EDUARDO ALONSO LOIS | Jueves 20 de febrero de 2025 | 8:20
Nuestro hogar no termina en la puerta de casa, continúa en el edificio donde vivimos y finaliza en nuestro barrio. La responsabilidad compartida de vivir en ciudades amables y atractivas influye en nuestros hábitos y bienestar, e incluso en la seguridad de las calles.
Así, los ciudadanos elegimos qué consideramos prioritario para el confort y para alcanzar una buena calidad de vida en cada una de nuestras ciudades. Hay quien valora que la suya esté pensada para caminar, un lugar donde se pueda llegar a todos los sitios andando o en bicicleta, a la vez que mejoramos nuestra salud; otros prefieren calles libres de coches, limpias y accesibles, bancos en buen estado y vegetación frondosa y bien cuidada; otros valoran más disponer de todos los servicios de cercanía, el trabajo, el centro de salud, el colegio de los hijos, la compra o el ocio, en lo que ya se conoce como la ciudad de los 15 minutos. Y luego estamos nosotros, que ya hemos convertido Ferrol en la única ciudad de occidente cuya primera preocupación son las plazas de aparcamiento.
Además, los ferrolanos somos muy ferrolanos y mucho ferrolanos -que diría Rajoy- y el aparcamiento lo queremos gratuito; podemos admitir pagar cuando vamos de compras a Coruña o de viaje a Madrid, pero aquí sí que no. ¡Dónde va a parar! Y, por supuesto, servicio puerta a puerta; si bajamos al centro, los aparcamientos de Canido, Plaza de España, Sánchez Aguilera, El Cantón o La Magdalena nos puede parecer que están terriblemente lejos de la cafetería.
Así, hemos llegado a un nivel tal, que en la renovada calle de la Iglesia nos jactamos de ganar una decena de plazas que invaden la calzada; que hemos asfaltado el atrio de la iglesia de San Francisco para aparcar coches -algo difícil de igualar-; o que al recientemente habilitado parking del puerto le llamamos «parking central» -un topónimo delirante-.
Y, por último, en la próxima reurbanización del final de Doctor Fleming, un grupo de vecinos parece ser que se oponen a un proyecto que, según dicen, elimina muchos aparcamientos y los substituye por bancos, árboles y una canasta de baloncesto, innecesarios. El mundo al revés.
¡Quién no recuerda aquel anuncio de televisión que promocionaba Marina d’Or, ciudad de vacaciones! Pues en breve tendremos que hacernos valer con la coletilla que más identifica nuestro ADN ferrolano, y canturrear, con un jingle pegadizo, «Ferrol, ciudad aparcamiento».
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