PATRICIA ALONSO | Miércoles 26 junio 2013 | 11:00
En los últimos años el centro de Ferrol ha tomado un matiz de ciudad fantasma. Al cierre continuo de los locales y bajos comerciales a causa de la crisis económica –que aquí se traduce en crisis del naval–, se han seguido sumando edificios vacíos o los cada vez menos sorprendentes derrumbes.
La ciudad cuenta desde hace años con una Oficina de Rehabilitación para tratar de paliar esta situación. El objetivo, en palabras de su responsable, Iñaki Mendizábal, es “intentar ofrecer ayuda de forma muy completa en todo el proceso que requiere rehabilitar”.
En la actualidad, la Oficina se dedica principalmente a gestionar las subvenciones, que vienen financiadas por la Xunta y el Gobierno central a través del Plan de Vivienda vigente. Para Mendizábal, es importante que los proyectos de A Magdalena y Ferrol Vello vengan externamente, por la crisis, “para apoyar a los técnicos de la zona” y generar en ellos el interés por dedicarse a estos menesteres.
Un interés del que la Oficina de Rehabilitación no tiene mérito alguno. Francisco Cernadas y Alberto García-Samaniego, arquitectos de la firma Habitat, que abrió sus puertas hace 10 años, llevan tiempo dedicándose a esta tarea, como muchos otros.
En su opinión, la labor de la Oficina deja mucho que desear, y lo dicen con conocimiento. Cernadas es, además de socio de Habitat, arquitecto municipal en Neda. “Hay un planteamiento que es muy claro y que desde la administración local de Ferrol no se está teniendo: el urbanismo es para las personas, y la administración se debe a los administrados”, defiende. “Yo soy arquitecto municipal en Neda, y lo que intento siempre es interpretar los reglamentos y la legislación del lado del administrado. Y aquí es al revés. Incluso se contradicen. Dos licencias iguales solicitadas con tres meses de diferencia, obtienen respuestas diferentes porque los técnicos interpretan de forma distinta el reglamento”.
Unas ayudas limitadas
En cuanto a las subvenciones, aseguran que su cuantía es irrisoria si se compara con el presupuesto final de la obra. Lo cierto, es que desde la Oficina de Rehabilitación aseguran que lo interesante de las ayudas es que no son incompatibles con otras, y que estas se entregan en función del estado de la vivienda y de los ingresos del solicitante, pero si bien antes llegaban a cubrir un 25% del presupuesto, ahora ni eso.
Sin embargo, aunque la inversión que necesitan estas casas a la hora de rehabilitarlas es un problema, no es el más importante. “En Ferrol para clavar un cuadro, si me descuido tienes que ir a Patrimonio”, asegura Cernadas. Y es que son muchas las trabas con las que los propietarios se encuentran a la hora de mejorar la habitabilidad de sus viviendas.
Un claro ejemplo es el caso de los ascensores. Aunque en la Oficina de Rehabilitación aseguran que nunca es un problema, Cernadas y Samaniego tienen una experiencia muy distinta.
La normativa del Habitat Galego contempla desde su entrada en vigor una serie de excepcionalidades, como la reducción del ancho de las escaleras –que ha de ser de un metro– para la instalación de ascensores. Sin embargo, en Ferrol siguen poniendo pegas, desde la catalogación de unas escaleras, hasta por considerar el ascensor superficie útil en lugar de construida. “Tenemos situaciones de ascensores que se han denegado cuando se ha presentado documentación fehaciente de que hay gente de 85 años viviendo en las plantas altas del edificio que no bajan desde hace dos años a la calle”. Como aseguran, tendrían historias para escribir un libro. Como cuando les dieron permiso para poner ascensor en un edificio a partir del tercer piso –en una vivienda de cuatro–, porque las dos últimas plantas eran de una época diferente a las dos inferiores.
Iñaki Mendizábal, responsable de la Oficina de Rehabilitación, confiesa que, sobre todo cuando empezaron, seleccionaban las intervenciones porque se hacían desde la propia Oficina, y lo hacían en base al juego de la “envidia”: que el de al lado también quiera hacerlo. Aunque con la crisis esta tónica cambió y ahora se trabaja más en torno al “mantenimiento”.
En este sentido, desde el Ayuntamiento se ejerce una labor de control a través de las órdenes de ejecución de obra que, de no cumplirse, podrían transformarse en multas ante el peligro de derrumbe. Un control que no depende de la Oficina, ya que ésta sale a concurso y es –al menos sobre el papel– independiente del gobierno local.
De los 527 edificios que han solicitado ayudas en la actualidad, 49 están en mal o muy mal estado y 131 regular. El problema, es que hay muchos que no llegan a la oficina bien porque hay muchos herederos, bien porque hay un cierto grado de especulación sobre ellos.
En el caso de Ferrol Vello, donde los apuntalamientos son habituales y desde hace meses hay una calle –la Carmen Curuxeiras– totalmente cortada por riesgo de derrumbe, es más complicado. “La gestión del Bien de Interés Cultural paralizó su rehabilitación, y algunos edificios –hasta nueve– que estaban en muy mal estado no han soportado el parón”, dice Mendizábal.
Problemas con los materiales
Otra de las críticas desde Habitat a la gestión de la Oficina son las exigencias en cuanto a materiales a la hora de realizar las obras. Cernadas comprende que la fachada deba cumplir unos requisitos y que se trate de mantener una imagen unitaria en el barrio, sin embargo, en su opinión y la de su socio, hay cosas que no se explican. “El interior ha de ser consistente”, y a su modo de ver no hay razón para que no pueda ser de hormigón. Igual que la exigencia de ciertos materiales –más caros que otros igual de válidos–, incluso en zonas no visibles. Como el uso del Iroko, similar a la Teca pero de origen africano, en lugar de una madera de la zona.
“De un tiempo a esta parte, están exigiendo que rehabilites en madera también interiormente. Nosotros hemos estado rehabilitando con estructuras colaborantes, de acero, de acero y hormigón… y de repente un día se interpreta que no es factible”, comentan. Ante el último informe desfavorable, recibido hace cosa de un mes, desde Habitat han respondido con un listado de obras recientes que se han resuelto de igual manera, incluidas obras municipales como la polémica rehabilitación del Ateneo, realizada por el arquitecto Alfredo Alcalá. “¡Que ha quedado fantástico, oye! Pero el caso es que a mí me están poniendo pegas cuando ellos lo están haciendo”.
Esta descoordinación viene muchas veces causada por la división de los expedientes. “Yo soy técnico municipal, y cuando me llega un proyecto, lo informo íntegramente yo. En Ferrol, se despiezan. Un único expediente lo tocan 5 o 6 personas: un mínimo de dos arquitectos, un aparejador, un jurídico y un ingeniero”, cuenta Cernadas. “Tenemos el caso de un tema que teníamos informado favorablemente, y luego pasó a otros técnicos que lo querían informar desfavorablemente”.
Si tantos problemas ven, ¿por qué no cogen entonces la Oficina, que salió de nuevo a concurso hace un año? “A nosotros no nos importaría, pero ponen unas condiciones nada atractivas”. Y es que la gestión de la Oficina de Rehabilitación es incompatible con la actividad profesional en la ciudad, y ellos llevan ya diez años peleando.
“El Plan General de Vivienda mató a la ciudad. Quieren mantener la ciudad viva, pero están consiguiendo lo contrario”, se lamenta Samaniego.
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