerza a la obra, un punto de la obra donde anclar la mirada.
La mujer será otro de los grandes temas del autor, en este caso una mujer trabajadora, con los ojos cerrados en una postura meditativa, donde no sabemos si contemplamos a una mujer que vive o sueña, con su cuerpo invadido de flores como si la vida naciese bajo su piel.
Tercera parada: Hacia Finisterre, 1978
Esta obra es una de las piezas más reconocidas del trabajo del pintor, con un tamaño de dos metros, representa la vida de la clase obrera femenina, «es curioso porque son todas mujeres vestidas con buzos azules, y aparece una niña que soy yo de pequeña, sólo aparece un niño en la escena, en una alusión al trabajo de criar a mayores del que las mujeres realizan», explica Helena.
Una obra contemporánea, que además de retratar la dureza de la vida de muchas mujeres, introduce a su hija en la escena haciendo un contraste de color rojo, abriendo una puerta a la esperanza dentro de ese universo frío. La pieza aparece dentro de la última película de Margarita Ledo, Prefiro condenarme
Cuarta parada: Tristia Tempora, 1984
Esta obra fue realizada desde la casa familiar en Doniños, el paisaje que se contempla de fondo es el lago. En este cuadro podemos ver dos claves de su obra: el mundo onírico, y la mujer como otro de sus temas centrales, «para mí este trabajo tiene mucho que ver con mi universo como fotógrafa, tanto en el color, como en el tema y el misterio que desprende esta pieza. Para mí esta atmósfera es algo natural que también aparece en mi forma de mirar».
Si contemplamos alguna obra de Helena Segura Torrella podemos ver atmósferas similares.
Quinta parada: Autorretrato de Segura Torrella, 1992
«Mi padre hacía una exposición al año, aprovechaba el mes de agosto, para pintar y así poder preparar una exposición anual que solía ser en la época de Navidad. Durante el año trabajaba como dibujante en el Concello de Ferrol, y también daba clases de pintura», recuerda Helena, «muchos veranos nos íbamos tiempo a zonas de interior porque yo soy asmática y se lo habían aconsejado los médicos».
En este autorretrato aparece una máscara de fondo, que es un símbolo de la identidad, la idea de yo como un juego entre lo que se oculta trás las máscaras y lo que se deja ver. Además el pintor porta también un gorro lleno de flores sobre su cabeza, como en alusión al mundo creativo del pintor. En la parte inferior aparece un gato negro, que suele relacionarse con el mundo de la magia, de la alquimia, también con el misterio y lo incosnciente.
Sexta parada: El arenque galáctico, 1985
Los bodegones son otro de los temas principales del trabajo de Segura Torrella, en este caso, el pintor ha colocado el arenque en el centro de una rueda astrológica, representada en el fondo del plato, con las constelaciones planetarias. Su obra está plagada de símbolos, que aluden también a la creación, a la vida y la muerte.
Séptima parada: Queremos turrón, 1979
De nuevo vemos las máscaras, pues las personas no muestran sus rostros. Esta obra es uno de sus trabajos más reconocidos, también en la misma línea de la protesta social. En los mensajes de las pancartas también podemos hacer una lectura de cierta crítica y sarcasmo en la mirada del pìntor.
«El trabajo de mi padre, cuando se lee a fondo, está plagado de símbolos y referencias, que traslucen un mundo interior intenso».
Última parada: La matanza, año 2000
«Cuando mi padre realiza este trabajo ya estaba enfermo, y en su propia obra se ve como introduce el tema de la muerte a través de ese sacrificio animal. También su pintura va cambiando y cada vez se hace más difusa, con un trazo más liberado», Helena se queda un rato pensativa mirando este trabajo de su padre, «creo que si mi padre hubiese continuado pintando, claramente, estaría iniciando otra etapa».
Helena Segura Torrella se va apurada, su madre Julia la espera, mientras nos despedimos se emociona, aunque hablamos mucho de su padre, su madre siempre estuve presente en la conversación. Julia la mujer del pintor fue un cable a tierra en su trabajo, ella lo animó a conseguir el trabajo de dibujante en el Concello de Ferrol, y siempre lo apoyó, ayudándolo en el oficio.
En la actualidad Julia vive rodeada de los lienzos inmensos de Ricardo que conserva en su casa de Doniños, convirtiéndose en un personaje más dentro del universo plástico de la obra del pintor.
Hay obras que nunca dejamos ir, se quedan en nosotras, con el mismo trazo que fueron creadas, como si no fuesen objetos que nos pertenecen, sino que nosotras le perteneciésemos a ellas.
La pintura de Segura Torrella tiene la profundidad suficiente para dejar ese poso de una obra que revive cada vez que se mira.
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