RAFAEL SAURA | Non serviam | Martes 30 enero 2018 | 13:18
Acabo de escuchar al líder de Podemos argumentar de este modo en contra de la llamada “Cadena perpetua revisable”: «Hace falta un sistema penal eficaz, que no se fundamente en la venganza sino en la protección de las mujeres y la protección de las víctimas».
Cada día me resulta más irritante la aparente ceguera de algunos políticos que consideran prioritaria la destrucción de sus adversarios políticos —en este caso el PP que creó la ley— frente a la protección social que ellos mismos propugnan; y digo ceguera aparente porque no puedo creer que un hombre con la formación e inteligencia de Pablo Iglesias crea sinceramente que psicópatas como el asesino de Diana Quer puedan reflexionar en prisión y transformar su naturaleza lo suficiente como para poder andar de nuevo sueltos por la calle sin representar un peligro para sus conciudadanos.
No se trata de venganza, señor Iglesias. Como usted bien sabe, el sistema penal en Occidente busca sobre todo la ejemplarización para disuadir a otros de cometer el mismo crimen, así como la reparación —hasta donde ésta es posible— en forma de indemnizaciones a las víctimas. También se contempla el castigo, por supuesto. ¿No le parece a usted que el mal intencionado es merecedor de reprobación pública y castigo?
La reinserción figura, asimismo, como interés de todos. Es verdad que la prisión debe servir —y sirve a veces— para que el preso se desintoxique si es drogadicto, o adquiera una formación que pueda ayudarle, al salir de la prisión, a encontrar un trabajo del que antes carecía, sacándole así de la marginalidad, tantas veces asociada a la delincuencia.
En el caso de los depredadores sexuales asesinos —ese porcentaje de monstruos psicópatas que cada año se cobra víctimas inocentes, helándonos la sangre con la extrema maldad de sus actos— no me parece que quepa reinserción posible. Acabamos de ver cómo un individuo que se sabía vigilado por la policía y ocultaba el cadáver de su anterior víctima, estaba ya —a sabiendas de que con ello ponía en riesgo su libertad— intentando secuestrar a la siguiente, empujado por una compulsión irrefrenable que parece formar parte de su naturaleza.
Estos monstruos inhumanos han demostrado y demuestran una y otra vez su incapacidad para la reinserción, por mucho tiempo que pasen entre rejas. Si salen se cobrarán nuevas víctimas, y ese es un riesgo que no podemos estar dispuestos a correr.
Por eso, Señor Iglesias, afirmo que lo que subyace en el espíritu de esta ley no es la venganza sino la protección a las posibles víctimas que usted cita en su irresponsable argumentación.
No es necesario ser tan brillante como usted para saber que los tigres, los leones o los lobos, no pueden andar sueltos por las calles. Como depredadores que son, debemos mantener a esas fieras apartadas de las personas porque en su naturaleza se encuentra la pulsión de matar. Convendrá usted en que no hay nada que tenga que ver con la venganza el hecho mantener a distancia a estas fieras que, a pesar de su naturaleza asesina, no dejan de ser inocentes. Si usted quiere poner un tigre en la Gran Vía, tendrá que mantenerlo enjaulado, ¿verdad?
Por ese mismo motivo, a estos depredadores “humanos”, mucho más peligrosos que los animales más feroces, debe mantenérseles recluidos —aunque hayan cumplido las condenas que les impone el código penal— si no se demuestra de forma incuestionable que pueden volver a vivir en libertad entre nosotros.
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